¿Eso está en el Tanaj?

Naturalmente brotan en este autor y en los lectores reminiscencias familiares al repasar los capítulos de las Escrituras porque ellas nos moldearon y crearon. Pero ¿Eso está en el Tanaj? no es una enciclopedia familiar sino una modesta reflexión y, en todo caso, una escueta enumeración de episodios bíblicos que las morot de todos los tiempos pretendieron soslayar.
Por Sergio Saposnic *

Advertido y sagaz lector sin intereses proselitistas políticos ni religiosos, que no buscás predicar ni ser adoctrinado; que te ves impulsado por el placer de la lectura del Tanaj y sus múltiples, antiguas y modernas interpretaciones. Desinteresado lector que valorás la riqueza de los comentarios eruditos -religiosos o mundanos- siempre que sean imaginativos; que tenés tu límite en los estudios disparatados aunque, a veces, te rendís ante ellos cuando superan la frontera de lo absurdo. Hasta la güematria o numerología hebrea que -según Harold Bloom- es la interpretación llevada a la locura, en ocasiones te resulta entretenida. Amigo que leés como si estuvieras jugando al viejo juego de la copa para convocar inteligencias y espíritus del pasado, del porvenir y de otros mundos o de universos paralelos; que aceptás la máxima borgeana de que la lectura es una de las formas en que se presenta la felicidad y que admitís gozoso la carga de lecturas, traducciones y añadidos de siglos y siglos.
Inocente lector, descifrador educado -a la vez candoroso y culto en las Escrituras- redescubrí estos párrafos mil veces transitados y olvidados y deleitate con sus letras inmortales.
Nos enseña William Blake que, de dos lectores que pasan la noche leyendo la Biblia, habrá uno que leyó negro donde el otro leyó blanco. Ahora no hacen falta dos lectores: a partir de Walt Whitman, el individuo es inmenso porque contiene multitudes. Puedo leer en el Tanaj blanco donde leí negro.
Puedo ahora leer palabras y fragmentos completos que sospecho que excluí o descarté por sombríos, amenazadores o indignos. En rigor de verdad, fueron mis morot quienes suprimieron esos fragmentos; fueron mis mayores los que los evitaron por vergüenza propia o para mantenernos alejados de los temas prohibidos para menores.
El Libro de los Libros sigue teniendo que decir algo a la vez nuevo y arcaico, y ¿Eso está en el Tanaj? recapitula esos fragmentos olvidados, las partes que omitieron las morot del viejo shule Nahum Sokolow de la calle Sanabria.

El juego del calamar versus la Biblia

En una reunión de padres en la escuela donde trabajo, se escuchó lo siguiente: “No veo qué tiene de terrible el Juego del Calamar; la Biblia es cien veces peor en lo que respecta a genocidio, torturas, esclavitud, incesto y sexo en general, y en esta escuela se les da a leer fragmentos a niños de ocho años”.
La defensora del Juego del Calamar supone -como muchos- guiado por habladurías y prejuicios ideológicos, que los niños leen en los shules los fragmentos más oscuros de las Escrituras.
¡No es así!
Sospecho que mi imaginación bíblica comenzó a desarrollarse cuando las maestras evitaron enseñarme los fragmentos más controvertidos y atrayentes de las Escrituras. En esas escolares tinieblas está guardado el génesis de mi afición. Imaginación gestada en la confusión entre la Biblia elemental Salvat y la parte más sombría que -como el resto de lo prohibido- conocí después. Ese tohu bohu o barullo original alumbra frases únicas, salmos literarios, metáforas inmortales y sabiduría poética que integran mi canon primordial, como décadas atrás lo harían los ídolos de Boca, el equipo de mis amores.
En el comienzo, la escolaridad hebrea nos instruyó en la parte angelical; en tanto, el lado siniestro aguardaba paciente, como el tango, la época de amores, intrigas y traiciones. Así fue como la imaginación bíblica se fue alimentando de tiernas historias lavadas y hasta maravillosas que sirvieron de plataforma y preparación para la llegada de los episodios y narraciones más escabrosos.
Pasados algunos años de la muerte de mi zeide, emergieron historias –algunas truculentas y otras cómicas- que hicieron su biografía más interesante; lo mismo ocurría en el Tanaj con el pastor David, luego el rey de Israel por antonomasia.
Si sólo conociéramos la vida de David por el libro bíblico Crónicas, editado según parece por los precursores de mis queridas y añosas morot, hubiéramos perdido el costado más oscuro y atractivo. Por fortuna, otro de los libros bíblicos, Samuel, da cuenta de esas partes.
Las novedades que llegaron de mi abuelo encajan en su personalidad, la completan y mejoran y nos provocan un regodeo interminable en las sobremesas familiares, en las que no perdemos ocasión de preguntarles pormenores a los más viejos. Les cuesta hablar pero finalmente se animan y hasta improvisan reseñas que amplían la leyenda.
Son muchas las revelaciones de episodios sombríos y no tanto que desconocimos a causa del silencio de nuestras cándidas maestras y apreciados parientes. Justo es decir que nos cuidaron de los detalles incómodos; que fuimos protegidos de enterarnos de los pormenores indecentes que cometieron los familiares. Tal vez los protegidos hayan sido nuestros pecaminosos precursores.
No hay reclamos. Puestos a decidir qué historias contar a nuestros niños hoy en día llegaríamos a soluciones semejantes.

Mi zeide y el Tanaj

Pintura de Peter Paul Rubens de Lot y su familia huyendo de Sodoma.

Ya crecidos supimos que mi abuelo tuvo dos amantes del barrio que eran ¡hermanas! y que armaron un griterío cuando se presentaron en su velorio. Fue el primo Beto -el Caín de la familia- quien las echó a empujones, cuando el cuerpo del páter familia estaba todavía caliente como, según nos fuimos enterando, lo estuvo en vida. En la cocina de mi casa, donde se gestó mi vínculo con el judaísmo, sentenció Ricardo, primo de mi mamá: “tu zeide fue un gran fornicador”. Agradecí en silencio no haberlo oído antes pero terminé de comprender, en ese momento, que el papá de mi mamá tuvo sentimientos y emociones que desconocía. Mi zeide era humano y el Tanaj no era sólo un libro de relatos para niños.
Las historias bíblicas que se aprenden en la escuela siguen siendo más inmaculadas aún en estos tiempos que lo que se cree. En los shules, por ejemplo, se enseñan las hazañas de Sansón pero no su afición por las prostitutas.
De todos modos, no se recuerda demasiado lo que se aprende en los años elementales. Einstein va más allá cuando dice que es un milagro que la curiosidad sobreviva a la educación formal. Pero sobre todo – y es lo que nos importa – existen omisiones de ciertos párrafos de las Escrituras en las adaptaciones para niños y en las clases de los maestros. Luego de una cuidadosa búsqueda en decenas de calificados relatos bíblicos para niños no encontré menciones de los segmentos que consideramos más difíciles, y las adaptaciones que hallé parecen haber recibido cirugía mayor: de tan cambiadas están irreconocibles.
La borrachera de Lot – por ejemplo – y la violación que le perpetran sus hijas (Génesis 19:31), comprensiblemente y a pesar de lo que nuestra liberal defensora del Juego del Calamar sostiene, no pasó los filtros de las autoridades de la educación primaria.
Los niños, en sus fantasías, componen mitologías que explican cómo nacemos y morimos, y dichas construcciones -sabemos hoy- colaboran en la conformación de las fábulas infantiles.
En la actualidad, los educadores y especialistas discuten si los niños deben conocer los pormenores sexuales, escabrosos y violentos de la historia –real o ficcional-. Y los textos bíblicos no quedan excluidos de la discusión.
Es un desafío ineludible y común a todas las épocas decidir qué contar a los niños y cómo hacerlo con el fin de que no sean perturbados y crezcan con valores tendientes al bien y la justicia. Entretanto, la televisión y distintas plataformas como Netflix se ocupan de narrar sin descaro violaciones, peleas sangrientas y otras barbaridades por el estilo. El morbo no deja de apuntar a estas cuestiones y la televisación de los programas se atreve cada vez a más.
La escuela utiliza otros criterios y elige preservarlos, aunque no siempre con éxito. Hay también algo de pudor personal al determinar -en el momento de dar una clase- la edición o “higienización” de las historias más oscuras. No cualquier adulto tiene confianza para enseñar o instruir a los más chicos en el mundo de los mayores, sus historias y ficciones. Los amigos lectores, coincidirán en que se hace lo que se puede.
Algunos ilustradores lograron con maestría colar en los manuales escolares dibujos de Noé recostado, con la nariz roja, después de plantar una vid. De modo que uno, cuando es mayor, puede reconocer y asociar vagamente aquella nariz de ebrio con la primera borrachera que recuerda la humanidad y –como veremos más adelante- en la confusa situación con su hijo Cam (Génesis 9:22).
Se cuenta que el mismo Sansón comenzó jugueteando con borreguitos antes de convertirse en el forzudo capaz de doblegar fieras de 250 kilos. Asimismo, comenzamos de niños con una lectura amable de la Biblia: escuchando las historias más puras hasta que nuestra formación indica, por sí sola, que ha llegado el momento adecuado -siguiendo la metáfora de Sansón- de doblegar a la fiera.
Aunque los psicólogos aseguran que los niños filtran los contenidos que no son capaces de asimilar o los desvían para que se alojen en alguna zona remota del inconsciente, en general, se tiene la precaución -o la intuición- de no enseñar la historia en que David manda a morir al frente de batalla a Urías para quedarse con su sensual esposa Betsabé. Se considera que es más adecuado hacer conocer su triunfo sobre Goliat y destacar su genio militar, sin dejar de lado sus dotes musicales y poéticas.
Sospecho que es tiempo para nosotros de emprender la tarea de ir por la fiera; aunque hay quienes prefieran tiernamente seguir acariciando el borreguito con el que jugueteaba el niño Sansón. El premio mayor es redescubrir el Tanaj y, como dicen los sabios, sentir con cada nueva interpretación que un cielo se abre.

Los capítulos bíblicos que esquivaron las morot.

No puedo concluir sin enumerar aunque sea unos pocos episodios bíblicos prohibidos por las morot que pretendieron resguardar nuestras delicadas psiques en formación. Antes de inventariar estos oscuros episodios, solicito a la defensora del Juego del Calamar y demás lectores sensibles que abandonen la lectura de este escrito para que no se vea lesionado su fino entendimiento.
Eran prostitutas las mujeres que pretendían ser la madre del bebé que Salomón ordenó partir en mitades.
Libro 1 Reyes 3:16-28.
Dios intentó matar a Moisés luego de elegirlo para que libere al pueblo hebreo de la opresión de los egipcios.
Éxodo 4:24.
Absalón, bello de pies a cabeza, hijo preferido del rey David; se acostó con diez concubinas de su padre.
Samuel 2 16-20-23.
Las hijas de Lot emborracharon a su padre para tener sexo con él.
Génesis 19:30-36.
Cam, hijo de Noé “conoció” desnudo a su padre o, según cuál sea la traducción, lo violó.
Génesis 9:20-25.

* En Twitter @SAsaposnic Sergio Saposnic/Club de la Biblia