Pandemia: ¿Responsabilidad política o sálvese quien pueda?

Al parecer hay una práctica ya arraigada, de tener llegada, influencias, poder, tener ese capital simbólico que abre puertas y permite a acceder a bienes materiales e inmateriales que el común de la gente no logra tan fácilmente. ¿Pero qué pasa si hace uso de esa prerrogativa los que vienen del campo popular? ¿Más precisamente aquellos que luchan por la igualdad, la solidaridad, la inclusión, la ampliación de derechos? ¿Qué es más importante? ¿Defender hacia afuera con todo tipo de argumentos teóricos para no deslegitimar a un gobierno propio? ¿O reconocer y corregir?
Por Susana Gelber *

Desde hace más de un año, el mundo y nuestro país están siendo asolados por una pandemia que ha cambiado muchas cosas. La forma de relacionarnos, de comunicarnos, vivir en permanente zozobra, primero aislados saliendo solo por lo necesario a la calle y viendo al otro como amenaza. Se multiplicaron las reuniones por zoom u otras plataformas electrónicas. Si no hubiera sido por semejante desarrollo tecnológico el aislamiento hubiera sido mucho más pronunciado y más costoso psicológicamente. En el aspecto económico y educativo también y los daños hubieran sido mucho más graves.

Este gran desarrollo y avance tecnológico también posibilitó que en menos de un año se haya logrado encontrar vacunas con probada eficacia, que permitan ir saliendo de esta grave situación. Por supuesto, que con la salvedad de que los países desarrollados, con más recursos, lo están haciendo a todo vapor y el 90% de la humanidad está con pocas o nulas vacunas.

Lamentablemente, vemos un hilo conductor entre los países con mayor proporción de vacunación y los de menor, que son los episodios de abusos de poder, de aprovechamiento y manejo discrecional en la distribución y aplicación de vacunas y también en la compra y distribución de insumos médicos. Tanto que desde Transparencia Internacional se sostiene que desde el comienzo de la pandemia, aumentó el decisionismo de los Poderes Ejecutivos y con ello una baja en la transparencia en la compra y distribución de insumos médicos para combatirla.

Lo que más repercusión está teniendo, a nivel internacional, son todos los casos, de cargos políticos, de distintos sectores gubernamentales, que abusan de su posición y se vacunan sin esperar que les llegue el turno, de acuerdo a las prioridades establecidas en cada país. Todos los días aparecen casos, en España, Perú, Chile, Ecuador, Estados Unidos, entre otros.  En nuestro país también.

El 19 de febrero pasado, mientras el Presidente encabezaba un acto público presentando la conformación del Consejo Económico y Social, cumpliendo uno de sus promesas de campaña, el presidente del Centro de Estudios Sociales y Legales –CELS- y periodista muy reconocido, anunciaba en su columna radial, que se había vacunado, gracias a su amistad con el ministro de Salud de la Nación.

Esto desató un terremoto político, que provocó el pedido de renuncia por parte del Presidente y su reemplazo por la vice ministra, que declaró no saber nada del tema y ese fue su pasaporte al ascenso ministerial. Lamentablemente, como lo reconoció el Primer Mandatario, perdimos un muy buen ministro, un sanitarista muy reconocido, que había aportado mucho a la salud pública en su paso tanto por el ministerio nacional como en el de la provincia de Buenos Aires, pero que en esta etapa, estaba recibiendo críticas, y se hablaba de un posible relevo.

Ese día quedó eclipsado el lanzamiento del Consejo y con ello el efecto buscado por el Presidente para relanzar su gestión, mediante la concreción de un proyecto que llevaba su sello y que tiene como antecedentes el proyecto de ley presentado por el diputado socialista Estévez Boero, en 1988 y luego vuelto a presentar por distintos diputados de ese bloque, algunos incluso con estado parlamentario actual.

Luego de este cimbronazo, que motivó el repudió de gran parte del espectro político opositor, el foco pasó al interior del Frente de Todos. Un Frente heterogéneo que permitió el triunfo electoral de 2019, con un gran nivel de polarización, pero que, como todo Frente, muestra las dificultades y luchas internas.

Ese día, se registraron fuertes críticas al ya -en ese momento- ex ministro. Pero luego las mismas fueron alcanzando a quién hizo pública esa práctica. A partir de ese momento, se abrieron varios debates. Apareció un listado de vacunados VIP, con sorpresas, y por otro lado, todo pareció apuntar hacia el mensajero.

Aquí aparece nuevamente la polarización. Los sectores duros de Juntos por el Cambio, aprovechando la situación. Por el otro, la defensa cerrada de algunos sectores más duros del Frente de Todos.

¿Defender con argumentos o reconocer y corregir?

Al parecer hay una práctica ya arraigada, de tener llegada, influencias, poder, tener ese capital simbólico que abre puertas y permite a acceder a bienes materiales e inmateriales que el común de la gente no logra tan fácilmente. ¿Pero qué pasa si hace uso de esa prerrogativa los que vienen del campo popular? ¿Más precisamente aquellos que luchan por la igualdad, la solidaridad, la inclusión, la ampliación de derechos? ¿Qué es más importante? ¿Defender hacia afuera con todo tipo de argumentos teóricos para no deslegitimar a un gobierno propio? ¿O reconocer y corregir? El Presidente reaccionó rápido, incluso bajando de la delegación a México a un senador y un diputado prominentes y cercanos. Sin embargo, el golpe fue muy duro, y la onda expansiva muy importante.

Hubo variados efectos. Uno muy duro, para el Presidente, el acto por el lanzamiento del Consejo Económico y Social quedó totalmente fuera del foco mediático y pasó sin pena ni gloria. El centro del debate pasó al “vacunagate”,   los intentos de defensa y los ataques opositores, muchos de ellos de gran irresponsabilidad y de suma violencia, como lo fue tirar bolsas, simulando muertos por vacunas no suministradas. Además, una connotada intelectual, que había caído en la tentación de una temprana denuncia, que la llevó al ridículo, al ser convocada por la Justicia. A no confundirse: una cosa es que el Presidente, los gobernadores e intendentes, se vacunen públicamente, para incentivar a la gente a hacerlo, disipando temores y otra lo que sucedió.

Sería muy largo enumerar los casos, las justificaciones y lo que pasó en otras jurisdicciones, no menos grave, como el ministro de salud de una provincia gobernada por el radicalismo, llevando vacunas, en su propio auto.

La confusión entre lo público y lo privado

¿Hasta dónde llega la solidaridad, la responsabilidad de quienes asumen posiciones de gran jerarquía política en una democracia? Donde tarde o temprano tienen que rendir cuenta, sea ante los otros poderes, o en una contienda electoral, como mínimo. Más allá del cálculo racional: ¿queda alguna posibilidad de que tengan más peso los valores y no meramente la búsqueda de maximizar beneficios? ¿Acaso el gran sociólogo Max Weber no afirmaba que los gobernantes tienen que manejarse con la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción? Con ambas, no con una sola. ¿Desde qué lugar se pueden defender ideas y valores, si se está tan lejos de aplicarlos?

El fondo de la cuestión es la confusión entre lo público y lo privado. En una época era entre Estado y Partido. Hoy podríamos decir, entre funcionarios políticos y militantes, acostumbrados a un manejo discrecional de los bienes públicos, como si fueran de su propiedad y de lo cual no tendrían que rendir cuentas. Desgraciadamente, esta vez, se llegó demasiado lejos. Estamos frente a una pandemia, que solo en nuestro país ya ocasionó más de cincuenta mil  muertos, miles de contagios diarios y  millones que esperan con ansiedad salir de esta grave situación y unos pocos, con la influencia suficiente, que resolvieron saltar la valla, sin complejos.

* Lic. en Ciencia Política (UBA) – Maestrando en Análisis, Gestión y Derecho Electoral (UNSAM)