Con Chile en el corazón

Aquel Septiembre

En este envío especial para Nueva Sion, Moshe Rozen recuerda la reacción de una buena parte de la juventud judía argentina frente al Golpe de Estado que derrocaba al gobierno popular de Salvador Allende en Chile. " El 11 de septiembre de 1973 centenares de jóvenes judíos en Argentina, en colegios y liceos, academias y universidades, percibieron el impacto de los sucesos en Santiago, no sólo como un llamado a la solidaridad desde la izquierda”. “No eran sionistas todos los jóvenes judíos que inundaron la Avenida Callao, rumbo a la gigantesca manifestación frente al Congreso –señala Moshe, quien fue uno de los protagonistas y organizadores en esa plaza. Muchos tampoco se definían como socialistas. Accedieron a aglutuinarse en torno a los carteles de la Juventud Sionista Socialista, por constituir, en aquel instante, la alternativa movilizadora para expresar la identificación con el pueblo chileno desde su condición de judíos argentinos”.
Por Moshé Rozén, desde Nir Itzjak, Israel.

Walter Benjamin ya nos advertía que retomar históricamente el pasado no significa reconocerlo tal como ha sido, más bien significa un deseo de captura, de rescate, de un momento determinado, de perpetuar un relámpago.
Abordar el surgimiento de la Juventud Sionista Socialista (J.S.S.) de Argentina, en septiembre de 1973 como convocatoria movilizadora del estudiantado judeorgentino puede evaluarse, puntualmente, en el contexto de la conmoción provocada, en toda América Latina, por la caída del gobierno de la Unidad Popular en Chile.
El golpe de estado en el país andino motivó, efectivamente, una ola de protesta continental: la clausura de la vía democrática al socialismo hirió al conjunto de la sociedad civil y la esfera política.
Pero, a casi medio siglo de la aquella crisis, podemos inscribir el impacto de ese «instante relámpago» en un marco analítico mayor.
Para muchos jóvenes argentinos –y particularmente- para una vasta franja de jóvenes judíos, las transformaciones sociales y políticas que caracterizaron el final de la década del sesenta y los inicios del setenta del siglo pasado, alimentaron una vocación de protagonismo; la realización personal marchaba, como señaló Hosbawn, fusionada con la aspiración colectiva de liberación social. El Mayo Francés y el Cordobazo anticiparon una multitudinaria voluntad militante.
El 11 de septiembre de 1973 centenares de jóvenes judíos en Argentina, en colegios y liceos, academias y universidades, percibieron el impacto de los sucesos en Santiago, no sólo como un llamado a la solidaridad desde la izquierda.
Se trataba de un proceso identitario que había comenzado a germinar al calor de una realidad específica de la Argentina de los primeros años de los setenta.

Crónica de Nueva Sion dese Chile, en la edición de octubre de 1973, a un mes del golpe

La transición de la dictadura a la democracia, operada en mayo de 1973, tuvo una incidencia emblemática en la cristalización de una identidad generacional distinta a otras épocas: mientras que, en décadas anteriores, primaba en el campo progresista una priorización de los valores cosmopolitas, internacionalistas, los setenta nacen bajo el signo de la reivindicación nacional.
Una relectura de NUEVA SION, de 1971 a 1974, permite observar el sello de aquella transformación: el sionismo socialista encuentra coincidencias ideológicas con sectores de izquierda latinoamericana que rompen con el esquema «estalinista» y legitiman un «pensamiento nacional» como referente ideológico.
No eran sionistas todos los jóvenes judíos que inundaron la Avenida Callao, rumbo a la gigantesca manifestación frente al Congreso. Muchos tampoco se definían como socialistas. Accedieron a aglutinarse en torno a los carteles de la J.S.S. por constituir, en aquel instante, la alternativa movilizadora para expresar la identificación con el pueblo chileno desde su condición de judíos argentinos.
Así fue como, en la noche del once de septiembre y en días posteriores, la bandera con la estrella de David emerge en la marea de insignias y consignas que cubrieron la Plaza del Congreso.
Tal vez, sin formularlo de este modo, aquella juventud miró, en ese instante relámpago, al cielo de la plaza, el cielo del setenta y tres, para proclamar, como Michael Lowy que «el Mesías no llegará del cielo: nosotros debemos ser el Mesías»