Alianzas improbables

Cómo Israel armó y entrenó islamistas en Afganistán e Irán durante la Guerra Fría

Partiendo de su evaluación sobre los riesgos y oportunidades que presentaba la región, Israel apoyó y se enfrentó a diferentes actores dentro del mundo islámico. Por momentos, este cálculo de beneficios motivó la asistencia millonaria a grupos que, desde el discurso oficial y público, eran enemigos acérrimos de Israel y estaban comprometidos con su destrucción.
Por Kevin Ary Levin

Desde su fundación en 1948 y hasta hoy, Israel nunca tuvo relaciones diplomáticas con Afganistán. Tampoco las tiene con Irán, luego del fin de los lazos entre ambos países tras la Revolución Islámica. Sin embargo, con la cambiante dinámica de la Guerra Fría y en un Medio Oriente convulsionado luego de la Revolución Islámica en Irán y la invasión soviética de Afganistán (ambos acontecimientos en 1979) se dio uno de los episodios más interesantes y desconocidos de la política exterior israelí: el aprovisionamiento de armas por parte de Israel a islamistas, tanto los revolucionarios iraníes como los mujahidin afganos. Con este último grupo, el vínculo con Israel incluyó también entrenamiento militar, según testimonios de personas involucradas en la operación.

Soldados soviéticos en Afganistan

Desde la conceptualización de política exterior de David Ben Gurion, la diplomacia israelí guarda un interés especial por los actores no árabes de la región, como lo son Turquía, Irán y Etiopía. Eran estos países, se esperaba, los que podían permitir al Estado judío romper la oposición uniforme a la existencia del Estado judío proveniente del mundo árabe y permitir una integración gradual de Israel en la región. Esta idea de “alianza periférica” en el Medio Oriente parecía confirmarse cuando Israel avanzó en sus relaciones con Turquía e Irán. Con este último país, se llegó a desarrollar en conjunto proyectos infraestructurales y hasta militares. Todo esto se modificó con la llegada de la Revolución Islámica en 1979, cuando el nuevo liderazgo iraní rompió relaciones diplomáticas formales con Israel y comenzó a denunciar a “la entidad sionista”. De esta forma, aunque el monolito del negacionismo árabe se había agrietado mediante la paz con Egipto, uno de los pilares de la política regional israelí había desaparecido de golpe. Sorprendentemente, esto no detuvo la existencia de algunos proyectos de cooperación en conjunto entre ambos países durante la década de 1980.

Revolución islámica

Motivaciones

Entre los motivos que tenía Israel para la continua colaboración con un gobierno que lo demonizaba en sus discursos públicos, se encuentran la percepción de que era necesario mantener el diálogo con los sectores moderados dentro de la revolución iraní; que el fervor ideológico iraní podía ser solo una etapa pasajera y que, por lo tanto, era importante mantener los canales abiertos; la voluntad de facilitar la Aliá de judíos iraníes – cerca de la mitad de los 30.000 judíos iraníes que se fueron en los meses tras la revolución se dirigieron a Israel – y la posibilidad de garantizar ingresos para la industria armamentística israelí. Sin caer en un enamoramiento irracional con los iraníes, los formuladores de política exterior israelí estimaban que la mejor chance que tenían de estabilidad era un mundo islámico enfrentado entre sí, debilitado y sin un líder hegemónico claro. Este lazo improbable se volvió en una necesidad existencial para Irán cuando, luego del estallido de su guerra con Irak (1980-1988) se vio en la necesidad urgente de repuestos para aviones y armamentos pero era incapaz de acceder al mercado estadounidense debido a las sanciones en su contra. Con una fuerza aérea basada en equipamiento estadounidense y británico – adquirido durante la época del Sha – Irán necesitaba un revendedor de repuestos y fue así cómo Israel se convirtió en uno de sus principales proveedores militares durante la guerra. Las convicciones ideológicas podían ser dejadas de lado cuando las petromonarquías del Golfo y la Unión Soviética apoyaban claramente a su rival en Bagdad, en una guerra percibida como existencial. Por otro lado, Israel estaba casi tan interesado como Irán en contribuir a la derrota de Saddam Hussein, un líder que contaba con el apoyo de la OLP, enormes reservas de petróleo y un ejército que cuatriplicaba el israelí, con fuertes chances de convertirse en la potencia regional en caso de salir victorioso. Gracias al apoyo militar en la guerra, Irak tenía ahora la capacidad de atacar Israel con misiles balísticos. Uno de los momentos destacados de la confluencia de intereses iraní-israelí fue el ataque israelí al reactor nuclear iraquí en Osirak en 1981, aparentemente asistido por información de inteligencia proveniente de Irán.

Guerra Irán-Irak

Como señala Trita Parsi en su libro Alianza traicionera (2007), mientras Irán intensificaba secretamente su cooperación con Israel, elevaba paradójicamente su retórica antisionista a nuevas alturas, tal vez como forma de disipar sospechas o tal vez como forma de resolver tensiones dentro de sus propias facciones políticas en torno al tema. El discurso antiisraeli era además irrenunciable si Irán quería mantener sus aspiraciones de ejercer un rol de liderazgo dentro del mundo islámico y exportar la revolución, incluso si en la práctica necesitaba a Israel para poder ganar la guerra. De forma interesante, Estados Unidos tenía un embargo armamentístico contra Irán que se extendía a sus aliados pero, durante la presidencia de Reagan, Washington hizo la vista gorda ante los acuerdos entre Teherán y Jerusalén.

La caída del avión argentino, el comienzo de la revelación

Un mes después del ataque en Osirak, el 18 de julio de 1981, un accidente reveló ante el mundo aspectos logísticos de este lazo sorprendente: la caída de un avión argentino perteneciente a la empresa Transporte Aéreo Rioplatense que transportaba armas significó un dolor de cabeza mediático para ambos países, pero el comercio rápidamente se reanudó mediante barcos. El Centro Jaffee de Estudios Estratégicos de la Universidad de Tel Aviv (hoy el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional) estimó que la venta de armas israelíes a Irán durante el período 1980-1983 fue por el total de 500 millones de dólares, en su mayoría pagos por la entrega de petróleo iraní, aunque la operación duró al menos algunos años más.

Israel destruye reactor nuclear en Osirak

Aunque el incidente aéreo y un anuncio de Ariel Sharon en mayo de 1982 de que Israel estaba vendiendo armas a Irán había destapado el secreto, un paso más en la publicidad de este lazo poco amoroso se reveló cuando estalló el escándalo Irán-Contras en 1986. Fue entonces cuando se supo que, en 1985, un acuerdo había tenido lugar: mientras que Irán necesitaba desesperadamente armas estadounidenses para su guerra con Irak – y creía que la mejor forma para hacerlo era a través de Israel -, Israel quería estrechar vínculos con Irán y evitar un ascenso de la influencia soviética en la república islámica. Por último, Estados Unidos había sido persuadido por el entonces premier israelí, Shimon Peres, de que la venta de armas estadounidenses a Irán a través de una tercera parte -para evitar romper el embargo armamentístico- posibilitaría la liberación de rehenes estadounidenses que estaban en las manos del aliado iraní en Líbano, Hezbollah. En Washington se decidió que parte de los ingresos por esta venta no registrada irían para cubrir un gasto que tampoco podía hacerse oficial: el apoyo a la insurgencia antisocialista en Nicaragua, los Contras, que había sido prohibido por el congreso estadounidense en 1982. El escándalo fue revelado en la prensa libanesa en 1986 gracias a la disputa entre facciones gubernamentales iraníes y llevó a acusaciones cruzadas y excusas de parte del liderazgo de los tres países.

Ari Ben Menashe

La misma aspiración israelí a limitar la influencia soviética e iraquí y extender los buenos vínculos con la región motivó la participación israelí en la resistencia contra la ocupación soviética de Afganistán. Una figura clave en este intercambio fue aparentemente el judío israelí de origen iraní Ari Ben-Menashé, miembro de la Dirección de Inteligencia (Aman) del Tzahal, quien habría sido también artífice de la colaboración con Irán, aunque la importancia de su rol fue disputada luego de su arresto en Estados Unidos a fines de 1989 por venta ilegal de armas. Según el politólogo pakistaní AZ Hilali, en su libro La relación EEUU-Pakistán (2005), Israel fue parte de los esfuerzos de la CIA de proveer armas a los mujahidin que luchaban contra la ocupación soviética, actuando como fuente de armamentos, al igual que China, Egipto, Francia y el Reino Unido, entre otros. Para asegurar la correcta utilización de las armas, una delegación del ejército israelí se habría asentado en Pakistán con la autorización del gobierno del presidente Zia, el gran ejecutor local de los designios estadounidenses y saudíes durante la guerra. Israel formó una red de empresas internacionales con el propósito de transportar armas a la resistencia afgana, equivalentes a varios cientos de millones de dólares.

“El carnicero de Kabul”

Hizb-e Islami

 Mientras que el politólogo Hilali sostiene en su libro que unos 4.000 combatientes afganos recibieron instrucción israelí, aclara que el principal beneficiario de esta colaboración fue la agrupación Hizb-e Islami (Partido Islámico), liderada por Gulbuddin Hekmatyar e inspirada tanto por el pensamiento de los Hermanos Musulmanes como por el discurso de la Revolución Islámica en Irán. Un problema derivado de que Hekmatyar había sido el principal receptor de la ayuda occidental fue que, según Olivier Roy en Islam y Resistencia en Afganistán (1990), el grupo se enfocaba más en luchar contra otros grupos de mujahidin con los que competía que contra los comunistas. Conocido con el apodo de “el carnicero de Kabul”, además de por los acusaciones de que sus combatientes tiraban ácido sobre la cara de mujeres afganas que participaban en la política, la influencia de Hekmatyar sobre Afganistán continúa hasta el día de hoy: tras la retirada soviética, se rehusó a formar parte del nuevo gobierno y luchó por la vía armada por el control del país, ejerciendo dos veces como Primer Ministro como parte de los esfuerzos de reconciliación nacional antes de la llegada de los Talibán. Sin embargo, el país siguió dividido en distintas facciones y, para 1996, Hekmatyar había perdido el apoyo de su principal aliado internacional, Pakistán, que apostó por los Talibán, a quienes veía con mayores chances de unificar al país. Exiliándose tras la llegada de los Talibán al poder, se opuso también al ingreso de Estados Unidos y se convirtió desde el exterior en uno de los referentes de la insurgencia en contra de la presencia extranjera, regresando a su país en 2017 – luego de dos décadas de exilio – tras un acuerdo de paz con el gobierno del hoy recientemente depuesto presidente, Ashraf Ghani. En los últimos días se lo vio reunido con el liderazgo Talibán, como parte de las negociaciones con grupos opositores.

Aunque esta historia puede parecer un laberinto de alianzas y vínculos, provee un pantallazo sobre una de las épocas más complejas de la Guerra Fría y las decisiones del gobierno y la comunidad de inteligencia israelí ante una región que se transformaba rápidamente y sentaba las bases de algunos de los conflictos que vemos hoy en día. Sirve también para pensar hasta qué punto Israel consideró dentro de sus prioridades la necesidad de intervenir sobre otros países en la región para asegurar su estabilidad, a pesar de su formal aislamiento diplomático de muchos de estos países. Finalmente, nos muestra que las decisiones gubernamentales estuvieron -y probablemente hoy lo están- guiadas por el pragmatismo y no por afinidad ideológica, agrupando en un mismo bando a Israel con grupos que llamaban abiertamente a su destrucción en la década de 1980. El hecho de que este apoyo millonario haya sido a grupos dictatoriales que realizaron masacres contra la población civil agrega un capítulo más a la novela trágica que es la historia reciente de Afganistán.

* Sociólogo (UBA) y Magister en Estudios de Medio Oriente, sur de Asia y África (Universidad de Columbia)