Panorama político israelí, a menos de dos meses de las nuevas elecciones

El camino de regreso del rey Bibi

El bloque de centro conformado por Yair Lapíd, actualmente en el gobierno, parece haber perdido una gran oportunidad para correr el eje y la dinámica de la política israelí. Netanyahu y su bloque religioso de derecha está a dos escaños de llegar a los 61 que necesita para ser, una vez más, primer ministro del Estado de Israel.
Por Damián Szvalb

El bloque anti Bibi, creado por Yair Lapid y Naftali Bennett, que gobernó Israel durante un año, fracasó. Pero no porque su gestión haya sido necesariamente mala sino porque esa experiencia no le sirvió para construir nada nuevo y atractivo para un electorado que necesita opciones para romper una parálisis política cada vez más molesta. En el ejercicio del poder tuvieron una gran oportunidad para superar el clivaje que domina y divide la escena política israelí: estar a favor en contra de Bibi Netanyahu. Ese frente político ahora está implosionando, sumergido en internas y guerras de ego que le vuelven a despejar el camino al ex primer ministro para que vuelva al poder.

Ya sin la sombra de Bennett, que se corrió del juego electoral por decisión propia, en su interinato Lapid empezó a demostrar que puede gobernar. Pero siempre con el libreto de Bibi bajo el brazo. Se mostró inflexible con el terrorismo palestino de la Yihad islámica hace un mes, no aflojó ante la presión de Estados Unidos para que Israel avale un nuevo acuerdo con Irán y le dio continuidad a los acuerdos de Abraham.

Pero a pesar de demostrar que puede hacerse cargo de temas sensibles, sobre todo en materia de seguridad, el primer ministro interino no pudo mostrar una agenda propia, distinta a la impronta que le dio Bibi a los asuntos de gobierno desde hace más de una década. Y ahora Lapid está cada vez más solo para enfrentar a la derecha más dura del arco ideológico israelí, que no muestra fisuras y sabe muy bien lo que quiere.

Una nueva “avenida del medio”

Todas las noticias que recibe Lapid de cara a las elecciones del 1 de noviembre son malas. Hace una semana, su ex socio y actual ministro de Defensa, Benny Gantz, lanzó su propia campaña electoral de la mano de su nuevo Partido de la Unidad Nacional (UN). Dejó claro que ya no está con Lapid y asegura que es él la única alternativa para frenar a Netanyahu. La UN se formó hace un par de meses cuando el partido centrista Azul y Blanco de Gantz se unió a Nueva Esperanza del ministro de Justicia Gideon Sa’ar.

El objetivo de Gantz es endeble por donde se lo mire. Por un lado, busca crear una tercera opción electoral, una avenida del medio, donde no hay lugar. Ya el centro está ocupado por Lapid, que está segundo en las encuestas, y para administrar todo lo que está a la derecha, los israelíes confían en Bibi que, como siempre, lidera la intención de voto.

Claramente Gantz quiere aparecer como el político que puede romper el eterno empate. Ya desde la elección del nombre, Unidad Nacional, queda clara que con su nuevo partido buscará alianzas entre todo el arco político que le permitan romper los bloques mayoritarios y llegar al poder.

Gantz ya ha demostrado flexibilidad para sentarse a hablar con todos y podría buscar armar gobierno con partes de ambas coaliciones. Cuando el gobierno de Bennett, del que él era parte, estaba tambaleando, se reunió con los partidos ultraortodoxos para explorar un posible gobierno alternativo que incluyera su apoyo.

Además, su movimiento, muy común en sistemas parlamentarios tan fragmentados, busca hacerse valer no solo en una futura negociación con Lapid sino también con Bibi. No habría que descartar esa posibilidad, aunque parece más difícil, sobre todo si se tiene en cuenta que fue muy duro con él en el acto de lanzamiento al decir que Bibi “formará un gobierno kahanista extremista que destruirá la democracia israelí tal como la conocemos”. Pero de ocurrir, se podría entender ese posible “salto” como un intento de tirar un poco hacia el centro una coalición que parece que correrá veloz hacia el extremo derecho del arco político israelí.

El flamante líder de Unidad Nacional ya es percibido, según las encuestas como una posible tercera opción detrás de Netanyahu y Lapid, y su partido actualmente obtiene entre 12 y 14 escaños en la próxima Knesset, detrás de Likud y Yesh Atid.

Cuando todo parece jugar para Bibi…

Las últimas noticias del mapa electoral pueden también impactar en los resultados de las elecciones. Los tres partidos de la Lista Conjunta, Hadash, Balad y Ta’al, que habían llegado a un acuerdo esta semana para ir juntos, se acaban de dividir después que Balad, se retirara.

Sin la línea dura de Balad, se especula que Hadash y Ta’al podrían estar más abiertos a unirse a una coalición liderada por el primer ministro Lapid, aunque tanto él como sus aliados de derecha no quieren a los árabes en el gobierno. Resulta extraño porque a diferencia de otras elecciones ya hay antecedentes para ver cómo podría funcionar en Israel una coalición de gobierno con los árabes adentro.

El año pasado, el partido islamista Ra’am se separó de la Lista Conjunta y entró al gobierno de Naftali Bennett con el argumento de que estar en adentro podría traerles beneficios a las comunidades árabes. Con sus cuatro escaños se transformó en un actor clave para sostener a la endeble colación que sacó a Bibi del poder en las elecciones de 2021.

Ante este inédito escenario, Bibi y sus socios de del bloque religioso de derecha no dejaron de atacar a Lapid por incluir en las decisiones de gobierno a los que consideran un partido que avala el terrorismo, algo que Netanyahu parece no tuvo en cuenta cuando negoció con ellos para incorporarlos a su bloque.

El Laborismo y Meretz entregaron sus listas para la Knesset por separado a pesar de los intentos de Lapid para que se fusionen. Si bien se trata de internas de la escasez (los dos partidos han promediado entre cuatro y seis escaños en las urnas) el problema estos partidos es que ahora lucharán por mantenerse por encima del umbral electoral del 3,25% del voto general. Lo mismo para los partidos árabes que van a jugar separados. Es decir que hay serias posibilidades que alguno desaparezca del mapa electoral.

Seguramente estas divisiones ayudarán a facilitar el camino de regreso al poder del líder del Likud. Los analistas ven en gran medida la ruptura de la Lista Conjunta en dos (y hay que sumar que Raam también jugará solo) como una gran noticia para Netanyahu, que con su bloque religioso de derecha está listo para beneficiarse electoralmente del fracaso de Hadash-Ta’al o Balad, o de ambos, para despejar el umbral y entrar en la Knesset. Está a dos escaños de llegar a los 61 que necesita. Los analistas predicen una baja participación del electorado árabe.

Lapid y el bloque de centro que conformó y que ya gobernó parece haber perdido una gran oportunidad para correr el eje y la dinámica de la política israelí. En vez de construir una alternativa de poder novedosa y atractiva se sumergió en internas y quedó atrapada en el statuquismo que impuso Bibi. La política israelí sigue girando en torno a él.