El judaísmo y el desierto de Taub

En la edición de Rosh Hashaná del año 2021, Nueva Sion publicó una extensa entrevista al filósofo Emmanuel Taub (“Yo entiendo que el judaísmo es una incomodidad”). Desde Bélgica, un alumno suyo, estudiante rabínico de cuarto año, abogado, profesor de Derecho International y Relaciones Internacionales, se sintió inspirado por las profundas reflexiones de su profesor, y envió este artículo, que publicamos en este Pesaj como un valioso ejercicio de intercambio y exégesis.
Por Por Andres Boaz Munoz Mosquera *

En el número 1007 del año 2021 de Nueva Sion, el Profesor Emmanuel Taub al ser preguntado sobre la resignificación del desierto en la literatura judía, respondió:
“El desierto es un lugar sin horizonte. Somos hijos del desierto. Y hay algo de la transformación en el desierto que hace a lo judío, y lamentablemente lo dejamos de lado. En el mundo moderno estamos obsesionados con tener un territorio, un estado y por construir fronteras que nos permiten hacer hacia adentro cualquier cosa. El desierto quedó invisibilizado. El judaísmo viene del desierto, no de la Estatua de la Libertad. De ahí vienen los ortodoxos de Brooklyn. Las ortodoxias, por eso, perdieron el judaísmo del desierto y el secularismo confundió el desierto con la modernidad. El resumen de matar el desierto es el Estado de Israel, que del desierto hizo fertilidad. Pero el desierto es desierto, es soledad, supervivencia, fracaso … no tiene que crecer nada”.
Este párrafo me inspiró a tal punto que creo merece una disección analítica ya que en él se contiene quintaesenciado uno de los pilares fundacionales e inspiradores de todos los judaísmos, el desierto.

El desierto es un lugar sin horizonte
Octavio Paz en ´Dos cuerpos frente a frente´ decía del desierto: “la noche es desierto”. Los horizontes en el desierto son difusos, si no inexistentes, en la noche oscura. Esa falta de horizonte viene a darle su naturaleza etérea (New Perspectives on Freud´s Moses and Monotheism, p. 110).(1)
Sin embargo, la falta de horizonte en el desierto no tiene un significado peyorativo, negativo o tétrico: es simplemente una prueba de la paradoja que es el desierto en general [y el del Sinaí en particular](2) y en si mismo; una paradoja que hunde sus raíces en el hecho que el desierto es árido y, prima facie, estéril para los bonobos y, por tanto, nada se espera de tal páramo; pero, sin embargo, tiene ‘hijos’. Taub nos ‘precondiciona’ con esta primera frase del párrafo y, a lo Dante, nos parece anunciar: “perded toda esperanza”. Esto podría no ser más que un giro literario para presentarnos su contrapunto, esto es, la afirmación de que el desierto tuvo una descendencia, nosotros.

Somos hijos del desierto
Pero, ¿somos verdaderamente hijos del desierto? No en vano, Pathai nos recuerda que el desierto moldeó el carácter judío, con su clima tórrido y ambiente infértil, y la única posibilidad de una escasa dieta (The Jewish Mind, p. 348)(3). A pesar de todas las grandes experiencias posteriores del pueblo judío, incluidas las persecuciones, la esclavitud y similares, el carácter judío se ha mantenido durante siglos “desértico”; esto es, forzadamente ávido por sobrevivir a lo largo de generaciones.
Sobre este particular, sobre ser hijos del desierto, Pathai, recordando a Renan, apoya(4) sin bagajes a Taub al afirmar que hay un enfoque general sobre la interrelación entre el medioambiente y la cultura, que se resume en que “toda la naturaleza se refleja (…) en la conciencia de los pueblos primitivos en forma de dioses aún sin nombre.” Así, Renan atribuyó el origen del monoteísmo al desierto (The Jewish Mind, p. 348). No sólo somos hijos del desierto, sino que nuestro Dios tiene su “origen” en esa tierra sin horizonte, esto es infinita, y el desierto es el lugar de manifestación del ein sof (No hay un final).(5) Y en esta afirmación hay un enfoque poético al equiparar la eternidad del desierto con la manifestación de Dios en el ein sof.
En el mundo Moderno estamos obsesionados con tener un territorio, un Estado y por construir fronteras que nos permiten hacer hacia adentro cualquier cosa.
En 1964, Israel era un 84% desierto y 60 años más tarde es sólo un 62%. En los años 60’ Israel era un conjunto de modestos ‘pueblos grandes’, y en los años 20’ del siglo XXI es un conjunto de modernas ciudades. Hoy Israel no es trashumante, es un territorio con fronteras protegidas que guardan un lugar próspero, tecnificado y complejo, y donde las tradiciones del judaísmo como religión parecen haber retrocedido a la vez que el desierto, en favor de la comodidad y la tecnificación.
El mundo moderno, y el postmoderno, se presentan impersonales y anónimos, donde los judíos se identifican a través de la búsqueda por la racionalidad (The End of Jewish Modernity, pág. 20)(6), una racionalidad que parece haber evolucionado a un hedonismo nihilista cómodamente reposando en una dolce fare niente espiritual de la tecnologización, de la tempestad que es el progreso.(7) La actual ‘supermaterialidad’ ‘sorpasa’ a la espiritualidad y a la ética de la Halajá (la Ley judía) (8) y también las vacía. Jeremías captura esta idea: “¡Oh, quién me diese en el desierto un albergue de caminantes, para que dejase a mi pueblo, y de ellos me apartase!”.(9) Jeremías ve la libertad, el dinamismo y el desafío de la vida circunscrito al desierto, esto es, Jeremías considera al desierto como una necesidad modeladora del espíritu judío.

“El desierto quedó invisibilizado”
En palabras de Taub, “El desierto quedó invisibilizado. El judaísmo viene del desierto, no de la Estatua de la Libertad. De ahí vienen los ortodoxos de Brooklyn”.
Toda esta complejidad material y de actitud generacional echa una larga sombra sobre la fuente del desafío vital que ha sido para Am Israel el desierto. Su invisibilidad de hoy no era tal en el comienzo del pueblo de Israel. El midrash considera que el desierto, como el fuego y el agua, son gratuitos para todos los habitantes del mundo, como lo son las palabras de la Torá y que cualquiera que no se quede sin dueño, como el desierto no tiene dueño, no puede adquirir la sabiduría y la Torá.(10)
No sólo nuestra tradición se hace eco de la relevancia del desierto como elemento inspirador para el judaísmo, sino que incluso la mística judía bebe del desierto. Así Scholem (Kabbalah, pág. 142) afirma que “un ejemplo sobresaliente de esta tendencia se puede encontrar en el capítulo 32 de los E’flfayyim, donde todo lo que sucedió con la ‘generación del desierto’ se interpreta como la representación de los procesos de los parfzufim de las tres Sefirot superiores …”.(11) Es más, Cassirer afirma que todo el misticismo está orientado a un mundo de silencio y que “Dios es ‘la tierra simple, el desierto inmóvil, el simple silencio’ ”.(12)
Tanto la visión funcionalista como la mística del desierto expuestas más arriba contrastan con la visión actual; esto es, no se necesita y, por tanto, con tecnología se reduce, hasta que, sin pretenderlo, sea invisible materialmente. Sin embargo, invisibilizando el desierto también se invisibiliza el carácter primigenio del judaísmo, sus bases fundamentales; esto es, el motor inspirador de la supervivencia judía a lo largo de la historia.
Vale la pena recordar que el desierto está presente también en la historia de la Estatua de la Libertad, si bien de manera indirecta. Frédéric Auguste Bartholdi, creador del monumento, decidió dedicarse a la arquitectura después de un largo y memorable viaje a Egipto. ¿Qué mayor símbolo para el judaísmo que Egipto y todos los acontecimientos desérticos que ocurrirían en los cuarenta años después de la salida de Israel de las tierras del faraón? Sin embargo, la ortodoxia decidió conscientemente ‘salir’ del desierto y quedarse varado en el ‘invierno del shtetl’ (aldeas judías en la Galizia europea), en las “imprentas de Venecia de 1565” y a la sombra de la Estatua de la Libertad, negando así el espíritu aventurero del judaísmo y su adaptabilidad al medio, por muy árido y hostil que este fuera, condenando a Joseph Karo al papel de legislador despótico y, finalmente, olvidando a Bartholdi y la inspiración desértica de su arquitectura libertaria.

Las ortodoxias, por eso, perdieron el judaísmo del desierto y el secularismo confundió el desierto con la Modernidad
La teología de Kaufman nos dice que nuestro Dios lo es del desierto (The Religion of Israel, pág. 81 y 115).(13) La pérdida del judaísmo del desierto por las ortodoxias les ha hecho débiles en sus teologías que pretenden anclar en prácticas automáticas y en doctrinas inflexibles, deshonrando, incluso instrumentalizando, el espíritu dinámico-evolutivo de la historia del judaísmo rabínico, cadena transmisora de los valores que el desierto inspiró en los 600.000.
Por otro lado, el mundo secular reemplazó la comunidad por la sociedad exterior, sustituyó las bases de su judaísmo por derecho civiles, en lugar de complementarlos y así vació la espiritualidad judía. ¿Cuáles son estas bases? Buber nos recuerda que Dios se encuentra a Israel en el desierto (The Prophetic Faith, pág. 117)(14), por lo tanto, no es difícil deducir que la existencia física del desierto o su simbolismo se presentan como una necesidad para que ´siga existiendo´ Dios, el Dios único que dialoga con Israel. Así pues, tanto la pérdida del desierto como su desdén en favor de otros fundamentos dejan a los judaísmos ortodoxos y a los seculares vacíos de contenido, en el aire, y, consecuentemente, invisibilizan el desierto, lo que viene a ocultar a la propia Torá. Si obviamos el desierto, obviamos lo que de allí surgió, sus simbolismos, lo que incluiría a la propia Torá. Y ello no es otra cosa que negar la esencia del judaísmo, pues se niega la fuente de sus tradiciones dinámicas.

Matar el desierto
“El resumen de matar el desierto es el Estado de Israel, que del desierto hizo fertilidad. Pero el desierto es desierto, es soledad, supervivencia, fracaso… no tiene que crecer nada”, dice Taub.
El desierto enfatiza la soledad, el fracaso, la nada, de estos elementos negativos resulta, parafraseando a Bieler (Spiritual Lessons of the Desert, sin pág.)(15), la humildad y la abnegación. Bamidbar 12:3 nos dice: “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra”. La historia del mayor de los profetas ocurre en el desierto, con humildad llena de fracasos, aquella que da el cumplimiento de los mandamientos divinos en un ambiente hostil como el desierto.
En esta línea argumental de la humildad que provoca el desierto, el midrash (16) nos cuenta: “Así como la zarza es de los más humildes de los arbustos del mundo, así también los judíos eran humildes y subyugados a Egipto”. El símbolo de la zarza ardiente en el desierto hace a Moisés un hijo del desierto y, por ende, a los hebreos que le siguieron.
El impacto de la actitud de menospreciar el desierto, su prescindencia, hace desaparecer la inspiración por el esfuerzo, por enfocarse en servir humilde y desinteresadamente al Creador y a los seres humanos y a la tevá (naturaleza). Así pues, es necesario entrar en diálogo con el desierto, con las experiencias obtenidas de él, para buscar en su desafío a la supervivencia una fuente de despertar y de despertarse a Dios, de tenerle entre el pueblo de Israel – en tener siempre preparado su Mishkan (templo móvil)-, y así poder tener acceso a la inspiración divina de nuestras vidas, que no es otra cosa que la revelación continua.

Conclusión
Taub nos presenta un desierto que con su soledad y su fracaso comprometen la supervivencia, lo que viene a desafiar a los mandatarios del Brit(17) (Convenio con Dios) y desarrollar una actitud regeneradora y vital en su historia. Sin embargo, el distanciamiento de tal desafío, esto es, del desierto, pone en peligro esa inercia desarrolladora del judaísmo y, eventualmente, amortigua el eco de la revelación continua. Una revelación que requiere de una comunicación con el Creador, comunicación que pasa por el envío de tefilot al haShamaim (oraciones al cielo), del cumplimiento informado de mitzvot (mandamientos) en haEretz (en Israel), informado por el estudio de nuestras fuentes.
Es el desierto en su desafío a la propia vida que da vida. Es el viaje por el desierto en el que se encuentra a Dios y su Torá. Es, finalmente, con el espíritu del desierto con el que el judaísmo hace que el cielo se acerque, y que Dios, a través de ese cielo, se conecte con la humanidad. Es el carácter de supervivencia que el desierto ungió en el pueblo de Israel y que sin sus ‘amenazas’ el ser humano no reconoce la humildad frente a la Creación. Sin humildad no se encuentra la abnegación necesaria para cumplir con el Brit. Sin el cumplimiento actualizado del Brit no hay Torá; y, sin todo ello, no hay conciencia de la realidad de una revelación divina continua, y así del mismo Dios.

* Abogado en Bélgica, Profesor de Derecho International y Relaciones Internacionales, miembro del International Jewish Centre Belgium/Brussels y Estudiante rabínico en el Instituto Iberoamericano de Formación Rabínica Reformista (IIFRR). Anteriormente fue militar y juez.

 

1. Ginsburg, R. New Perspectives on Freud´s Moses and Monotheism (Max Niemeyer Verglag, Tubinguen, 2006).
2. Heschel, A.J. God in Search of Man (Harper Torchbooks, New York, 1966), p. 191.
3. Pathai, R. The Jewish Mind (Charles Scribner´s Sons, New York, 1977).
4. Esta afirmación de Renan, recogida por Pathai, es un tímido guiño al sistema dialógico entre los jajamim de distintas épocas que caracteriza el estilo literario del Talmud.
5. “Its theme was a poet’s eulogy of the desert as the image of eternity, … “ (énfasis añadido) en S. Kracauser citado por Benjamin, W., The Arcades Project (Harvard University Press, Massachusetts, 1990), p. 600.
6. Traverso, E. The End of Jewish Modernity (PlutoPress, London, 2016).
7. Idea obtenida de la descriccion que hace Walter Benjamin del cuadro ‘Angelus Novus’ de Paul Klee, presentado por el Dr Taub el 29 de septiembre de 2021 en el IIFRR.
8. La Halaja entendida de manera amplia y dinámica.
9. Jeremías 9:2.
10. Bamidbar Rabbah 1:7
11. Scholem, G., Kabbalah (New American Library, New York, 1974).
12. Cassirer, E. Language and Myth (Dover Publications, New York, 1946), p. 74, (énfasis añadido)
13. Kaufmann, Y. The Religion of Israel(George Allen and Unvin Ltd., London, 1961).
14. Buber, M. The Prophetic Faith (Harper and Row Publishers, New York, 1960).
15. Bieler, J. (Rabbi) ´Spiritual Lessons of the Desert: The open spaces of the wilderness can help us access inspiration´, en https://www.myjewishlearning.com/article/spiritual-lessons-of-the-desert/
16. Shemot Rabá 2:5
17. “Sobre el suelo árido del desierto, en el que nada se fija, descendió el verdadero espíritu en un texto para cumplirse universalmente”, E. Levinas, Ética e infinito (epublibre), p. 58.