PESAJ 2022

El orden, el cuento y las cuentas

“En un momento del seder decimos: este año somos esclavos, el año próximo seremos libres. La libertad, en efecto, nunca está garantizada. Pesaj nos enseña que su conquista es una tarea interminable y siempre inconclusa. Es preciso continuarla. Por eso Pesaj es también una fábrica de porvenir”, nos dice la filósofa Diana Sperling en esta breve reflexión sobre Pesaj, que compartimos con nuestros lectores
Por Diana Sperling *

Pesaj es la fiesta del porvenir. La noche de Pesaj se organiza como seder, orden. Su centro infaltable es el maguid, narración. Todos los pasos rituales que preceden y siguen al relato son como círculos concéntricos destinados a abrazar y destacar ese núcleo. ¿Qué relatamos? El tormento de la servidumbre y el duro, vacilante logro de la libertad. La relación entre los dos términos -seder y maguid- da que pensar. “Orden” significa que (como decía mi papá) no se puede poner el carro delante del caballo. Hay, en el mundo y en la vida, secuencias, pasos que se siguen unos a otros. Como cuando contamos: 1,2,3… La noche de Pesaj está estructurada como una sucesión de momentos, palabras y acciones que dan cuenta de un proceso. Una progresión que nos permite entrar en clima, entender de a poco de qué se trata, participar y vivir una experiencia singular. Pero -como en todo ritual- ninguno de esos actos sería comprensible ni tendría sentido si no se incluyera en una historia. Serían solo gestos locos o vacíos. Al integrar los elementos en la narración, todo fluye y se arma en un cuadro armónico. Spinoza diría: el orden y conexión de las cosas es igual al orden y conexión de las ideas. Podemos pensar esas partes y pensarnos en relación a ellas porque se ligan en una serie. Nos contamos -en el doble sentido de la palabra- dentro de la historia, y eso nos permite ser protagonistas.

Pero no se trata solo de una secuencia racional. La comida -una de las manifestaciones de la libertad es disponer qué, cuándo y cómo comer- no es un detalle, sino que va de la mano de la narración. Sentirse parte de un proceso, vivirlo como propio exige la intervención de los sentidos: sabores, colores, cantos, aromas, texturas… Lo dulce y lo amargo, lo salado y lo picante, las lágrimas y las risas “meten” la historia de todos y la antigua tradición en mi cuerpo, en el aquí y ahora. Mis propios recuerdos -esa escena de la infancia, esos rostros- se enlazan con el tejido milenario de la escritura que nos narra.

El seder es una fábrica de recuerdos para que el tiempo siga avanzando. Mis hijos y mis nietos recordarán, de grandes, la vivencia, y cada imagen que atesoren se unirá como una ola al inmenso mar de la memoria. En un momento del seder decimos: este año somos esclavos, el año próximo seremos libres. La libertad, en efecto, nunca está garantizada. Pesaj nos enseña que su conquista es una tarea interminable y siempre inconclusa. Es preciso continuarla. Por eso Pesaj es también una fábrica de porvenir.

Hoy Pesaj duele. El faraón ha vuelto. Quedan muchos Egiptos en el mundo. Que en este seder podamos unir nuestras manos y nuestras voces para derrotar a los déspotas que siguen construyendo pirámides con la sangre y el dolor de los humanos. Porque lo casher del seder no es solo la comida, sino restituir el orden de la historia y apostar por la libertad, única posibilidad de apertura al futuro.

¡Pesaj casher ve sameaj! ¡Por un Pesaj ético y dichoso!

* Filósofa, escritora, docente. Su último libro: La difherencia, Miño y Dávila 2018