Variaciones bíblicas

Variaciones bíblicas es una colección de textos breves de Sergio Saposnic que reseña la historia de distintas figuras y que -como algunos viejos midrashim- los interpreta, comenta y distorsiona. Sansón, Absalón y Rahab, entre otros personajes son redescubiertos en estas variaciones que recrean los sueños y la imaginación. Compartimos tres relatos
Por Sergio Saposnic

El hijo de Sansón

«Sansón en el molino». Giacomo Zampa

El amor lo arrojó ciego y humillado hacia el molino de la cárcel al tiempo que lo licenció de proteger a los hebreos.

Sansón saltó de una celda a otra.

Como cada día, el molino giraba por la fuerza de un hombre común.

Cuando sus piernas flaquearon; la inercia siguió moviendo la máquina.

En el piso pavimentado de suela y sudor, recibió los azotes.

El guardia lo dejó de apalear a cambio del dinero de la mujer que examinó al preso sin ser percibida.

El pago no buscaba impedir el castigo; quería permanecer a solas con el encarcelado.

Aún desfallecido le extrañó que el castigo fuera menor que otras veces.

Sansón anheló en el silencio del calabozo la voz de su madre.

La mujer se acercó hasta que el jadeo del ciego la rozara.

Sansón la tocó primero, pronto se anuló la distancia y a poco la tuvo.

El guardia regresó a vigilar al recluso hebreo.

Dos veces más lo visitó la mujer a cambio de las monedas para el guardia.

Lo que continuó fue la muerte de Sansón con 3000 filisteos en el templo de Dagón.

Las comadronas preguntaron cómo llamaría al niño.

Goliat, contestó la mujer.

 

Absalón

El espíritu santo asentado en David se mudó por un instante.

No alcanza la voluntad, ni la afectada piedad del aspirante a rey. No es suficiente la fuerza de tus milicianos, dijo Ajitofel, escuchado en el reino como la voz de dios: con tu sublime melena Absalón no basta para destronar a tu padre.

Yahvé estará con vos si haces lo aborrecible para encender su odio.

«David llora la muerte de Absalón». Marc Chagall

Cuando hagas tuyas a las 10 queridas de tu padre a la vista de todos habrás logrado su enemistad además del beneplácito del pueblo.

Se ordenó levantar una carpa en la terraza del palacio; la misma desde la que David fue embelesado por Betsabé.

El gentío anhelante de ver al nuevo rey se acercó hasta los portales del palacio. Los niños trepados a los árboles y atalayas fueron echados por la guardia real. El palio fue rápidamente decorado con almohadas, terciopelos y otros géneros. La brisa acariciaba la espera de la afluencia que rió y aplaudió al llegar las queridas del rey fugitivo.

Prodigaron sus encantos al sucesor quien cumplió con cada una.

Absalón había robado el corazón de los hombres de Israel pero pronto murió enmarañando su pelo en una rama del bosque de Efraím y asestado por los hombres de David.

Ajitofel se suicidió al fracasar la asonada.

De las concubinas poco se sabe.

Al regresar David al palacio las despreció como a trastos viejos.

Se sabe que una desalojada le dijo a otra.

Él hijo me hizo ver las estrellas.

Lo que te hizo ver las estrellas fue hacerlo en público.

Rahab

El viento y los israelitas borraban las huellas del paisaje. Solo el desierto y olvido prosperaban a su paso.

La temible caravana mosaica fatalmente caería sobre Jericó.

La ciudad no podía ser tomada mediante un asalto directo pensaron los oficiales israelitas.

Dos enviados de Josué se apostaron en un límite degradado de la ciudad.

Los soldados rastrillaban toda potencial guarida.

Rahab los cubrió con forraje en su terraza a cambio de la clemencia de Josué para ella y los suyos.

Convino con los espías en poner un hilo rojo en su ventana para que la vieran los conquistadores. Al hacerlo pensaba de qué viviría después de la destrucción.

Al séptimo día de asediar la ciudad fortificada; las murallas cayeron ente gritos y el estruendo de los cuernos.

La casa intacta de la ramera de Jericó resaltaba entre el hollín y los escombros.

Para reanudar el viaje a Canaán, un soldado de Josué cargó las posesiones de la familia a cambio de un siclo. La orden era que hasta la última moneda acrecentara las siempre flacas arcas israelitas.

Rahab advirtió una oportunidad en ese gesto desobediente y se acercó al oído del soldado.

No te preocupes mujer; a los hebreos les gustan que sean extranjeras.

«Rahab ante Josué», de Efraín Moisés Lilien

* Conferencista de temas de arte y biblia.

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