Comicios en Israel: nada está dicho

Un rompecabezas cada vez más complicado para armar

Concluidas las cuartas elecciones nacionales en dos años, se abre el escenario de negociaciones para la formación de Gobierno, con un panorama cargado de incertidumbre: Netanyahu sigue siendo el más votado, pero la mayoría del electorado se manifestó en su contra. A la hora de las especulaciones, no se deja de lado ninguna posibilidad: incluso que el actual mandatario sea electo gracias al apoyo de un partido islámico. El bloque anti Bibi podría unirse y desde la Knesset aprobar una ley para prohibir que cualquier persona que esté bajo acusación penal, como Bibi, sea electo. Entre otras conjeturas, nadie descarta tampoco que todo derive en una quinta votación.
Por Damián Szvalb

Con el 98,4% de los votos escrutados todo indica que el bloque de derecha encabezado por el primer ministro, Benjamín Netanyahu, está cerca de alcanzar la mayoría de 61 escaños que se necesita para formar gobierno en Israel. Esto va a pasar salvo que suceda algo que nadie cree que pueda suceder: que el bloque anti-Netanyahu, que quiere que sea destituido de su cargo y que matemáticamente podría alcanzar la mayoría, se ponga de acuerdo en un plan para gobernar Israel.

A esta hora, el Likud de Bibi (30 escaños) tiene asegurado el apoyo de los partidos religiosos, Shas (9) y Judaísmo Unido de la Torá (7) y de Sionismo Religioso (6) pero para llegar a los 61 tendría que tratar de cerrar acuerdos con los dos partidos que durante la campaña no se pronunciaron públicamente a favor de ninguno de los grandes bloques: Yamina de Bennett (7) y el partido árabe Raam (4) podrían estar al lado de Bibi o transformarse en su enemigo.

Por su parte, el bloque que tiene en común el rechazo a Bibí obtuvo 57 escaños. De todos modos, las diferencias programáticas entre ellos son enormes, lo que haría imposible que logren ponerse de acuerdo para gobernar. Ahí adentro está gran parte del arco ideológico israelí representado: el centro por Yair Lapid (17), la izquierda por Meretz (6) y la derecha del ex Likud Gideon Saar que creo Nueva Esperanza (7). También lo que quedó de la Lista Árabe Conjunta (6), el laborismo y el partido de Avigdor Liberman.

Así quedó, a grandes rasgos, el mapa político israelí luego de que se contaran la gran mayoría de los votos del martes. Ahora empieza otro juego, donde estas alianzas y posicionamientos van a cambiar seguramente más de una vez si se tiene en cuenta el estado en el que se encuentra la política partidaria e ideológica en Israel. Pero ahora es el momento de los análisis y de las especulaciones sobre cuáles podrían ser los pactos y los movimientos que podrían definir a un nuevo gobierno en Israel. Veamos.

Recalculando…

Para empezar, hay que decir que, de mínima, el bloque anti Bibi podría dar un paso clave para destrabar la parálisis política en Israel: juntarse para sacar al primer ministro de la escena. Suena a mucho, pero es posible si alcanza los 61 escaños y logra nombrar un nuevo portavoz para tomar el control de la Knesset y ahí aprobar una ley para prohibir que cualquier persona que esté bajo acusación penal, como Bibi, sea primer ministro. No sería poca cosa: rompería el statu quo político ya que después de 11 años correría de la escena principal a uno de los políticos más importante y más hábil de la historia de Israel. Lapid lo intentó en las últimas elecciones y fracasó.

Los resultados sugieren que la mayoría de los votantes israelíes no quiere más a Bibi. Pero esto no sirve para mucho si quienes representan a esos votantes siguen sin ponerse de acuerdo para construir una alternativa real de poder. Es Lapid, líder del partido centrista Yesh Atid, que salió segundo, el mejor posicionado del bloque que va del centro hacia la izquierda para formar un gobierno. De todos modos, es poco probable que tenga éxito porque para eso requeriría que Saar, que lidera el nuevo partido con ex miembros del Likud y que obtuvo 6 asientos se una a él en un gobierno respaldado por los partidos árabes. El problema es que Saar ya prometió que no va a compartir un gobierno con el apoyo de los árabes.

Lapid, líder del partido centrista Yesh Atid

El Likud de Netanyahu volvió a demostrar que es el partido más grande de Israel, aunque los 30 escaños que consiguió son menos que los 36 de marzo pasado: el del martes, es el rendimiento más bajo del partido desde 2015. Pero podría alcanzarle a Netanyahu para intentar llegar a la mayoría. Un camino sería convencer a Saar -o al menos a un par de los miembros de su flamante partido- para que se unan a él y formar un gobierno de mayoría. Si lo logra, algo que parece poco probable en este momento, no necesitaría al partido islamista Raam.

Saar, que cuando estaba en el Likud se atrevió a desafiar a Netanyahu en unas primarias internas, puede convertirse en la alternativa a la extrema derecha como socio de Bibi si logra reconciliarse con él y si decide volver a alinearse con su ex partido.

¿Será un partido islámico el que salve a Bibi?

Otra posibilidad, que sería inédita es que Netanyahu le pida a Raam -dirigido por Mansour Abbas, que obtuvo 4 escaños- que lo apoye en un gobierno minoritario liderado por el Likud a cambio de políticas que beneficien a la población árabe de Israel. Pero debería cerrar este pacto con mucho cuidado: algunos funcionarios del Likud y varios de los aliados de derecha de Netanyahu, frente a este escenario sin precedentes, ya avisaron que se negarían a unirse a un gobierno respaldado por Abbas.

Mansour Abbas

Durante la campaña, Bibi llevó adelante una insólita estrategia de seducción hacia los árabes israelíes, un sector de la sociedad a la que desde que asumió en 2009 no hizo más que ningunear. En esta campaña, Bibi les prometió mejorar sus condiciones de vida y en particular poner fin a la inseguridad ciudadana que tanto les preocupa. Lo que buscaba Bibi realmente era dividir a la coalición Lista Conjunta Árabe que contituye, hasta ahora, la tercera fuerza de la Kneset. Lo logró.

En definitiva, en los próximos días habría que mirar atentamente los movimientos de Abbas, quien ahora se ha convertido en un actor importante después de romper la Lista Árabe Conjunta. Por lo menos públicamente Abbas se ha negado a alinearse con ningún bloque existente y ha expresado su voluntad de cooperar con cualquiera que pueda cumplir con sus votantes, incluido Netanyahu.

Otro que necesita Bibi es Naftali Bennett, líder del partido de derecha Yamina. Pero el problema es que Bennett tiene ganas de protagonizar y podría cambiar de bando para intentar formar una coalición con el campo anti-Netanyahu. A pesar de ganar solo siete escaños, podría exigir convertirse en primer ministro si Lapid y otros líderes de centro izquierda privilegian derrocar a Netanyahu a cualquier costo. De todos modos, es difícil imaginar a Bennett abandonando el bloque de derecha.

Naftali Bennett, líder del partido de derecha Yamina

Si bien es inevitable hacer estas conjeturas prematuras y construir posibles escenarios post electorales, no hay que olvidarse que Israel atraviesa una parálisis política desde hace 2 años que está alejando a la sociedad de la política, o por lo menos de las urnas:  la tasa de participación en estas legislativas fue la más baja (67,2%) desde 2009.

Por eso, este estancamiento continuo podría conducir a la quinta elección desde abril de 2019 en agosto o septiembre. De nuevo: teniendo en cuenta los antecedentes, es el escenario más probable sobre todo teniendo en cuenta que Netanyahu se sentiría cómodo ya que seguiría siendo primer ministro de manera interina. Le sirve, más que para ninguna otra cosa, para no ir preso si se le complica su situación judicial.