Lo judío en Buenos Aires: una entrevista a Exequiel Siddig, el periodista de «A big Shtetl»

En esta conversación, Ana Wortman dialoga con Exequiel Siddig, el periodista que nos invita a recorrer las trazas judías y la territorialidad porteña en la nueva serie documental que se transmite por Canal Encuentro. Ambos reflexionan sobre la diversidad inherente a lo judío, el vínculo entre porteñidad y judaísmo, la presencia de lo judío en las representaciones audivisuales mainstream y la frontera entre los judíos y los otros. “¿Se puede hablar de "el judaísmo" hoy o de "los judaísmos"?”, se pregunta Siddig.
Por Ana Wortman

Primeras impresiones de Buenos Aires

“No se veía persona alguna en las calles, puertas y ventanas protegidas por rejas de hierro. Escasos tranvías se arrastraban perezosamente por las arterias céntricas, transportando muy pocos pasajeros. De cuando en cuando pasaba una monja con un gran velo blanco en la cabeza y enorme cruz en el pecho. Vigilantes vestidos de capotes raídos, unos descalzos, otros con una alpargata y una bota, hacían paradas en las esquinas, dormitaban con gusto. O bien miraban abstraídos o pelaban naranjas… Nos miramos unos a otros, ¿Esta es Buenos Aires, capital de la República Argentina? Mas adelante supimos que habíamos llegado justamente después de la Revolución del 90, que depuso al presidente Juárez Celman, justamente por su política de despilfarro, y a eso se debía el estado lamentable de la metrópoli…Luego como suele suceder con los gringos, nos extraviamos, por no reconocer las calles por donde pasáramos poco antes…. un vigilante nos condujo a otro y este a un tercero.  Las papeletas de inmigrantes nos sacaron de apuros. …. hasta que llegamos al portón del Hotel de los Inmigrantes.»
Alpersohn, Marcos (1991) Colonia
Mauricio. Carlos Casares: Editora del
Archivo Centro Cultural José Ingenieros. [1922]

Lo que me lleva a hacer esta entrevista es que me pareció muy interesante el eje del documental acerca de los distintos judaísmos en la ciudad de Buenos Aires. ¿Pensás que se trata de una consecuencia de la historia del pueblo judío o tiene relación con su recreación en la ciudad de Buenos Aires? Se observa una mirada muy contemporánea de los judíos, en términos de diversidades, tema del cual se habla tanto en esta época…

La propuesta de los diversos judaísmos tiene que ver con una cuestión reactiva. Yo no fui parte de la génesis del programa. El proyecto es presentado por Limud al AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual), el organismo que dio el dinero. Cuando llega a mis manos para conducirlo, habíamos hablado de Ben Molar, un escritor idish de tango, de una cultura judía en blanco y negro. Y dije: “Por supuesto que es importante para el derrotero de la comunidad judía, pero nosotros les queremos hablar a los jóvenes, les queremos hablar a los no judíos, aparte de a los judíos”. ¿Cómo nos hacemos contemporáneos en una discursividad judía?

Un amigo goy, Hernán Reyes, dice: “No hay pregunta más judía que preguntarse sobre el ser judío”. Entonces lo convertimos en un leit motiv: a cada uno de los entrevistados se lo preguntamos, buscando diferentes respuestas. En el cristianismo está la infalibilidad papal, mientras que los judíos decimos: «dos judíos, tres opiniones”. Entonces imaginamos que podía haber tantas definiciones como judíos, escapando un poco de la arrogancia y la arrogación de la verdad (por decirlo así) de una definición ortodoxa de “lo judío”. Quisimos plasmar el devenir judío en los diversos judaísmos que hoy transitan las calles de la ciudad de Buenos Aires. Dani Goldman, Darío Sztajnszrajber y Ale Dujovne en algún momento planteaban la diferencia entre la comunidad y el colectivo judío.

Hoy el colectivo judío sin duda es muy diferente al del ’94 (el año del atentado a la AMIA), algo se modificó. Respecto de la AMIA, si antes veníamos de un modelo israelí Likud-laborismo donde se disputaba la AMIA, vemos que el poder político en la AMIA ahora lo tiene la comunidad religiosa. Cambió hacia la pregunta por los llamados «matrimonios mixtos». Esto implica: ¿cómo se identifica un chico que nació de un vientre no judío y cuyo padre es judío, va al templo y está educado en un ambiente judío? En otras palabras, ¿por qué seguir pensando como en el medioevo que ese chico no es judío? Lo que nos planteamos como programa es suspender el juicio y escuchar las diversas voces.

Como me interesa pensar Buenos Aires, me gustaba esta combinación de Buenos Aires y lo judío. Aparece la cuestión del tango compuesto por judíos, la pregunta sobre cuánto el tango tiene que ver también con eso. Sin embargo, cuando se piensa en Buenos Aires se asocia más con lo napolitano y lo español. Desde los no judíos no hay una asociación de Buenos Aires con lo judío. Cuando se habla de las migraciones, nos referimos ante todo a los italianos. Pareciera haber una negación, que no se observa tanto en la cultura norteamericana, al menos en las películas, donde los chicos hacen el Bar Mitzvá y hay casamientos judíos en el cine. En la producción cultural argentina aparece menos, aunque empieza a aparecer en el nuevo cine argentino.

Sí, están las películas de Burman. Peter Capusotto hace humor judío, lo vemos en Kosher Waters y Jorge Canoteruto, que dice: «Yo no soy judío». Y eso tiene que ver con que Pedro Saborido no se crio como judío, está casado con una mujer judía que va a Kadima, está nutrido de la cultura judía y demás.

Pero es cierto lo que decís: justamente lo que nosotros identificamos es que hay un interés enormísimo por lo judío en el público de las plataformas (Netflix, HBO, etc.), y la producción sobre los judíos se hace en Estados Unidos, Europa e Israel, sobre todo Israel y Estados Unidos. Es decir, Poco ortodoxa, por un lado, y Shtisel, por el otro. Y en América Latina no tenemos, ¿no? Entonces, de alguna manera, A Big Shtetl quiere aportar ese granito de arena para pensar lo judío en América Latina, empezando por Buenos Aires. Y a mí también me interesa mucho lo que decís, y de alguna manera es lo que se propone el programa: “las huellas de lo judío”. Nosotros hablamos de tres conceptos: lo bíblico, lo gauchesco y lo inmigrante. Pero, también, lo inmigrante no es solamente el vapor Wesser, que es como la institución de la migración judía, porque la migración judía vino antes. Nosotros hablamos del encuentro entre Henry Joseph y Louis Brie, judíos franceses que se juntan un día en Plaza Francia rezando en Yom Kippur y crean la CIRA (Congregación Israelita de la República Argentina), que termina siendo el Templo de Libertad.

Lo que descubrimos, también, es que hay un templo antecesor a ese, que es de 1908, y está en La Boca. Fue tomado por neonazis durante veinte años y lo recuperó Jabad Lubavitch con algunos socios estratégicos en la ciudad de Buenos Aires y ahora lo están reconstruyendo. Nosotros entrevistamos al arquitecto, Hugo Salama, que es fascinante escucharlo en el capítulo “Sur” (Boca, Barracas): “Qué mejor para un arquitecto que hacer una morada de santidad”. Y contamos la historia de ese templo que fue construido por judíos askhenazíes, pero que después fue «tomado» por las comunidades sefarditas que se instalaron en Barracas que crearon Or Torah, el templo fascinante de la calle Brandsen.

Sí, a mí me pareció todo un hallazgo eso, justamente porque interviene en ese imaginario de que los porteños son como los napolitanos, que gritan… Y ahí, cuando ustedes estaban en el Once y entrevistabas a este señor que vendía telas, el tipo era un judío, pero a la vez muy porteño. ¡Cuánto lo porteño tiene que ver con lo judío también, cuando dicen esto del kotur!

¡Qué bueno!… Una entrevistada que está en el capítulo de Belgrano me escribe después del primer capítulo y me dice: “No sabía todo lo que desconocía del judaísmo porteño”. Se abre una media lengua kotur que es fascinante. En el Once se hablan en ese código para que el otro también no entienda. Pero no es estrictamente una lengua extranjera, es un cocoliche.

Es un invento de Buenos Aires, así como el lunfardo, el tango tiene eso…

Yo creo que ese es el lunfardo del Once. Y ahí hay algo que mencionamos en el capítulo de Villa Crespo en relación a la traza judía de Buenos Aires: el askhenazí de Villa Crespo y el kotur del Once están unidos por la calle Corrientes. Y también el mundo de la cultura, el teatro judío (el Complejo La Plaza, los teatros de Carlos Rotemberg) tiene esa traza. Poder pensar la calle Corrientes como una avenida donde la vida judía ha evolucionado, desde los inmigrantes para acá.

 Lo que observé es que había dos escenarios de clases sociales muy diferenciadas. Uno es el que mostrás en Once y Almagro, donde se ve a esta persona que ayuda a los judíos pobres, Usher. Esta mirada cuestiona ese mito de tono antisemita, que ya tiene siglos, de que todos los judíos tienen plata y que no hay judíos pobres. Después te trasladás a Belgrano, donde se nota la movilidad social ascendente de una parte de la colectividad.

Me hacés reflexionar acerca de por qué los dividimos por barrio: porque hay una identidad barrial también. Es decir, mis primos viven en Lanús, están los judíos de Lanús. Y ser un judío del Once es muy diferente de un judío de Belgrano o a uno de Paternal. Es decir, Paternal es una especie de pueblo minúsculo, yo te diría que es casi el paradigma del shtetl. La divisoria entre barrios es un abordaje como para poder contar una historia y dividirlo en capítulos, pero también es cierto que hay algo identitario fuerte en cada uno de los barrios y es cierto que las realidades socioculturales y económicas son muy diferentes.

¿Cuál es tu experiencia haciendo el programa?

Hay algo que me conmueve mucho. Hay un consenso general entre los moishes de que el programa produce como una sensación de calidez y de alegría, y yo creo que tiene que ver con esa falta de… no sé por qué me sale la palabra «territorialidad». Como si el relato de los judíos no estuviera inscripto en el presente. Hay muchos judíos, sobre todo en los medios de comunicación, que rechazan su identidad, como si la única posibilidad de ser judío sea “enguetado”, ¿no? Y la verdad es que hay tantas formas hoy de ser judío. Gente que es ortodoxa me ha escrito muy contenta con el programa: «lo que estás haciendo es una bendición».

Por ejemplo, a mí me llamaba la atención la nueva forma de ser de los rabinos. Para mí fue una revelación rabinos que se casan con mujeres que no son de la colectividad y son muy judíos a la vez. Y para un religioso o para un ortodoxo eso no sería posible, pero eso coexiste dentro del judaísmo.

El programa escenifica esa diversidad y nosotros no tomamos partido: nosotros vamos y ponemos la cámara, el micrófono, las preguntas y escuchamos cómo… porque la pregunta es genuina: ¿qué es hoy un judío o una judía? ¿Se puede hablar de «el judaísmo» hoy o de «los judaísmos»? Bueno, y ahí está, ahí va rodando.

Ahí aparecía como todo un tema (ahí me sale la socióloga) de un proceso de individualización, porque había uno que decía: «Yo no voy a aceptar más las reglas y las prohibiciones. Yo soy muy judío, pero las prohibiciones no».

Sí, Simja Dujov, el músico, decía que se había formado con un rabino en Córdoba y entendió que había muchas prohibiciones. Y dijo: «No, si así es el judaísmo es un bajón». Él dice: «Bueno, la fiesta hoy no es solamente Rosh Hashaná, Pésaj, Yom Kippur, etc., sino también la fiesta es ir a bailar con amigos, hacer música, festejar”.

Sí, y yo creo que eso se instaló; de hecho, hay una cantidad de bandas klezmer en estos últimos veinte años que no existían antes.

Totalmente, porque creo que nosotros no somos hoy los perseguidos del mundo, si bien hay hechos de antisemitismo… Bueno, los rusos dicen que en el Donbass ucraniano había mucho antisemitismo, también vemos atentados quizás en una sinagoga en Francia… pero hoy puedo manifestar el ser judío. En el capítulo de Villa Crespo, yo le digo a Sebas Wainraich: «Mirá, la verdad es que nosotros no hemos tenido mucha penuria, o -no sé si decir- ‘persecución’ por ser judíos en Argentina». Por supuesto que están los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, pero yo no he vivido persecuciones judías. En los ’60 estaban los Tacuara, en los ’80 estaba la dictadura, después en los ’90 y en los 2000 se observa una exteriorización cada vez mayor de lo judío, y yo sospecho también que tiene que ver (y un poco es lo que inspira el programa) con esta idea: hay muchos contenidos sobre lo judío desde Estados Unidos, Europa e Israel, y no hay nada latinoamericano. Bueno, yo creo que lo judío instalado desde las plataformas de streaming como Netflix o HBO dieron como un marco que permite decir: «Ah, che, mirá qué interesante los judíos. No eran tan raros. Bueno, sí, son rarísimos, pero en realidad no tanto. Qué interesante lo que pasa acá».

Se ve un interés renovado por lo judío, que siempre está y siempre estuvo. Me da la sensación de que el programa, por la recepción que ha tenido, viene no a llenar todo el espacio, pero sí a poner un granito de arena en un arenero que estaba medio oculto en el sentido de la narrativa audiovisual en Argentina.

Sí, y asociarlo a la porteñidad. Estaría bueno continuarlo en el resto del país, la presencia de lo judío en el Chaco, en Tucumán, en las colonias de Entre Ríos y en la provincia de Buenos Aires. Yo soy descendiente de las colonias. Emmanuel Taub decía en un momento que no hay muchos espacios de estudios judíos en la universidad ni grupos intelectuales y tampoco desde el punto de vista de lo visual o lo periodístico.

Bueno, Emma sale en el capítulo de Belgrano. Ahí también sale la rabina que casó por primera vez a dos chicas judías en un templo. También una señora que cocina turco y ruso, que es una rusa que le enseñó su suegra que es turca, lo cual es único en el mundo: que una suegra turca le enseñe a una rusa.

En ese capítulo está Miriam Lewin. Hablamos de cosas que ella nunca habló, como de la relación con su padre y cómo él fue su formador político. O sea, todo el relato que uno ya sabe de Miriam sobre la desaparición en la ESMA pero, a partir del programa, también desde su casa judía. O sea, hay famosos, como Roberto Moldavsky contando cómo se hizo humorista. Su padre se moría y le dijo: «Yo estoy hecho mierda, pero vos, ¿por qué no sos feliz?». Al día siguiente se separó, dejó el negocio de camperas y se fue a hacer lo que anhelaba, que era hacer humor, y dijo: “Había heredado el humor de mi padre y no me había dado cuenta”.

Y dijo algo de que lo judío tenía que ver con que el padre le deje un oficio al hijo.

Yo suelo decir que mi padre turco del Once se dedicaba a lo textil y yo me dedico a lo textual, porque escribo, yo soy más periodista de escritura y demás. Reconozco alguna herencia en enhebrar, en vez de telas, palabras. Uno creció con esa pulsión freudiana de que el Edipo era algo horripilante y que uno tenía que matar a los padres simbólicamente, y la verdad es que el judaísmo en ese sentido, si bien está muy nutrido del psicoanálisis, también es una invitación a poner en cuestión eso, porque la herencia y la heredad es algo que el judaísmo celebra. Seba Wainraich comenta algo sobre sus hijos, Roberto Moldavsky habla de su padre. Todo el tiempo estamos hablando de la herencia, que de alguna manera son las huellas en nosotros.

Sí, como que no estamos solos, venimos de algún lado.

El árbol genealógico es un aspecto del judaísmo.

Nos encanta armar el árbol genealógico. Por último, aparece mucho el tema de la comida judía en el programa, y cuánto lo judío tiene que ver con la comida. En la comida sefaradí o en la cocina de un rabino ortodoxo, la comida de la cocinera de Belgrano, el panadero de Villa Crespo, cuánto tiene que ver con la cultura judía, juntarse a celebrar el Rosh Hashaná o Pesaj comiendo.

Parafraseando, yo diría: «A los judíos se los gana por la panza». Vos fijate que cuando un religioso quiere acercar a alguien a la religión, lo invita a Shabat, a comer. El papá de un muy amigo mío decía: «Nosotros somos judíos gastronómicos», el último confín de judaísmo tiene que ver con la comida. ¿A quién no le gusta un kippe, un varénique de papa con cebollita? Entonces hay algo de que, si no vas al templo, te juntás a comer la comida judía y hay algo que te anuda con la historia del pueblo.

Está bueno que lo notes, no me había dado cuenta.

Quiero decir finalmente que el programa se hizo con fondos del ENACOM. Lo ganó Limud, lo difunde el Canal Encuentro y la plata la puso el Estado, que también me parece justo decir que el Estado se interesó por los judíos.