Pandemia, antisemitismo y paranoia

Mito medieval y modernidad: los culpables de todo

Un equipo de investigación de la Universidad de San Martín, publicó un estudio científico en el cual se releva la predisposición de una muestra representativa de personas a consentir o intervenir en la arena pública con discursos violentos y/o discriminadores. El estudio correlaciona dicha orientación con opiniones en torno a temas de actualidad. El prejuicio medieval contra los “judíos como artífices de un plan macabro” es, según revela el trabajo, algo que no ha pasado de moda.
Por Mariano Szkolnik *

El Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos (LEDA) de la Universidad de San Martín, publicó un Informe sobre los Discursos de Odio en Argentina, el cual recoge los resultados de una encuesta efectuada a más de 3.000 personas mayores de 16 años de todo el país. Las personas encuestadas expresaron sus opiniones en torno a un conjunto de juicios con connotaciones segregacionistas, discriminatorias al colectivo LGTB+, y abiertamente xenofóbicos. La investigación permitió al equipo construir un “índice de discursos de odio” (DDO), con el cual poder captar “aquellas disposiciones de los sujetos (más allá de su práctica efectiva) en la esfera pública digital que puedan ser consideradas razonablemente como actitudes violentas de discriminación, deshumanización y/o negación de derechos fundamentales de los otros.” Así fue posible agrupar a las personas según estas disposiciones, en tres grandes grupos: promueven, desaprueban o son indiferentes ante los DDO.
Los datos obtenidos permiten trazar un “Mapa de los DDO” de acuerdo a la zona de residencia, edades, nivel educativo y ocupación de las personas que respondieron la encuesta. El trabajo también analiza la correlación entre los DDO con temas de actualidad: por caso, las personas que “promueven DDO” tienden mayoritariamente a tomar partido en contra del aborto, a favor del “gatillo fácil” como modo de combatir el delito, se declaran abiertamente a favor de restringir o prohibir la inmigración desde países latinoamericanos, y toman posición contraria al reconocimiento de derechos laborales. La relación es inversa entre quienes “desaprueban DDO”. El estudio también indagó en torno a las percepciones de las personas sobre el origen de la pandemia del Covid-19.

Soros y los judíos
El equipo del LEDA-UNSAM consultó a las personas encuestadas sobre cuál era su nivel de acuerdo frente a la afirmación “Detrás de la pandemia del Coronavirus hay figuras como George Soros y laboratorios de empresarios judíos que buscan beneficiarse económicamente”. El resultado sorprende, no tanto por la confirmación de la vigencia del prejuicio antisemita, sino por su cuantía y transversalidad: un 46,7% de las personas encuestadas mostró algún grado de acuerdo abierto o solapado con dicha frase. Ahora, cuando se analiza con mayor detalle, resulta que ese grupo de personas no es homogéneo: sólo tres de cada diez entre quienes están de acuerdo o muy de acuerdo con la sentencia antisemita, también promueven DDO. Es decir, manifiestan una aversión por igual hacia los extranjeros, personas del colectivo LGTB+, o por “Soros y los laboratorios judíos”. En todo caso, lo que resulta preocupante es que más de cinco de cada diez personas que, según sus juicios, desaprueban los DDO y se autoperciben “progresistas y tolerantes”, también manifiestan acuerdo o mucho acuerdo con la frase en cuestión.

Del análisis precedente se deduce que el prejuicio contra las y los judíos se encuentra ampliamente extendido (aunque en diferentes proporciones) en nuestra sociedad, sea entre “progresistas” o “reaccionarios”, o a izquierda y derecha del espectro ideológico. Un gran guiso conspirativo y paranoide se mezcla en el caldero de la arena pública de las redes sociales, según el cual hay una “racionalidad” que explicaría sin ambages el por qué de la inédita situación por la que atraviesan todas las sociedades del mundo: enfermedad significa medicamentos, los cuales son producidos y comercializados por laboratorios de propiedad o participación de “los judíos ricos del mundo”, siendo el financista Soros su epítome. Ninguna prueba es necesaria para opinar y condenar… como si se tratase de un axioma, el prejuicio antisemita se fundaría en una verdad “evidente por sí misma.”

El rol de los medios de comunicación y del sistema político
Hace ya mucho tiempo que una parte del sistema político, así como figuras públicas del campo de la comunicación, han renunciado a ejercer docencia sobre las y los ciudadanos. El negacionismo, las teorías conspirativas de toda especie, el repudio a la ciencia y su método, y la enunciación de dislates sin fundamento ni evidencia, constituyen el norte que orienta las intervenciones públicas cotidianas. Se busca el impacto, la polarización rabiosa, el incendio en redes sociales, el escarnio y la cancelación; es decir, todo aquello que fidelice votantes y televidentes, y los constituya en “núcleo duro”, irreflexivo y amurallado.
A comienzos de abril de 2020, y con el inicio de las restricciones debidas a la pandemia, el periodista Tomás Méndez ofreció un informe por la pantalla del canal C5N, en el cual señalaba a “Israel, el sionismo, y los ricos del mundo” como responsables de la creación “artificial” del virus del Covid-19. Allí afirmó que “no me extrañaría que los judíos crearan el coronavirus y ya tuvieran la vacuna. Dicen que la encontraron por pura suerte, cuando en realidad llevaban un tiempo usándola.” Sobre finales de ese mismo año, la referente política Elisa Carrió presentó una denuncia por los delitos de “envenenamiento y el abuso de autoridad” contra el presidente Alberto Fernández, el entonces ministro de Salud, Ginés González García, y la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, por la compra de vacunas Sputnik V al gobierno de Rusia. Méndez y Carrió interpelan a audiencias diferentes: el primero, concita la atención de una parte del campo progresista que lo sintoniza para escuchar sus insultos contra Macri, funcionarios y dirigentes de su espacio político; en cambio Carrió se erige como una “luchadora aguerrida” en contra de la “corrupción kirchnerista” y en defensa de “la república, las instituciones y la democracia.” En ambos personajes se expresan ideas que por sí solas niegan la modernidad en la que creíamos vivir: fabricación de un virus, envenenamiento de la población, presencia de un supuesto poder judío mundial que se beneficia económicamente de cualquier manera, y sin ningún prurito moral… se trata de la receta manuscrita del prejuicio antijudío medieval, tamizado por las categorías del presente.

Retrato de Martín Lutero

La edad media nunca terminó
En su célebre libro “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”1 , Max Weber indagaba sobre los orígenes religiosos del pensamiento secular moderno. El sociólogo alemán postula allí que existen afinidades entre la ética seguida por ciertos grupos religiosos surgidos a partir de la Reforma Protestante y el desarrollo posterior de la sociedad capitalista; el texto supone la búsqueda de estructuras de pensamiento y acción que, lavadas de la máscara de la religiosidad, constituyan el sustrato del modo en que las personas se conducen en la modernidad. El estudio de Weber deja en claro que las ideas de una sociedad, en una época determinada, no surgen de la nada, sino que hunden raíces en el pasado, aún cuando los actores sociales lo ignoren. Lo mismo podría decirse de las ideas antisemitas medievales que, recogidas del tacho de basura de la historia y recicladas en aparentes “nuevas ideas”, persisten hasta el presente. La sociología de Weber permite identificar y analizar esta conexión entre pensamiento medieval y pensamiento moderno.
¿De cuál fuente abrevan, sino, las alucinadas afirmaciones de Méndez sobre “los laboratorios judíos”, de Carrió sobre “envenenamiento”, de youtubers de toda índole que asaltan nuestros dispositivos con terraplanismos y sinarquías, o de los manifestantes antivacuna y anticuarentena que en cantidad minúscula tomaron las calles durante la fase más restrictiva del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio de 2020? Fue el sacerdote Martin Lutero quien dijo alguna vez: “Si los judíos pudieran matarnos a todos, lo harían gustosamente, sí, y lo hacen a menudo, especialmente los que pretenden ser médicos. Ellos saben todo lo que se conoce de medicina…; pueden dar veneno a un hombre y hacer que muera en una hora, o en diez o veinte años. Conocen por completo ese arte.”2 Sus palabras sintetizaban siglos de pensamiento medieval…
Veneno, medicina, los judíos y un plan para enfermar a los gentiles. Afirmaciones pre modernas y pre científicas, fundadas en evidencias inexistentes. Pero, al mismo tiempo, nada que no podamos ver, oír o leer en estos días. El mérito de la encuesta del equipo de investigación de la UNSAM es ofrecer datos duros sobre el estado de un prejuicio harto conocido.

  1. Weber, M. (2011): La ética protestante y el espíritu del capitalismo; FCE, México
  2. Trachtemberg, J. (1965): El Diablo y los judíos; Ed. Paidos, Buenos Aires

* Sociólogo. Docente de la UBA