Con su ataque, Hamas volvió a poner a Bibi en el centro del ring

Hamas decidió desencadenar esta guerra contra Israel para intentar posicionarse definitivamente como la voz de la causa palestina y de los árabes israelíes. El momento se le presentó como el ideal: las imágenes de policías y soldados israelíes tirando bombas de humo y de estruendo dentro de la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén al reprimir las manifestaciones contra la orden de desalojo que recibieron varias familias árabes, inflamó a la calle palestina y a los árabes israelíes que ya venían indignados por las limitaciones que Israel le impuso para moverse durante el Ramadán en Jerusalén mientras se permitieron eventos masivos de los judíos ultraortodoxos.
Por Damian Szvalb

Hamas está tratando de ganarse el apoyo popular en Jerusalén y Cisjordania a su manera: atacando brutalmente población civil israelí. Quiere demostrar que su poder de fuego para golpear a Israel está intacto. Necesita mostrar esa musculatura para ganar espacio en la interna palestina en medio de las pujas internas, sobre todo con Mahmud Abbas quien hace días suspendió las elecciones.

Manifestaciones en Gaza

Pero como nunca antes Hamas cruzó algunos límites y se arriesgó demasiado. Al atacar Jerusalén y Tel Aviv y, sobre todo, al matar civiles israelíes, dejó a Bibi Netanyahu sin alternativas: el primer ministro sabe que para salir fortalecido internamente, el golpe contra Hamas deberá ser de una magnitud tal que rompa el statu quo. Esto significa que ya no alcanza con golpear objetivos militares y pactar una tregua hasta el próximo round. Bibi va por más y podría aprovechar el momento para terminar con Hamas, o algo parecido. Todos saben que para eso habría que emprender una operación mucho más importante que la que estamos viendo ahora y que podría incluir lo que Israel trata siempre de evitar: entrar por tierra a Gaza.

 

Con su ataque a la población civil, Hamas le dejó a Bibi el camino despejado para recuperar centralidad política. Ahora tiene un alto apoyo popular para hacer lo que tenga que hacer para devolver la calma, ya no solo al sur del país sino a Tel Aviv también.  La clave será saber en cuánto tiempo lo logra, y si le alcanza con lo que está haciendo hasta ahora: atacar objetivos de Hamas y de la Jihad Islámica en Gaza y asesinar a los a los más altos dirigentes de esos grupos. Pero si el tiempo pasa y las ciudades israelíes siguen bajo fuego, el gobierno de Israel deberá empezar a analizar otras opciones, todas malas.

La peor es la invasión por tierra, porque si bien puede conseguir debilitar fuertemente a Hamas o al menos obligarlo a que frene la agresión, los costos que se pagan en vidas propias y ajenas pueden ser altísimos. Esto quedó demostrado en los anteriores choques: cuando Israel pone un pie en Gaza se desata lo peor de las guerras.

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Sismo en el panorama interno: barajar y dar de nuevo

Para analizar este brutal recrudecimiento del conflicto tampoco se puede obviar la cuestión de la política interna israelí. Cuando estallaron los enfrentamientos, en Israel la oposición política, con Yair Lapid y Naftali Bennett a la cabeza, estaba en plenas negociaciones para formar gobierno y sacar a Bibi del poder después de 11 años. Ahora, a ambos dirigentes no les quedará otra que alinearse detrás de Bibi para responder a la agresión de Hamas; y a olvidarse de la posibilidad de armar una coalición con el apoyo de los partidos árabes israelíes. La tensión interna en Israel entre la población árabe y la judía está creciendo y esto alejará cualquier tipo de acuerdo.

Yair Lapid y Naftali Bennett

Esta severa crisis hace que Bibi recupere el centro de la escena y es probable que se sienta con las manos más libres para ir a fondo para dar respuesta a una población que está harta de los ataques de Hamas. No tiene mucho que perder políticamente si su gestión en esta crisis falla, pero sí mucho para ganar si su respuesta militar es efectiva y logra restablecer la calma.