Hasbará y mercadotecnia

La hasbará nació originalmente para compartir información que permita esclarecer al tiempo de generar perspectivas críticas respecto a Israel. Pero en los últimos años, esos principios fueron abandonados para empezar a convertirse en un aparato que funciona en base a la mercadotecnia, la cual opta por ofrecer un producto para la satisfacción de sus clientes, quienes están ansiosos por conseguir aquello que les otorgue satisfacción y orgullo como miembros del pueblo judío.
Por Leonardo Cohen

La hasbará comenzó como un proyecto de esclarecimiento, con la idea básica de compartir y difundir información adecuada a fin de generar perspectivas críticas respecto a la realidad que vive Israel y el Medio Oriente. La idea era contrarrestar visiones sesgadas o llenas de estereotipos, pero se transformó con el tiempo en un aparato que funciona en base a los principios de la mercadotecnia.
El concepto de mercadotecnia está directamente vinculado a satisfacer las necesidades del consumidor respecto a un producto o servicio. La mercadotecnia en sí, se define como la serie de actividades al interior de un conjunto de procesos en los que se identifican necesidades y deseos latentes del público consumidor, correlacionados con factores como la edad, el sexo, el entorno socioeconómico, las características psicológicas, los entornos culturales, etc.
Como judío que nació y se desarrolló en la diáspora de América Latina, soy testigo de no haberme sentido vinculado seriamente a los principios religiosos. Mi participación en ritos religiosos ocurrió de manera ocasional, pero definí mi identidad judía en términos de principios seculares: la lengua hebrea, la historia y la cultura judía, y el Estado de Israel como proyecto que consiguió culminar con la expectativa de los judíos de gozar, como otros pueblos, del derecho a la autodeterminación.
Una gran cantidad de judíos en el continente americano ha vivido experiencias similares, y para ellos, Israel y la experiencia nacional judía, representan un importante referente para forjar su identidad en condición de minoría. Partiendo de estos principios, la mercadotecnia de la hasbará ha optado por ofrecer el producto que sus clientes están ansiosos por conseguir, aquello que les otorgue satisfacción y orgullo como miembros del pueblo judío. La cuestión de los principios y los valores ocupa un segundo o tercer plano. Lo importante es brindar los argumentos para gozar de prestigio y que el cliente se sienta complacido en esta mutua interacción.
Está claro que una gran parte del público que consume los mensajes de la hasbará, aprecia una variedad de principios liberales entre los cuales se considera, por poner un ejemplo, el derecho de una persona a elegir sus preferencias sexuales, en contra de lo que postulan sectores vinculados con la ortodoxia. Partiendo de este principio, páginas dominantes de la hasbará en español, presentan, en diferentes ocasiones, una variedad de posturas homofóbicas del mundo árabe. Se difunde, por ejemplo, la perspectiva contundente del historiador iraquí Imad Al-Din Khalil: “La homosexualidad destruirá a Estados Unidos al igual que lo hizo con Roma, Grecia y Francia”.
Por supuesto, yo parto del principio de que dicho reporte es auténtico, y que efectivamente un historiador iraquí desprecia a los homosexuales y elabora una narrativa histórica -en base a ello- para entender hacia dónde va el futuro. Sin embargo, vale la pena preguntarse ¿por qué es vital difundirlo? ¿Se trata de una cuestión de principios y de valores? ¿O tiene ese historiador iraquí un alto grado de influencia en el desarrollo de los procesos sociales que vivimos en el Medio Oriente? Nada de eso. Aquí el objetivo básico es desprestigiar al rival (los árabes), difundir sus perversidades para ayudar a acrecentar la propia popularidad. Si los derechos de la comunidad homo-lésbica fueran realmente esenciales para un aparato de hasbará ¿por qué no se señala en algún momento la afirmación de quien fuera, no un historiador, sino ministro de educación del Estado de Israel, Rafi Peretz, quien declaró abiertamente que no se opone a las terapias de “conversión” de homosexuales y que él mismo las había practicado?
La hasbará efectivamente no miente, simplemente elige qué aspectos mostrar de Israel y cuáles ocultar, qué aspectos mostrar de sus rivales, y cuáles ocultar. Se trata de agasajar al cliente, de brindarle lo que requiere, lo que puede ayudar a reforzar su orgullo como judío, su simpatía por Israel, y estar al tanto de las posturas retrógradas que circulan al interior del mundo árabe.

Hasbará y los evangelistas
Leer los reportes de los aparatos de la hasbará es siempre satisfactorio para la conciencia de quien los consume, ya que le permite a cada uno argumentar frente a todo tipo de rivales que viven también en base a prejuicios. Sin embargo, evade las perspectivas críticas que ayudarían a que se le exija al Estado Judío mayor claridad y ética respecto a la relación que mantiene hacia sus ciudadanos y hacia las minorías. La decisión de no entrar en temas “conflictivos” para la sociedad israelí, en aras de reforzar una imagen limpia y positiva de Israel, mantiene a los judíos de la diáspora distanciados de las injusticias que en Israel se perpetran hacia sus propios ciudadanos, en vez de permitirles tomar posición y denunciar al gobierno del país cuando éste actúa en contra de principios de tolerancia y respeto hacia el otro y cuando discrimina o deslegitima opiniones críticas de sus propios ciudadanos.
Más aún, los parámetros de acción de la hasbará se han ampliado, y a su público corriente se han incorporado en los últimos años, grupos de evangelistas cristianos que ven en el Estado de Israel y el retorno de los judíos a su tierra, el principio de un proceso de redención para el mundo cristiano. El público evangelista en Estados Unidos y América Latina está, literalmente, esperando el apocalipsis y la segunda venida de Cristo, deseando fervorosamente la llegada del Juicio Final. Darían todo por una Jerusalén judía (hasta que Dios acabe con los propios judíos).
Pero, ¿por qué quieren los cristianos evangelistas darle el control de la zona a los judíos si está claro que ellos no creen en Jesús? Primero, porque los buenos seguidores de Cristo tienen una obligación religiosa de apoyar al pueblo judío, tal y como pedía Yoshúa. Y segundo, porque están convencidos de que los judíos les ayudarán a reconstruir su ansiado templo, paso necesario para que la profecía se consagre. Según sus previsiones, los seguidores de Abraham se convertirán antes o después al cristianismo. Eso sí: los que no lo hagan serán condenados para siempre. Estas son ideas que llevan tiempo difundiéndose entre ciertos círculos evangelistas que predican la “buena nueva”.
A partir de estos supuestos, la hasbará ha descubierto que hay un nuevo público que requiere y goza de su producto y que además apoya a Israel. Miles de seguidores evangelistas se adhieren a las páginas de la hasbará, para escuchar las buenas noticias que presagian el futuro mesiánico que están deseando ver llegar. Los valores y objetivos últimos de los creyentes evangelistas que presagian la futura conversión de los judíos, no rompen la armonía que se genera con la hasbará. Si bien los dos lados aspiran a fines absolutamente distintos, existe a nivel inmediato un interés común: apoyar al gobierno israelí y sentirse reconfortados con el progreso que se va gestando.
Analicemos ahora otro caso similar pero que detona una reacción totalmente opuesta a la anteriormente descrita. Hay muchos israelíes que visualizan un futuro mejor para su país si los palestinos firmaran un acuerdo de paz y obtuvieran un Estado independiente. ¿Qué se diría de esos israelíes en los círculos de la hasbará, si en aras de este valioso objetivo, recibieran el apoyo -sólo desde la perspectiva de un interés inmediato común- de organizaciones de corte antisionista o incluso antisemita, que aspiran a boicotear a Israel? ¿No podrían estos israelíes argumentar que sólo utilizan este recurso, a pesar de estar en contra de sus valores, para salvar así al país de convertirse en un apartheid o en un Estado binacional?
Si marchar codo a codo con los evangelistas por consideraciones pragmáticas es algo permitido y exaltado por la hasbará, ¿no podría deducirse que desde la óptica de la solución de «dos Estados dos pueblos» las presiones de los grupos antisionistas podrían también ser consideradas un instrumento útil para la causa? Pero bien sabemos que eso no es así. Para el actual gobierno de Israel y los defensores de su política oficial, el traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén es un logro histórico. Y si la motivación para hacerlo fue resultado de la devoción evangelista, como parte de un proyecto mesiánico, a los representantes de la hasbará les tiene sin cuidado. “Lo importante es recibir el respaldo que necesitamos en el aquí y en el ahora, y que los evangelistas crean o supongan lo que les venga bien, con tal que sirvan a nuestro interés”.
En estos días Israel vive un gran deterioro moral. Sus gobernantes actúan sin impunidad, pisotean principios elementales, cuando a la vez la vida cotidiana del ciudadano común se va volviendo cada vez más precaria. Personalmente puedo decir que nunca viví en Israel una experiencia de esta naturaleza, donde el maltrato físico y verbal hacia la voluntad ciudadana se va volviendo una experiencia cada vez más familiar para todos. Los judíos de la diáspora que sienten interés y empatía hacia Israel deben de tomar partido en las contiendas internas que vivimos, denunciar públicamente las injusticias que aquí suceden, involucrarse, criticar, y elegir qué causas respaldar y qué causas combatir. Y si acaso el único objetivo no es otro sino pavonearse de lo todo lo bueno que hay en Israel, para alimentar única y exclusivamente el propio orgullo judío, entonces que se siga consumiendo toda la información selectiva que emiten los medios de la hasbará.