Iamim Noraim 5742. Pensando al otro como un semejante, en estos “ días temibles”

Este año también

Orna Stoliar, especialista en literatura hebrea, comparte con Nueva Sion un abordaje sobre los tiempos de Rosh Hashaná y Iom Kipur, a partir de dos poemas de autores clásicos israelíes: Lea Goldberg y Yehuda Amijai. La literatura hebrea contemporánea en general, y la poesía en particular, reflejan la estrecha relación entre el riquísimo acervo cultural judío y sus metamorfosis a lo largo del tiempo.
Por Orna Stoliar *

En la tradición judía, Rosh Hashaná Yom Kipur enmarcan un lapso de diez días llamados Yamim Noraim. Cabe mencionar que, si bien esta denominación suele ser traducida como «días terribles», su significado se acerca más al de «días temibles», en el sentido del respeto y el temor reverencial que despierta la creencia de que en dicho lapso Dios juzga el comportamiento de los seres humanos durante el año que termina, y determinalo que habrá de acontecerles en el año que se inicia. Esta situación, que se reitera año tras año, encarna la continuidad y la renovación constantes que implica el ciclo de la vida.

No obstante, ese dictamen no es irrevocable, ya que la introspección y la reflexión abren ante el individuo la posibilidad de evaluar su conducta, reconocer sus errores y tratar de remediarlos. Es interesante señalar que la Mishná especifica claramente cuáles son las trangresiones perdonadas en Yom Kipur en virtud de la plegaria y la contrición, y cuáles no: Yom Kipur expía las faltas cometidas por el hombre hacia Dios; pero no aquellas del hombre hacia sus semejantes, que solo serán perdonadas cuando se reconcilie con la persona perjudicada o agraviada y modifique su conducta.

La literatura hebrea contemporánea en general, y la poesía en particular, reflejan también esta estrecha relación entre el riquísimo acervo cultural judío y sus metamorfosis a lo largo del tiempo. Para ejemplificarla hemos elegido dos poemas cuya lectura permite combinar el goce estético con nuestras propias reflexiones.

Este año también

Lea Goldberg, Königsberg, Prusia (actual Kaliningrado, Rusia) 1911 – Jerusalén, Israel 1970. Poeta, prosista, ensayista, crítica literaria y traductora reconocida como una de las voces más destacadas de la poesía hebrea en el siglo XX. Alejada de la «literatura comprometida», solía recurrir a descripciones de la naturaleza y el paisaje para expresar situaciones y vivencias individuales y universales.

Lea Goldberg

Año tras año el pasto reverdece,
cae la lluvia y siempre amanece;
año tras año la tierra se ha renovado,
con lirios blancos y cítricos dorados.

Año tras año nace mucha gente,
penas y alegría, amor y odio siente.
Hay alguien que desea tan solo el bien.
Este año también.

 

En apariencia, se trata de un poema breve y sencillo que describe los fenómenos naturales que se repiten cada año, reiterando el ciclo de renovación y permanencia. Una segunda lectura, un poco más atenta, nos permite descubrir una imagen horizontal (el pasto a ras del suelo), seguida por otras dos verticales y en direcciones opuestas (la lluvia que cae y el sol que asoma), para terminar, otra vez, con una imagen horizontal a dos niveles: los lirios que florecen en las plantas y los frutos que maduran en las copas de los árboles. En resumen, una auténtica escena impresionista que despliega sus pinceladas de luz y color para representar el ciclo de las estaciones del año.

La segunda estrofa pasa del mundo de la naturaleza al de los seres humanos, con su bagaje de sentimientos positivos y negativos, y concluye con una esperanza renovada: aun dentro de la reiteración, siempre hay espacio para la innovación y los buenos deseos, con énfasis en el aquí y ahora: «este año».

Que la transición desde una reflexión sobre lo general y universal a la referencia a lo particular e individual exprese nuestros propios deseos y esperanzas de un año bueno y venturoso.

En Yom Kipur

Yehuda Amijai (Wirzburg, Alemania 1924 – Jerusalén, Israel 2000). Poeta, narrador y dramaturgo, es el poeta más traducido y conocido fuera de Israel. renovador de la poesía hebrea contemporánea, se aparta del «nosotros» colectivo para hacer hincapié en el «yo» personal e individual.

Yehuda Amichai

En Yom Kipur de 5728 vestí
ropa de fiesta oscura y fui a la Ciudad Vieja de Jerusalén.
Me detuve mucho tiempo frente a la pequeña tienda de un árabe,
no muy lejos de la Puerta de Damasco, una tienda
de botones y cremalleras y carreteles de hilo
de colores, y broches y hebillas.
Vi una luz preciosa y muchos colores, como un arca sagrada abierta.
Le dije en mi interior que también mi padre
tenía una gran cantidad de hilos y botones.
Le expliqué en mi interior sobre tantos años
y las causas y casos, por los que ahora estoy aquí
y la tienda incendiada de mi padre está allí y él está enterrado aquí.
Cuando terminé era la hora de cierre, de Neilá.
También él bajó la cortina y cerró la puerta
y yo volví con todos los que rezan a casa.

Los datos mencionados al comienzo el poema no son meros detalles para enmarcar una situación, sino elementos cruciales para entenderla: Yom Kipur, el día más solemne del año; 5728 (1967 según el calendario gregoriano), pocos meses después de la Guerra de los Seis Días; ropa de fiesta, como cabe una ocasión solemne, pero oscura (a diferencia de la ropa blanca que se suele vestir en Yom Kipur); y en lugar de ir a la sinagoga, como era dable esperar, va a la Ciudad Vieja de Jerusalén, que durante 19 años había estado vedada a los israelíes en particular, y a los judíos en general.

Yom Kipur es el día más significativo para que un judío, observante o no, se repliegue sobre sí mismo, haga un balance y hable consigo mismo, con sus semejantes y con su Dios.

Pero el yo de este poema –podemos suponer que es, también, el yo de su autor–entabla un diálogo interior con «el otro», que en este caso es el dueño árabe de una tienda en la Ciudad Vieja, y en lugar de ir a la sinagoga a rezar con la congregación, habla con él aunque más no sea para sus adentros, a pesar de que se trata de una conversación difícil, o tal vez precisamente por eso. Así afronta la posibilidad de ver alotro como a un semejante y de contrastar su situación con la vivencia propia como miembro de una familia judía perseguida por los nazis, que habían quemado la tienda desu padre en su Alemania natal.

De esta manera, este diálogo sin interlocutor concreto ocupa el lugar de la plegaria en el día más sagrado del calendario hebreo, y todo se cierra: Yom Kipur concluye con la oración de Neilá, cuyo nombre significa literalmente «cierre»; el tendero termina su día de trabajo y cierra la tienda; el yo poético acaba sus cavilaciones y el poema llega a su fin.

Los dos textos elegidos difieren en extensión, tema y recursos literarios: el primero es breve, compacto, con una estructura regular y rimada; empieza desde una óptica universal, casi cósmica, para decantar en lo humano y finalizar en el individuo y la esperanza de un mundo mejor. El segundo es más extenso, con una estructura irregular, discursiva y en cierta manera prosaica; empieza desde una perspectiva individual y la contrapone por una parte al «otro» individual (el tendero árabe de la Ciudad Vieja)), pero también al «otro» colectivo (los judíos que rezan en las sinagogas de la Ciudad Nueva), sin llegar a ninguna conclusión. El final queda abierto a cada lector.

Que la reflexión y la posibilidad de ver al otro como a un semejante nos ayuden a pensar y a actuar para enmendar el mundo; o, al menos, para empezar a intentarlo.

* M.A. en literatura hebrea (Univ. De Tel Aviv), Letras (Facultad de Filosofía y Letras, UBA), Hamidrasha Haivrit (Bs. As.), docente, traductora y periodista, autora del libro La senda un sueño. Historia de la familia shomrica en Argentina (en hebreo)