Levantamiento del Gueto de Varsovia

La tarea de la memoria

Cuando se cumplen 63 años del Levantamiento del Gueto de Varsovia, protagonizado por un grupo de jóvenes en uno de los episodios de mayor heroísmo que se recuerde durante la Segunda Guerra Mundial, nos preguntamos cómo podemos preservar su memoria ante la desidia y el olvido. Después de tanto tiempo, donde voces bienintencionadas se han permitido decir que un exceso de memoria impide mirar hacia el futuro, es importante rescatar el recuerdo de esos resistentes para que las generaciones que nos reemplazarán también puedan recordarlos, o al menos saber quiénes fueron.

Por Alicia Benmergui

Es necesario un gran esfuerzo para evitar que su recuerdo forme parte de los clichés rutinarios que se repiten año tras año, que el bronce no opaque la dimensión humana de sus actos y que las miles de palabras oídas y repetidas no acartonen el ejemplo que sus vidas y sus sacrificios deben representar siempre.
Es cierto que el heroísmo no estuvo relacionado solo con los hechos de armas. Tampoco significa este homenaje a los combatientes que desconozcamos las rebeliones y levantamientos en otros guetos y aún, hasta en el más espantoso de los campos de concentración como lo fue el de Auschwitz.
Hubo toda clase de gente y toda clase de hechos. Según palabras del historiador León Poliakov “el gueto no era otra cosa que un campo de concentración con cierta autonomía, diversidad y contrastes sociales: el lujo -miseria, tanto como los contrastes morales: egoísmo feroz- y el altruismo alcanzaron allí sus puntos extremos”.
La valentía y la grandeza no sólo se expresaron en la lucha. El enorme gesto de solidaridad humana, por parte de Januz Korchak acompañando a sus niños a la muerte fue también un acto heroico y de resistencia ante la bajeza, la vileza y la crueldad instaurada por el nazismo como normas de vida para los judíos.
También fue resistencia la tarea llevada a cabo por Emanuel Ringelbaum, el historiador que desempeñó una función muy importante creando la organización clandestina que trató de proporcionar información acerca de los hechos que ocurrían en Polonia y especialmente en el gueto. “Oneg Shabbat” (“Por la celebración del Shabbat”) fue el nombre que se dio a su archivo también llamado Archivo Ringelbaum.
Gracias a él y a su extraordinario esfuerzo, a pesar de que solo se recuperó parte de su contenido, podemos saber cómo fue la vida en el gueto y la actuación de los nazis con el judaísmo polaco.
Resistentes fueron los jóvenes sionistas que trataban de remediar la hambruna padecida por los habitantes del gueto con la producción de alimentos de las granjas colectivas donde vivían, distribuyéndolas en el gueto.
Resistencia fue la existencia de una escuela de artes gráficas y de dibujo industrial. Resistentes eran los que continuaban con sus investigaciones médicas, funciones de teatro, publicaban periódicos y leían. Leer era un modo de resistir al desmoronamiento moral. Las muestras de solidaridad, el apego a la vida que se demostró en el gueto, fueron una evidencia de la fortaleza de una gran parte de sus habitantes.
Poliakov cuenta que una resistencia a toda prueba iba apareada con una flexibilidad obstinada, se aferraron a sus esperanzas para poder seguir viviendo, estos judíos de Varsovia eran totalmente ajenos a la conducta adoptada por los judíos alemanes que se suicidaban en forma masiva. “La manía del gueto por el estudio del inglés (cuyo conocimiento debía servirles para la emigración de posguerra) fue otra muestra de la robusta fe judía en el porvenir” registra Poliakov en su texto.

La lucha por el honor y la dignidad

Sin embargo solo dos años de vida miserable les fue concedida. El 22 de junio de 1942 un comunicado del Consejo Judío a los habitantes del gueto les anunciaba que serían deportados “hacia el este” y que serían exceptuados los judíos trabajadores de las industrias alemanas o empleados en las instituciones del Consejo. Para octubre, el gueto había quedado reducido a la mitad, en Varsovia se había construido un verdadero gueto subterráneo en la red de alcantarillas en tanto se iba armando la resistencia judía que se preparaba para dar el combate final. Se constituyó la organización Eial (de Irgún Iehudí Lojem, Organización Judía Combatiente), integrada por veintidós movimientos juveniles judíos, la mayoría eran sionistas jalutzianos.
Pero también se hallaban allí comunistas y bundistas, su líder fue el legendario Mordejai Anilevich de la Hashomer Hatzair, de apenas 24 años de edad. Hubo otro grupo que también peleó valerosamente pero que no se integró. Eran del movimiento revisionista Betar, se denominaron Igud Tzvai Iehudí, Unión Militar Judía y no aceptaron la comandancia de Anilevich por oposición ideológica.
La unidad se logró luego de grandes debates con los que superaron sus enfrentamientos en la convicción de que sólo unidos podían crear un movimiento de coordinación que estableció un enlace con la resistencia polaca, único medio posible para obtener armas y municiones.
En Varsovia solo quedaban 40.000 judíos. Habían construido una gran organización pero con graves problemas para proveerse de armamento, el movimiento de resistencia polaca recién se hallaba en sus comienzos.

“No son intocables”

En enero de 1943 las SS, al tanto de todos estos hechos, entraron al gueto en una operación de “evacuación” o liquidación de la población judía. Cuatro grupos de combate en barricadas los reciben con una descarga cerrada. Marek Edelman nos cuenta que “allí se perdió lo mejor de nuestra organización, solamente por milagro y por su valiente comportamiento se salva el comandante de la Organización de Combate, Mordejai Anilevich”. Estos hechos sin embargo tuvieron un potente efecto en la población judía, la interrupción de la acción alemana les había hecho comprender que los alemanes no eran intocables.
Finalmente habían logrado convencer a la población que el destino final de las evacuaciones para los judíos del gueto era la muerte.
En toda Varsovia se extendieron los rumores acerca de la hazaña de la resistencia judía, el movimiento clandestino polaco mostró una gran admiración por los combatientes, el Armia Kraiova (ejército nacional) les hizo llegar 50 pistolas y 50 granadas. Stroop, el general de las SS, advirtió que no sería fácil vaciar el gueto, los judíos no lo permitirían. Desde ese momento la autoridad en el gueto es ejercida por la Organización de Combate, toda la población obedece disciplinadamente las órdenes, todos contribuyeron para la compra de las armas. Nadie se hacía ilusiones, no los impulsaba la fe en la victoria, ni esperaban terminar con vida esta aventura de coraje y heroísmo. Estos jóvenes luchaban por su dignidad, por el honor judío.
La rebelión del Gueto de Varsovia, comenzó en abril de 1943, el primer día de Pésaj, los alemanes eligieron precisamente esa fecha para comenzar con la liquidación del gueto, esperaban terminar con la operación rápidamente, calculaban que a lo sumo serían tres días los que demorarían en concluirlo todo. Llegaron con las mejores armas que tenían, el mejor de los ejércitos, los esperaban con pistolas de mano y granadas elaboradas por ellos, las municiones no sobraban. Ellos, esos jóvenes arrojados, de Hashomer, del Bund, de Dror y los comunistas llenaron las calles Mila-Zamenhoff de cadáveres. Los nazis ni siquiera pudieron retirarse dignamente. Cuando intentaron retroceder con sus tanques, el primero de ellos fue quemado por una bomba incendiaria. En otro sector los resistentes, señalados por un avión que sobrevolaba el gueto, resistieron un ataque mayor que terminó con los nazis en retirada: habían perdido otro tanque y mucho armamento importante.
El ataque del día siguiente provocó grandes pérdidas entre los nazis, luego se combatió casa por casa, desde cada ventana, desde los techos, desde los balcones. Cuando los alemanes pidieron una tregua para parlamentar, la respuesta fue un tiroteo. Los alemanes reemplazaron la artillería y los tanques por taladros mecánicos, dinamita e incendios, anegaron las cantarillas, trajeron perros para buscar combatientes, torturaron a los prisioneros para obtener datos. Los refugios fueron demolidos uno a uno. Finalmente Stroop determinó que “el mejor y único sistema para someter a los judíos es el fuego”.
El 8 de mayo la comandancia de Organización fue rodeada por soldados alemanes y ucranianos. Luego de 2 horas de lucha encarnizada los alemanes, comprendiendo que no podían tomar el bunker por la fuerza, les lanzaron una bomba de gas.
Los combatientes habían decidido no entregarse con vida, algunos habían muerto a balazos, otros asfixiados, los que quedaban, entre ellos el comandante, Mordejai Anilevich decidieron suicidarse.
Solo unos pocos sobrevivientes huyeron por los canales cloacales, solo lograron salir a la superficie unos pocos el 10 de mayo. En el mismo momento en que estaban saliendo, Marek Edelman contó que la tapa de la alcantarilla, cayó con fuerza dejando adentro de las cloacas dos grupos de combate, que aparentemente lograron resistir como pudieron hasta junio. Los que lograron sobrevivir se integraron a los movimientos partisanos que lucharon en los bosques.

Homenaje al Poeta

Queremos incluir en este homenaje a la figura de Itzjok Katzenelson y su poesía. Un intelectual judío, escritor, nacido en Minsk, que era conocido por la alegría y optimismo de su obra. Desde Lodz, donde vivía y su familia poseía una escuela secundaria judía, se relacionó con el movimiento jalutziano, viajando varias veces a Israel. En 1939, cuando Alemania invadió Polonia, los alemanes confiscaron su colegio, Iztjok alcanzó a huir con su mujer y tres hijos. Confinado en el gueto, inmediatamente se comprometió con la tarea social y educativa vinculándose a la educación de nivel secundario clandestinamente.
Se dedicó a la literatura desde donde convocó a la resistencia, a la venganza, Bialik fue una de sus principales fuentes de inspiración, sus poesías circularon en centenares de copias. En el gueto, Katzenelson y su hijo mayor trabajan en un taller alemán y el 14 de agosto, cuando volvieron su cuarto, lo encontraron vacío. Su mujer y sus dos hijos fueron llevados por una razzia de un grupo de lituanos de las SS, a un campo de exterminio, junto a ancianos, enfermos, mujeres y niños.
Habiendo conseguido huir con su hijo al sur de Francia, fue internado con su hijo en el campo de concentración de Vittel donde permaneció por 10 meses. Allí escribió, en hebreo, su testimonio ‘Pinkas Vittel’ y, en idish, ‘El Canto del Pueblo Judío Asesinado’. Convencido de que no sobreviviría hizo varias copias a mano de su poema y las repartió entre sus compañeros por si alguno sobreviviría. Otras copias las guardó en tres botellas herméticas que enterró una mañana de febrero de 1944 bajo las raíces retorcidas de un viejo pino, mostrándoles el lugar a sus compañeros.
El 17 de abril, Itzjok y su hijo fueron trasladados a Polonia, y de ahí -el primero de mayo- a Auschwitz donde fueron asesinados.
El 17 de abril de 1944 es liberado el campo de Vittel, una de sus compañeras, Miriam Novich, desentierra el poema del ‘Canto al Pueblo Judío Asesinado’ y lo difunde masivamente. Las botellas, el manuscrito y otros objetos se guardan en el kibutz Lojamei Haguetaot en Israel, en el museo que lleva su nombre.