24 de Marzo, Día de la Memoria en tiempos de pandemia

Quién sabe Alicia este país…

“Quién sabe Alicia éste país no estuvo hecho porque sí. Te vas a ir, vas a salir pero te quedas, ¿dónde más vas a ir?” Charly García
Por Axel Kesler

Con el Nunca Más hemos dicho muchas cosas. Nunca más a un plan sistemático de exterminio de personas, nunca más a la represión, nunca más a las torturas, nunca más al saqueo económico, nunca más a las políticas de desprotección de los más humildes, nunca más a los caprichos de un borracho inconsciente, nunca más a la censura, nunca más…Y, a pesar de los tropiezos y las torpezas, con eso volvimos a resucitar desde nuevos Nunca Menos, conquistando derechos y libertades para muchos argentinos y argentinas.

El país del Nunca Más también es el país de otros Nunca Menos. En días atípicos, el aplauso de un pueblo que agradece se convirtió en la alarma de las 21hs. Desde el encierro, ese que toda alma repudia, hay un encuentro colectivo en el orgullo de las palmas, así como hoy en los pañuelos que desfilan en balcones y se comunican por WiFi. Ese abrazo de masas en Plaza de Mayo que el enemigo (esta vez) invisible nos privó, ese grito en manada, esa marcha de la bronca y de la fe, hoy explota en redes con otras formas, pero sin abandonar su presencia.

El país del Nunca Menos es la presencia. Es un pueblo que supo decirle Nunca Más a una época desastrosa y volcó en las urnas su esperanza de transformación. Lo hizo en su momento porque con la democracia se come, se educa y se cura. Lo hizo más recientemente porque con la democracia de verdad se debe facilitar comer, se debe permitir educar y se debe preocupar por curar. Se entendió que cualquier pequeño Nunca Más, cualquier aspecto que muestre un gramo de coincidencia con eso que quisimos condenar, debe ser rechazado. Así, fuimos y somos de los pueblos que más nos levantamos ante cada injusticia social.

Hay muchos mitos que dan vuelta en torno a la argentinidad y que Alejandro Grimson destruye en su libro Mitomanías. Ideas muchas veces instaladas y difundidas de que “los argentinos estamos condenados al desastre”, que “no podemos desarrollarnos debido a nuestra idiosincrasia” o simplemente que la Argentina “es un país de mierda”, nos intentan condenar a un encierro que es individualista y destructivo. El antropólogo insistía en su libro con la destrucción de mitos para poder acercarse a la realidad, y opinar y actuar en relación a ella.

Es cierto que romantizar lo argentino, como un poco pudo salir en párrafos anteriores, también nos puede encerrar en un amor ciego y mítico. Pero también es cierto que a veces nos sale como una reacción emocional para desinclinar esa balanza hegemónica que nos quiere criticando al de al lado para estar bien domados y sumisos en la individualidad.

Hoy la metáfora de la coyuntura es que hay encierros que se puede volver acciones colectivas. No todo encierro es egoísta, hay algunos que se hacen por el bien común. Este encierro nos devuelve la memoria de que somos una comunidad con mucho para desterrar, pero también con mucho para reivindicar. A veces hay que escuchar las metáforas de nuestros tiempos y despertarse antes de que pase el temblor.

Memoria, verdad y justicia.