Gobierno de “unidad nacional” en Israel

¿Salvar la democracia del Bibismo sin Bibi?

Presentamos un agudo análisis de Leonardo Senkman sobre el nuevo panorama político israelí, que no ahorra en profundizaciones conceptuales, preguntas y pistas de entendimiento para desentrañar la complejidad de los acontecimientos actuales desde un enfoque histórico, sociopolítico y ético.
Por Leonardo Senkman *

Mucha alegría y esperanzas despierta el  extravagante  gobierno de “unidad nacional”  que puso fin a la crisis política que amenazaba con una quinta  elección general  en dos años, a la cual quería arrastrar Netanyahu. Extravagancia política no solo porque esta hazaña tan ansiada por la mitad del país fue lograda gracias a una heterogénea coalición sostenida con la estrechísima  mayoría de 60 escaños frente a 59 en contra.

Históricamente los gobiernos de unidad nacional  se formaron en Israel durante coyunturas de guerra y crisis económicas, pero nunca para socorrer al sistema político de  sus crisis  electorales.  Y tampoco  para  desalojar  a un primer Ministro  democráticamente elegido como Bibi, aunque su odiado régimen populista  nacionalista  y religioso de derecha  procuró  socavar a las instituciones  democráticas  del estado judío.

Los aliados en el nuevo gobierno de  Unión Nacional   fueron  pactados por el  líder de la oposición en la Knesset, Yair Lapid, para  echar  a Bibi del poder, y el resultado es  una heterogénea e ideológicamente contradictoria  coalición  de ocho partidos  de todo el espectro político de derecha, centro e izquierda de Israel.

Por primera vez una amplia colación derrota a Bibi Netanyahu

Pero a no engañarse: el nuevo gobierno de unidad nacional  fue parido en  una victoria pírrica de 60-59: el partido Likud obtuvo 30  mandatos, casi el doble de los 17 del centrista Yair Lapid de Yesh Atid, principal partido de la nueva coalición, y casi cinco veces más de los apenas 7 escaños del partido Yamina, del flamante primer ministro  Naftali Bennett.

El nacionalista Bennet, próspero empresario de 49 años, y ex secretario del consejo de todos los asentamientos en Cisjordania, acordó con Lapid  un gobierno de rotación y trasvasamiento   generacional: ocupará el cargo de premier con solideo hasta septiembre de 2023; entonces será relevado por el laico jefe del partido Yesh Atid,  el ex periodista y artífice político Yair  Lapid de 57 años, quien  gobernará  otros dos años.

Por sexta vez consecutiva, el  Likud ha sido desplazado de una interrumpida pero persistente serie de  gabinetes elegidos durante los periodos 1977–1984; 1986–1992; 1996–1999; 2001–2005; 2009–2021; sin embargo,  pese a la reciente derrota en las urnas, tiene chances de seguir siendo el partido hegemónico en el sistema político israelí, conservando sus 30 mandatos  y, sobretodo, conservando   la  férrea alianza clientelística de Bibi  con la masa electoral de la  ultra ortodoxia religiosa.  Actualmente este bloque populista de derecha procura blindarse en una beligerante oposición parlamentaria, y jura hacer caer a brevedad al nuevo gobierno “laico y de izquierda” de  Lapid,  acusando “al traidor Bennett” por haber supuestamente robado votos de la derecha y llevarlos al centro.

No olvidemos que en marzo de 2020, el líder populista del Likud también había logrado formar un anterior gobierno de “Unidad Nacional” con la ultra ortodoxia y el centrista partido dividido  Azul y Blanco. En verdad, luego de 16 meses de una crisis política sin precedentes en la historia de Israel, el primer ministro Benjamín Netanyahu y su otrora rival en las urnas Benny Gantz acordaron  formar un “gobierno de unidad” en plena pandemia de COVID-19.  Gantz sorprendió a propios y extraños al abrir la puerta a un gobierno de «unidad y emergencia» con el  premier acusado de corrupción. Fue  el Gobierno  con más carteras de la historia parlamentaria israelí  (36 ministros), pretextando así  cerrar la crisis política más prolongada. No olvidemos también  que esa coalición nacional fue lanzada  con una interpelación populista movilizadora: poner en marcha legislativa la anexión de los asentamientos judíos de Cisjordania y del Valle del Jordán.

El racismo de Kahana  entra en la Knesset

Ahora bien: tal  amenaza de anexión externa  fue neutralizada  por el ultimátum de los Emiratos Árabes del Golfo  y asimismo por el fin de la administración Trump y su Plan del Siglo. Sin embargo, una inédita amenaza interna promovida por Netanyahu acecha desde adentro mismo de la Knesset: por primera vez   el partido Sionista Religioso de Betzalel Smotrich, quien junto con el elegido diputado  Itamar  ben Gvir, epígonos de Meir Kahana,  desde una ideología fascista se apropiaron  del  histórico partido Mafdal, y lograron 4 diputados en la Knesset.

Meir Kahana

El historiador Yehjiam Weiz acaba de recordar que el entonces líder Zebulum Hammer del partido sionista religioso Mafdal  fue quien había liderado la campaña  en  contra del ingreso en la Knesset del rabino racista Meir Kahana,  maestro de   Itamar ben Gvir.  Hammer  fundamentaba su propuesta de ley antirracista en la Knesset   advirtiendo en abril 1986 que la lucha contra  la ideología de Kahana “era vital”,  porque  “sus ideas racistas  no podían tener lugar en la sociedad civil israelí ,  totalmente opuestas  a la existencia ética  del judaísmo y a la imagen espiritual de estado judío”(Haaretz,29-6-21).

En 2021, Ben Gvir y Smotrich logran incitar odio desde la esfera pública sin ningún tipo de impedimentos, después de haber sido legitimados electoralmente por Netanyahu y la derecha del Likud. Hoy respiramos bocanadas de saludable aire en el Israel pos electoral sin Bibi pero, simultáneamente,  la atmósfera  está cada vez más enrarecida  por la presencia desfachatada  de los Gvir-Smotrich en los medios de comunicación masivos ante la indiferencia general.  Vivimos en una atmosfera completamente diferente de hace dos años,  cuando  la Corte Suprema  -en abril de 2019-  impugnaba  la candidatura de  Michael ben Ari, otro discípulo de Kahana, impidiéndole ser diputado  por el partido  Unión Nacional.

Pero el extravagante  gobierno de unidad nacional  conmociona no solo al sistema político israelí corrido hacia el centro, y legitimando a un partido de ultra derecha kahanista;  también la sociedad civil  se siente conmocionada  porque Bennett –Lapid  hayan conseguido formar una coalición de mescolanza  pactada con partidos de la socialdemocracia sionista (Avodá y Meretz), la derecha laica del  partido Israel Beitenu de  Avigdor Lieberman,  la derecha tradicionalista Tikva Jadasha de Guideon Sa”ar, además de la derecha religiosa  de Yamina, el partido de Bennett. 

Arabes adentro, ultraortodoxos judíos afuera

Aunque lo más insólito y comentado sobre  esta movida centrista sigue siendo, por un lado, la entrada inimaginable  de un partido islámico árabe israelí en la coalición, Ra’am de Mansour Abbas, y,  por  otro lado,  la exclusión también inimaginable de todos los partidos  ultraortodoxos  judíos.  Nunca antes  un partido islámico israelí había apoyado a ningún gobierno sionista (aunque si hubo ministros drusos y diputados árabes israelíes (el primero,  Rosan Bastuni fue miembro de MAPAM en la segunda Knesset) y además, nunca antes  los partidos  ultra ortodoxos habían quedado fuera de  coaliciones  tanto de gobiernos  laboristas, y mucho menos,  del Likud.

Manssour Abbas el líder del partido árabe que hace historia en Israel

Inversamente, nunca  antes la izquierda sionista formó parte de gobiernos de coalición nacional con la derecha. Sí,  en cambio,  MAPAM aceptó entrar  en el  alineamiento  laborista con Avodá (el Maaraj) desde 1969 a 1984, logrando 56  parlamentarios contra los 26  del bloque opositor GAJAL de derecha. Sin embargo, al cabo de quince años,  Mapam se retirará defraudado cuando Shimon Peres, en  1984, formó el gobierno de unidad nacional con el Likud.

La socialdemocracia actual justifica sentarse junto a la derecha para ayudar a “salvar a la democracia israelí”  del estado calamitoso  en que la ha  dejado el  populismo  nacionalista religioso  y neo liberal del Bibismo.

El Gobierno auto designado coalición “del cambio” promete  llevar a cabo reformas consensuadas mínimas, pero solo en la sociedad civil,  no en  política interna ni  exterior;  mucho menos, negociar con los palestinos. Fue pactada una reforma electoral a fin de impedir que un primer ministro ocupe el cargo más de ocho años o dos términos (si bien las legislaturas de cuatro años en Israel sobreviven un promedio de dos años y medio). Se pretende aprobar un prepuesto del Estado rápidamente, tras dos años de estancamiento político:  básicamente,  aumentar la construcción en Jerusalén y   la oferta de viviendas en la zona central del país, avanzar en  reformas judiciales y en la alicaída educación primaria y secundaria, descongestionar las atascadas carreteras, promover el transporte público, y aumentar considerablemente los fondos para las comunidades árabes.

Precisamente,  el nuevo apoyo del partido Ra’am coincide  con la estrategia de Bennett y Lapid  en poner el acento en reformas económicas, educacionales y de seguridad  que beneficie, básicamente,  a  la sociedad civil árabe de Galilea y beduina del norte del Neguev, dejando en un segundo plano la cuestión de la identidad nacional palestina de los árabes en Israel y en los territorios ocupados.  Tal ha sido, y seguirá siendo, la estrategia política exitosa de Mansour Abbas, un intelectual islámico culto, quien cursó  estudios universitarios y  es  profundo  recitador de memoria de oraciones, prescripciones legales y epítetos del Corán: Mansour Abbas  es  una figura respetada  entre  las comunidades religiosas islámicas de la  Galilea y del sur beduino,  y fue colaborador  del Sheik Darwish en Kfar Kassem hasta su muerte.

Pragmático político y odiado contrincante de los partidos laicos y de izquierda en la Lista Árabe  Conjunta liderada por  Ayman Odeh, del partido comunista Jadash; Mansour Abbas, jefe del partido Ra’am  (Lista Árabe Unida) logró  cumplir el objetivo  que en 1996  había dado origen al brazo político de los Hermanos Musulmanes: influir en la Knesset. Pese a que tuvo una actuación importante cuando  la Lista Árabe Conjunta  llegó a ser el tercer partido más grande del parlamento israelí con 15 diputados,  la escisión de la Lista Árabe Unida propulsada por Mansour Abbas  en las elecciones de marzo de 2021 le hicieron perder  a Odeh nueve diputados, quedando actualmente con 6.

Pero más allá de interpretaciones conspirativas, la escisión provocada por Mansour Abbas  tiene  historia política. En enero de 2019, Ahmed Tibi , el líder de Ta’ al, anunció que su partido abandonaría la coalición liderada por Odeh, y poco después el resto de partidos decidieron disolverla de manera definitiva. En las elecciones de abril de 2019, los cuatro partidos que conformaron la Lista Árabe Conjunta concurrieron en dos coaliciones separadas, formadas por  Jadash y Ta ‘al  de un lado y Balad y la  Lista Arabe Unida, por otro.

Comparto la interpretación del investigador del Islam Dr. Mohanad Mustafá, para quien  Ra’am  expresa la entrada del Islam en el espacio público árabe israelí, influido también por vientos  reformistas de la onda expansiva de la Primavera Árabe. El discurso  público de  Ra’am  colabora a poner sobre el tapete qué tipo de  sociedad (¿tradicional? ¿súper-ortodoxa? ¿laica?)- desean los árabes en Israel, de modo paralelo a un discurso similar entre los judíos. Mansour Abbas opta por oponer radicalmente la ortodoxia islámica a la modernidad laica,  que  expresa además expectativas de una clase media próspera  en ascenso, interesada en satisfacer necesidades socio económicas inmediatas de la población musulmana (Revista suplemento del Haaretz, 25/6/21).

Asepsia política

Ahora bien: la asepsia política del consenso de  esta  nueva coalición  ya  muestra en las primeras dos semanas cómo la izquierda sionista  tuvo que tragarse dos sapos  sumamente tóxicos. El primer batracio lo tragó el ministro laborista Bar Lev,  de seguridad interior, cuando accedió a autorizar la marcha de las banderas totalmente provocativa en la ciudad vieja de Jerusalén, justo una semana después de haberse opuesto por considerarla  nociva: era antes de entrar al gobierno de unidad nacional.

El otro sapo atragantado  en la garganta de los ministros laboristas y de Meretz siguió a la decisión del gabinete de no evacuar totalmente el puesto de avanzada  ilegal de Avitar, aledaño a Nablus, tal como exigía el Ministro de Defensa Gantz. Los jóvenes colonos invasores aceptaron la propuesta gubernamental de evacuar  el sitio, pero  sin  destruir los edificios  hasta tanto la  Justicia decida sobre la propiedad de la tierra palestina.

El Gobierno decidió no evacuar totalmente el puesto ilegal de Avitar, aledaño a Nablus. La Justicia deberá decidir

Tal decisión escandalosa está en sintonía con los proyectos de construcción de 31 asentamientos en Cisjordania, la primera de cuyas medidas fue tomada el 24 de  junio pasado por el nuevo gobierno de  Unidad Nacional. Según reportó la prensa, los  planes aprobados por la Administración Civil incluyen un centro comercial, una escuela de necesidades especiales, y una serie de proyectos de infraestructura y cambios de zonificación en los asentamientos existentes en Cisjordania.

Ayman Odeh,  el recordado secretario de la Lista Conjunta de partidos árabes,  tras la aprobación de la construcción en asentamientos,  acusaba  a   “la izquierda que  se rindió a la derecha  al haber   consentido  en dejar de lado  la negociación diplomática, mientras la derecha sigue perjudicando las posibilidades de paz y profundiza la ocupación, opresión y desposeimiento de millones de palestinos.”

Pero no es  necesario acudir únicamente  a Odeh para  comprender  el comportamiento genuflexo  de ambos partidos socialdemócratas en la flamante  coalición nacional. La editorial de Haaretz (1-7-2021) titulado , “Michaeli y Horowitz se callan”,   condena el silencio de los ministros  socialdemócratas  judíos al consentir la formula gubernamental de aceptar la exigencia de los colonos de no evacuar completamente Abitar, y critica “dejarlo solo  a Benny Gantz y a los militares  del área de  seguridad  en su  frente de oposición a tal compromiso”. Entre otros, los generales y expertos militares palomas,  Amos Gilad  y Amos Yadlin. Más  aún:  comprendiendo que el frágil gobierno de unidad nacional se niega  a  tomar medidas políticas de largo alcance respecto al conflicto israelo-palestino, el  periodista Akiva Eldar  solicita  a Lapid  que esté  dispuesto “mínimamente”  a parar la piromanía provocadora de “los colonos ladrones de tierras,  deteniendo a los invasores de propiedades palestinas en el puesto de avanzada ilegal de Avitar”. El lúcido  intelectual pacifista, por último,  le advierte al canciller del nuevo gobierno: “Estos incendiarios no están dispuestos a darle a vuestro gobierno  siquiera un solo día de gracia.” (Haaretz, 30-6-2021)

Mucho me temo  de  que el  nuevo gobierno de unidad nacional, formado para   “salvar la democracia israelí”  de la autocracia populista neoliberal de Bibi,  le interesará  salvar la democracia para los ciudadanos judíos solamente;  imperdonable error que en la nueva era de bibismo sin Bibi, se continúe privilegiando el estado judío  a costa del  inseparable estado democrático para todos sus ciudadanos, capaz de  poner fin  también a la ocupación colonial  israelí en los territorios palestinos.

* Doctor en Historia (UBA).  Investigador asociado del Instituto Harry S. Truman para el Avance de la Paz, Universidad Hebrea de Jerusalén.