Vida Nuestra – Impresa $2.- por ejemplar

El mensuario israelita Vida Nuestra fue un faro periodístico y literario muy apreciado en el ambiente intelectual argentino; que entre otras coberturas importantes, tuvo una destacada labor durante la Semana Trágica. La creó León Kibrick y tuvo como colaboradores a Aaron Bilis, E. Mizes y Salvador Kibrick. Del rico acervo de esta colección histórica, compartimos un artículo de Enrique Dickmann titulado Sionismo y Socialismo.
Por Enrique Grinberg

Hace tiempo, conocí una publicación maravillosa llamada Vida Nuestra. En la bajada del nombre aparece su definición: «Publicación Mensual Israelita». Vida Nuestra era un prestigioso mensuario, el cual era muy apreciado en el ambiente intelectual argentino judío y no judío. La creó y dirigió León Kibrick y tuvo como colaboradores a Aaron Bilis, E. Mizes y Salvador Kibrick. Se destacaba por la calidad en sus artículos sobre temáticas judías.
De esta publicación participaron destacadas plumas y grandes pensadores sin distinción entre judíos y no judíos. Líder en su estética, calidad y presentación, se publicaron 75 números entre julio 1917 y septiembre 1923.
En 1919, cuando aconteció lo que luego se conoció como «La Semana Trágica», hecho luctuoso para los judíos de Buenos Aires, Vida Nuestra, en su edición del Año II, Número 7, publicada en Buenos Aires, enero de 1919, incluyó (durante varios números posteriores) la «Encuesta de Vida Nuestra sobre la situación de los judíos en la Argentina».
Esta encuesta constaba de cinco preguntas que remitían a diversos referentes, filósofos, escritores y poetas, arqueólogos, médicos, periodistas, juristas y abogados, musicólogos, militares, comediógrafos y dramaturgos, geógrafos, astrónomos, educadores, físicos, químicos y diplomáticos. El cuestionario indagaba acerca de la responsabilidad de los judíos en los episodios violentos de la huelga, si los israelitas tuvieron desde un comienzo las garantías estatales, la opinión acerca de la conducta de los que dejaron a los judíos al amparo del desorden, si la colectividad judía no tenía derecho a la hospitalidad argentina, y si la inmigración judía era conveniente o no para el país. Quizás en otra entrega presentemos este tema más ampliamente.
Hasta aquí una breve descripción de la revista y alguno de los contextos de los cuales fue testigo y parte.

Vida Nuestra – Mercadolibre
Debo admitir que me atraen las antigüedades en general y en particular el rescate de algunas antiguedades vinculadas a lo judío. Todo empezó en la Plaza Dorrego, me encontré con él, un pequeño busto de Teodoro Herzl de bronce. No pude con la culpa judía, verlo a la venta allí en el barrio de San Telmo, como objeto de segunda mano, estaba tan solo como un huérfano que pedía ser adoptado. He allí un gran acto sionista el que realicé al recuperar al padre fundador del Movimiento Sionista, que descansa hoy en día erguido y lustrado sobre un mueble en mi casa. Siguieron algunos…, en realidad, varios vinilos de música judía, en hebreo, ídish y ladino. Por supuesto, no pueden faltar algunos libros, partituras y algunas otras cosas más… Durante la pandemia no salí al «operativo rescate», pero eso no significa que claudiqué en mis nobles objetivos de rescatar de manos ajenas lo que nos pertenece. Un día navegando por mercadolibre me encontré con ellas, 11 números de la Revista Vida Nuestra. Vi que en el chat había un mensaje del IWO pidiendo su donación, luego ofreciendo un canje, pero el vendedor no accedió y respondió que la venta de publicaciones usadas era su medio de sustento. Frente a esa situación, se despertó en mí nuevamente el «espíritu del rescate». Previo regateo al precio por chat (para reafirmar el sentido de lucha por lo nuestro), los adquirí. Luego de la pandemia, si el IWO los necesita para completar su colección con gusto se los donaré. Mientras, disfruto de mi acto heroico, disfruto de encontrar en las mismas un material muy interesante. Teniendo en cuenta que el pasado configura el presente me pareció muy pertinente acercarles algunos hallazgos de estos números. Vamos con el primer artículo: Sionismo y Socialismo, de Enrique Dickmann, del 1 de octubre de 1918. Espero les sea de interés.

Año II – Buenos Aires, octubre de 1918 – Nro. 4
Vida Nuestra
Publicación mensual israelita

Sionismo y Socialismo

Hace dos mil años que el pueblo de Israel fué vencido por los romanos y disperso por todos los ámbitos de la tierra. Jesusalem la santa, Capital de Palestina, fue destruida materialmente, no quedando de ella piedra sobre piedra; pero, quedó intacta en la mente y en el corazón de los judíos que a través de veinte siglos la evocaron en sus plegarias, la adoraron en sus sufrimientos, y la tuvieron presente siempre, en la buena y en la mala fortuna, como la estrella polar de su destino, como el faro luminoso de su ideal.

Y cuanto más perseguidos y más atormentados fueron por la barbarie pseudo-cristiana de la Edad Media, más se aferraron los judíos a la idea mesiánica del retorno a Jesusalem. Y en los sombríos tiempos de fanatismo y superstición religiosas, el sionismo tuvo una faz religiosa y mística, por excelencia. Los judíos esperaban el milagro. No concebían de otro modo la reconstrucción de la patria de sus antepasados, la vuelta a su hogar común.

Mientras tanto el cristianismo, -que no es otra cosa, que la amplificación del judaísmo-, se ha impuesto, primero por la convicción y luego por la fuerza, a los pueblos europeos. Los abusos y la degradación del catolicismo, mezcla de paganismo y cristianismo, condujo a la Reforma, primero, a la revolución inglesa en el siglo XVII luego, y por último a la revolución norteamericana y francesa en el siglo XVIII. Todo ello asentado sobre una ancha base de profundos cambios técnicos y económicos de los pueblos. Y la humanidad renovada por la idea y la acción adoptó nuevos principios de organización social. Y la idea de nacionalidad, histórica y políticamente consideradas se impuso en el siglo XIX. La historia política de ese siglo, es la historia de la constitución de muchas nacionalidades independientes. Todas las repúblicas sudamericanas, Grecia, Bélgica, Holanda, el reino de Italia, la Unidad de Alemania, Bulgaria, Serbia y Rumania, y algunos otros estados han sido constituidos o reconstituidos en el siglo XIX. ¡Y cosa curiosa: al mismo tiempo que un hondo sentimiento nacionalista sacudía a pueblos y razas, otro hondo sentimiento internacionalista agitaba a las profundas capas sociales. Unos veían la salvación del mundo por el nacionalismo y otros lo veían por el internacionalismo! Y ambas ideas parecían muy erróneamente, excluirse y repudiarse.
En tales circunstancias apareció el sionismo no ya como una idea religiosa y mesiánica, sino como una idea política y social. ¿Por qué los griegos pudieron reconstituir la patria de Platón y Aristóteles y los judíos no podrían hacer lo mismo con su patria de David e Isaías?

Al principio la idea pareció utópica. Pero luego adquirió formas concretas y prácticas, y actualmente está a punto de realizarse.

De la actual gran tragedia del mundo, el principio de las nacionalidades autónomas e independientes saldrá purificado y consolidado. La derrota del imperialismo teutónico, que es un hecho, significa el triunfo del derecho y de la justicia. Muchos pueblos oprimidos y vejados recuperarán su libertad y su independencia. Y el pueblo de Israel, el más vejado y oprimido de todos, verá realizado su sueño milenario del retorno a Jesusalem.

Tócale a Inglaterra, el pueblo bíblico por excelencia, realizar este sueño místico de los judíos, el pueblo religioso por antonomasia. La expulsión de los turcos de la Palestina es un acontecimiento histórico considerable, y la reconstrucción de la autonomía del pueblo de Israel no lo es menos.
¿Y los socialistas podemos, acaso, ser hostiles a tal idea? De ningún modo. Ya antes de la guerra aceptábamos y sosteníamos el principio de las nacionalidades como uno de los postulados del socialismo internacional. En la guerra, los socialistas nos hemos puesto decididamente al servicio de este principio. Y después de la guerra creemos que el nacionalismo sano e inteligente conducirá más facilmente al internacionalismo fecundo, que no puede ser otra cosa que la real y efectiva solidaridad de todas las naciones libremente constituidas de la tierra.
El sionismo, como idea política y social, nos es muy simpático, siempre que no caiga en la utopía o la ilusión. La vieja Inglaterra, siempre en eterna renovación, realiza una gran obra histórica al restituir la Palestina a los judíos, consiguiendo así una doble obra política y social: conquistarse la simpatía activa y nada despreciable de los judíos dispersos en todas partes; y atenuar el internacionalismo negativo y destructivo cuyos paladines más violentos fueron y son judíos, pues, ya que ellos son considerados como los clásicos «sin patria», se han puesto a negar las patrias de los demás.

¿Es la Palestina apta, como comarca, para mantener a un pueblo moderno? ¿Son los judíos aptos a constituir un Estado progresista, a pesar de su espíritu crítico, cuasi anárquico y excesivamente analítico? Preguntas son estas que fuera prematuro contestar. Con sus grandes virtudes y graves defectos, los hijos de Israel constituyen una raza única y paradojal. ¿Quién puede profetizar el destino que le reserva el porvenir? Tal vez un nuevo espíritu ético y religioso más humano y universal inspirará su futura acción como pueblo libre e independiente.

ENRIQUE DICKMANN.
Octubre 1° de 1918