Latinoamérica despierta, ¿un nuevo rumbo para la región?

El clima de movilización en América Latina configura un escenario de esperanzas para otra posible oleada progresista en la región. El desenlace dependerá de cómo se logren canalizar esas demandas. El Foro Político Juvenil Adrián Jmelnizky recorre este panorama para pensar los desafíos que se nos presentan en esta coyuntura como judíes latinoamericanos.
Por Axel Kesler *

Nuestra región históricamente se ha caracterizado por compartir un pasado y un presente común. La historia de las venas abiertas, como Galeano ha titulado, está signada por una eterna disputa entre el despojo y las luchas por la emancipación. En las últimas décadas esto tomó forma en el intento de implementación de una estructura neoliberal y las resistencias a ese proyecto: para el año 1973, el primer “experimento” montado en Chile e ideado en Chicago inauguró una oleada de reformas en varios rincones de la región que tenían como objetivo la “inserción” de las economías en las nuevas dinámicas del capitalismo global. Esto logró consolidarse en la década de 1990 con la caída de la URSS y la difusión de un supuesto “fin de las ideologías”, así como de la globalización neoliberal como único camino posible. Es así que el retorno a la democracia en la región no necesariamente implicó una ruptura con los procesos de desregulación del mercado, endeudamiento y financiarización de la economía.

A principios del siglo XXI las consecuencias sociales de ese modelo empezaban a sentirse. Fue en ese entonces que se dieron una serie de estallidos que marcarían un quiebre en la región. El “que se vayan todos” en Argentina, la Guerra del Agua en Bolivia, la Rebelión de los Forajidos en Ecuador, los saqueos en Uruguay, son algunos de los ejemplos de ese despertar. Frente a ello, diferentes proyectos políticos que buscarían dar respuesta a esta desintegración social comenzaban a asomarse lentamente. Varias victorias electorales dieron inicio a gobiernos conformados por muchos de los sectores que habían protagonizado esos estallidos sociales, dando lugar a un nuevo ciclo caracterizado por la impugnación de las reformas y lógicas neoliberales predecesoras. Con Hugo Chávez en Venezuela, Lula Da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Néstor Kirchner en Argentina, entre otros líderes regionales, comenzaba a formarse un bloque que apostaba a la integración regional en clave “posneoliberal” como vía al desarrollo.
Si bien ese período estuvo marcado por una reducción en los niveles de pobreza y desigualdad y un mejoramiento de las condiciones de vida de la población, hacia la década del 2010 empezó a perder apoyo. Diversas lecturas marcan que el descontento escaló frente a las limitaciones estructurales de sus economías, las denuncias de corrupción, la dificultad de canalizar las demandas de los nuevos sectores medios, la dificultad en construir alternancias en las figuras políticas, la falta de transformaciones más radicales, entre otros detonantes. Fue así que poco a poco comenzó a perder terreno ese bloque regional y a darse lugar al ascenso de “nuevas derechas” en el continente. El triunfo de Mauricio Macri en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil, Iván Duque en Colombia, Luis Lacalle Pou en Uruguay, así como la traición de Lenin Moreno en Ecuador comenzaban a torcer la correlación de fuerzas en la región. Cabe destacar que muchas de estas victorias lograron reponer elementos político-culturales del neoliberalismo que persistieron durante todo el ciclo de los gobiernos progresistas como una tensión interna irresoluble.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que este curso comenzó a mostrar sus signos de agotamiento. Los niveles de organización de los sectores populares en la región, así como el emerger de nuevos movimientos se alzaron en los últimos años. En el caso de Argentina, la resistencia en las calles a cada política antipopular dificultó los planes del macrismo y preparó el terreno para su rápida derrota electoral en el año 2019. En México, la asunción de Andrés Manuel López Obrador colocaría por primera vez a un presidente comprometido con las causas de los pueblos originarios y que pondría en agenda reformas progresivas en el país. En otros casos como el de Chile, las movilizaciones del año 2019 -luego de que un grupo de jóvenes saltaron los molinetes en rechazo a los aumentos del transporte público- desembocaron en la elección de representantes de izquierda e independientes para reformar la constitución pinochetista. En Ecuador, para ese mismo año, el aumento del precio de la gasolina en un contexto de pérdida del poder adquisitivo de la población generó oleadas de manifestaciones que, aparentemente, volverán a resurgir pronto. En Colombia las calles estallaron este año frente al intento de aumentar los impuestos a los sectores populares, resistiendo a altos niveles de represión por parte de la policía de Iván Duque. En Uruguay se generó un fuerte frente de resistencia contra la Ley de Urgente Consideración que traía reformas de corte punitivista y de ajuste fiscal. En Perú, luego de amplias movilizaciones antifujimoristas, obtuvo triunfo electoral un sindicalista de izquierda que pondría fin a años de gobiernos neoliberales.
La región está atravesando fuertes movimientos en un contexto mundial de gran incertidumbre. Álvaro García Linera caracteriza estos tiempos como de gran excepcionalidad, en el que el futuro social se presenta como contingente y aleatorio, y donde los esquemas cognitivos se irán moldeando a partir de los hechos que se desencadenan en esta crisis de sentido. Es en ese marco que se vuelve difícil pronosticar un rumbo para esta disputa. Aun así, algo cierto es que el clima de movilización social está colocando sobre la arena pública diversas reivindicaciones de los sectores afectados por este proyecto neoliberal, generando un corrimiento del mapa político regional. El desafío está en poder canalizar todas esos “despertares” en estructuras e identidades políticas capaces de conquistar el poder estatal e iniciar una nueva oleada de transformaciones. Para que lleguen más lejos que las anteriores, dependerá de la capacidad de esas fuerzas para generar proyectos que pongan el eje y construyan su base tanto en las demandas populares como en una apuesta regional.
Se trata de incorporar una perspectiva latinoamericana a los proyectos y los debates en todos los planos. Desde las fuerzas más globales hasta las tareas cotidianas de los movimientos locales. Estas son algunas de las discusiones que dispararon a partir del Foro Político Juvenil Adrián Jmelnizky(1) organizado por Tzavta y Nueva Sion, con el auspicio de la Casa de Cultura Rosa Robota, Amos y UJJA, organizaciones de la comunidad judía progresista, con el fin de pensar nuestra acción política desde una identidad judía, popular y latinoamericana.

* Sociólogo y Maestrando en Políticas Sociales (UBA).

1) El foro político es un espacio plural para reflexionar, analizar y debatir temas de actualidad política dirigido a jóvenes de entre 18 y 30 años. Se construyó con la clara convicción de que el debate sobre diferentes temas de la agenda política enriquece nuestra comunidad y fomentan la construcción de una identidad judía crítica y comprometida con los valores de nuestro pueblo.
Adrián Jmelnitzy Z»L, un gran amigo que se fue muy joven de este mundo, fue fundador del Foro Político juvenil creado en el marco de la Bnai Brith Argentina. Master en Ciencia Política, Universidad Hebrea de Jerusalem, Israel. Orientación: Política comparada. Diploma de Honor de la Universidad Hebrea de Jerusalem. Licenciado en Ciencia Política, Universidad del Salvador, Buenos Aires, Argentina. Diploma de Honor de la Universidad del Salvador. Docente universitario.