Chile:

“Soplan nuevos vientos”

"Hoy soplan nuevos vientos", dijo Michelle Bachelet, la primera Presidenta de la historia chilena al entrar por primera vez al Palacio de la Moneda -el pasado sábado 11 de marzo- y, en el balcón que daba a una plaza de la Constitución abarrotada de simpatizantes, se dirigió por primera vez al país. Mujer soltera y madre de tres hijos, socialista y agnóstica, Bachelet, de 54 años, dijo que llegó a la presidencia para luchar por un "mañana más participativo e igualitario" en su Chile querido. Las alamedas, ahora, visten polleras.

Había sido investida pocas horas antes, por la mañana, en Valparaíso, a unos 120 kilómetros de la capital, donde se encuentra la sede parlamentaria chilena.
Bachelet, que gobernará por los próximos cuatro años, agradeció el apoyo y los buenos deseos colocando las dos manos sobre el corazón.
Numerosos invitados internacionales participaron en la ceremonia, entre ellos la secretaria de Estado norteamericana, Condolezza Rice; los presidentes de Argentina, Brasil, Venezuela, Bolivia, el príncipe Felipe de Borbón y representantes de diferentes países de la UE y Asia.
Hija de una general muerto en una cárcel de la dictadura de Augusto Pinochet, la flamante mandataria es, de acuerdo con las propias palabras de su antecesor, Ricardo Lagos, un emergente del cambio cultural que experimentó Chile en los últimos seis años. Bachelet, en su primer discurso tras ser investida, recordó a su padre, el general Ernesto Bachelet, de cuya muerte se cumplieron, un día después de su asunción, 31 años. «El está conmigo», señaló emocionada.
‘La Michelle’, como le dicen en Chile, llegó en helicóptero a Santiago y luego recorrió la Alameda, la avenida principal de la capital andina, en un automóvil descapotable. Miles de personas la saludaron a su paso arrojándole papel picado y agitando banderas chilenas y del Partido Socialista.
Con Bachelet, la Concertación Democrática la coalición de partidos que derrotó al dictador Augusto Pinochet en un plebiscito en 1988 y luego triunfó en las primeras elecciones democráticas, en diciembre de 1989 se mantendrá en el poder por 20 años, un período superior al del régimen militar. La flamante mandataria recordó uno a uno a sus antecesores: Patricio Aylwin y Frei Tagle. De pronto, Bachelet fue interrumpida. Desde la plaza de la Constitución, la multitud se anticipó al próximo nombre y gritó «Lagos, Lagos». La presidenta sonrió. «Llevó unas horas en esto y ya me quieren mandar», dijo en tono de broma.

Mujeres

«Las mujeres van a revolucionar el poder», dice Clarisa Hardy, una de las integrantes del Gabinete que la Michelle armó como parte de su propuesta de instituir la paridad en todos los cargos estatales. «Muchos pensaron que no cumpliría, pero se equivocaron», recordó días atrás la mandataria. Todas las ministras, dicen, son dueñas de un carácter fuerte, y si bien no han estado en primera fila de los gobiernos anteriores, han dejado su huella en la gestión pública.
A Paulina Veloso también la saludan más que antes. Dirige a partir de hoy la Secretaría General de la Presidencia, una de las oficinas clave de La Moneda, encargada entre otras cosas de las relaciones del Ejecutivo con un Congreso que, por primera vez en 16 años, tendrá mayoría de la Concertación. Veloso es socialista. Tenía 18 años cuando cayó Salvador Allende y debió partir al exilio. Su esposo, Alex Jacquard, fue asesinado en Argentina en el marco del Plan Cóndor, la acción represiva conjunta que las dictaduras suramericanas emprendieron en los años ´70 contra la oposición. Veloso se volvió a casar. Su hijo, Nicolás Grau, es uno de los principales dirigentes de la Federación Estudiantil. Ya le anunció que saldrá a protestar a la calle si es necesario. «Lo educamos en el respeto a la diversidad», justifica la madre.
«Voy a tener que practicar eso de subirme a un F-16», dice Vivianne Blanlot, y se ríe de la situación. Su llegada al Ministerio de Defensa sorprende a propios y extraños. Ella es economista y sobrina de un almirante -Carlos Blanlot- procesado por violaciones de los derechos humanos. Por suerte para ella -y los chilenos- la de Defensa ya no es una cartera sensible. El general Juan Emilio Cheyre acaba de dejar el Ejército cumpliendo una tarea que muchos consideran histórica: la completa despinochetización de las instituciones militares.