Terremoto político en Israel marca el fin de la era Bibi

Luego de estar paralizada desde hace dos años, la política israelí está siendo sacudida por un terremoto. Y el principal responsable de que esto esté ocurriendo es Yair Lapid, quien como líder de la segunda fuerza más votada logró algo inesperado: una coalición imposible que en pocos días va a cumplir su principal objetivo: sacar a Bibi Netanyahu del poder. Sí, al hombre que dominó como quiso la política del país y las relaciones con el mundo durante más de una década
Por Damián Szvalb

Los líderes de ocho partidos de la oposición de Israel se han comprometido a votar unidos dentro de una semana en una sesión de investidura. El nuevo gobierno cuenta con el respaldo de 61 diputados de tres partidos de derecha (Yamina, Nueva Esperanza e Israel Nuestro Hogar), dos de centro (Yesh Atid y Azul y Blanco), dos de izquierda (el laborista y Meretz) además del apoyo de Raam, una formación árabe religiosa.
Para entender lo trascendental de este momento, y por qué puede representar un cambio histórico para la política israelí, hay que entender que este gobierno será posible, más allá del acuerdo para rotar en el cargo de primer ministro entre Naftali Bennett y Lapid, gracias a la decisión sin precedentes del partido islamista Ra’am, que se transformará en el primer partido árabe en ingresar a un gobierno israelí.
Fue justamente Bibi quien, con un extremo pragmatismo, más fuerza hizo para que los partidos árabes se incorporarán al gobierno. Claro que los pensó como sus socios y nunca se imaginó que se podrían convertir en sus verdugos políticos. El promovió durante la última campaña electoral la incorporación de la minoría árabe, alentando justamente al líder del partido Raam a romper con la Lista Conjunta (una coalición de fuerzas de la minoría árabe). Le prometió de todo a cambio de su apoyo en la Knesset. Parece que no alcanzó.
Si bien haber juntado una mayoría en este contexto es un éxito político contundente, al nuevo gobierno no le sobra nada, porque Lapid y Bennett tienen actualmente 61 miembros de la Knesset, el mínimo necesario. Además, algunos de los acuerdos de coalición aún no son definitivos. Tendrán que presentarlos en la Knesset antes de que se lleve a cabo una votación sobre el gobierno.

Yair Lapid y Naftali Benett se turnarían en el cargo de primer ministro, dos años cada uno. Los primeros dos años serían para el referente de la derecha

Por todas las debilidades cuanti y cualitativas que atraviesan este armado político, se espera que Netanyahu intente sabotear la nueva coalición y no pare de presionar a varios de sus miembros de derecha para que deserten. Lo hará hasta el último segundo que tenga posibilidad de frustrar el acuerdo.
Y como Lapid conoce muy bien a Bibi, quiere apurar todo y ya le envió una carta al Presidente de la Knesset, Yariv Levin, un aliado de Netanyahu, pidiéndole que convocara a votar sobre el nuevo gobierno lo antes posible. Levin puede detener la votación durante al menos una semana. Además, ideó un plan de crisis por si algún miembro más del partido de Bennett, como ya sucedió, termina votando en contra. En ese caso, Lapid y Bennett tienen que reemplazar esos votos con los de los parlamentarios de la Lista Conjunta Árabe que deben pronunciarse a favor del gobierno o abstenerse.
Resulta muy paradójico también que quien va a reemplazar a la persona que concentró todo el poder político durante más de una década, sea un dirigente que en las últimas elecciones obtuvo solo 7 escaños. Pero tiene una lógica inapelable: ese número le permitió transformarse en el “hacedor de reyes” (el que tiene capacidad para volcar la balanza) en la lucha por formar un gobierno. Tanto Netanyahu como Lapid necesitaban su apoyo.

Lo que vendrá…
Ya habrá tiempo para analizar en profundidad lo que viene y cómo podría funcionar el mecanismo de convivencia que diseñaron los líderes de la coalición. Sobre todo en temas como el conflicto entre israelíes y palestinos, que es de extrema sensibilidad y donde los posicionamientos ideológicos son opuestos. Se cree que Lapid tendrá la última palabra sobre esa cuestión.
Lo que ha pasado en las últimas horas puede ser una señal de lo que viene en la política israelí. Por un lado, las negociaciones frenéticas y llenas de problemas y desconfianzas en la nueva coalición revelan la fragilidad de este armado político que se dispone a gobernar Israel.
Por el otro, la presión que está ejerciendo Netanyahu y sus partidarios sobre los miembros de derecha de la coalición indican que Bibi no está dispuesto a retirarse fácilmente de la política israelí. Está haciendo todo lo posible para evitar que se forme un nuevo gobierno. Si no lo logra, buscará transformarse en el jefe de la oposición, para desde allí seguir cascoteando a sus rivales. Eso sí, ahora la tendrá que hacer sin la inmunidad que le viene otorgando el cargo de primer Ministro, que lo protege de ir a la cárcel si finalmente la Justicia lo encuentra culpable en alguno de los tres casos en los que está procesado.