La represión al movimiento que nació con la Evasión al metro de Santiago ya supera 15 muertes

Explosión de molestia, inconformismos y temores en Chile

Con consignas como “¡Evadir, no pagar, otra forma de luchar!” y “No es por 30 pesos, es por 30 años”, la juventud chilena está liderando un movimiento inorgánico y rupturista -incomprendido por el mundo político y las organizaciones sociales y gremiales tradicionales-, que se rebela contra las inequidades y desesperanzas que genera el llamado "milagro chileno", el cual apenas ofrece cifras satisfactorias desde el prisma de quienes promueven la implementación de políticas neoliberales en la región.
Por Marcelo Carvallo*, desde Santiago de Chile

El llamado de los estudiantes a evadir el pago del metro de Santiago realizado la semana pasada devino en una insospechada jornada de protesta que alcanzó niveles nacionales y una transversalidad pocas veces vista.
¿Se explica esto por un alza tarifaria de tan solo 25 centavos de dólar? Claramente no, aunque dicha alza implique que, para muchas familias chilenas, el transporte de sus integrantes corresponda al 40% de los ingresos familiares.
Tampoco se explica por qué ciudades como Concepción, Valparaíso, Punta Arenas, Iquique y pueblos como Olmué, Limache y un largo etcétera, han iniciado las mismas jornadas de protesta sin ellos sufrir dicha alza, la que solo impacta al trasporte capitalino. Del mismo modo, el alza tarifaria no explica del todo las manifestaciones, pues las jornadas de protesta se aprecian en barrios populares y en sectores urbanos que concentran altos niveles de ingresos, tal y como se distribuye esta ciudad tan segmentada. No se explica tampoco, toda vez en ha habido voces de grandes empresarios y -aunque más veladas- de importantes personeros de la alianza de Gobierno, los que han señalado sus inquietudes por la falta de visión para entender y enfrentar esta demanda.

¿Qué está pasando entonces? Muy difícil saberlo. Luego de una semana de producido el llamado de evasión y ante el incremento de las manifestaciones sociales, la mayoría expresiones pacíficas de molestia ciudadana, el presidente Piñera decretó el Estado de Excepción Constitucional, que entrega el mando de la seguridad pública a las Fuerzas Armadas y permite la restricción de derechos constitucionales, como por ejemplo, el de libre tránsito, por la vía de los llamados “toque de queda”, de triste recuerdo para quienes vivimos en dictadura. Ello se suma a la presencia de patrullas militares junto a fuerzas policiales, que controlan el desplazamiento y las movilizaciones sociales. Más de 15 ciudadanos han muerto en estos pocos días, sin claridades de las causas, ni reconocimiento de nombres, ni expresión de condolencias… Los recuerdos de la dictadura pinochetista se hacen aún más patentes.
Al mismo tiempo se han visto ataques incendiarios, saqueos y robos en supermercados, estaciones de servicio, locales comerciales, ferias libres y comercios menores en una confusa comunión de automóviles de alto estándar y grupos de pobladores que en conjunto se apropian de alimentos así como de electrodomésticos.

El resultado es que, junto con el deseo de movilización, se instala un creciente temor ciudadano que va muy en la línea del viejo principio levantado por la Escuela de las Américas, su Doctrina de Seguridad Nacional y la definición de un enemigo interno que atenta contra “el ciudadano”, constituyéndose en un “otro” al que en necesario declararle “la guerra” por ser un enemigo poderoso capaz de destruir los valores más caros de la sociedad, según remarcó el presidente de la República en estos días. El resultado de estas desafortunadísimas declaraciones es una confusa seguidilla de explicaciones, un incremento de la molestia ciudadana y una ola de críticas tanto internas como externas, con un definitivo fracaso en el control de la seguridad interna y una sensación de desgobierno que termina asustando también al gran capital económico.

Pero como ya se mencionó, nada de esto solo se explica por un alza tarifaria. Esta crisis social, esta ruptura del pacto que impulsó al Chile posterior a la dictadura a ocupar lugares de avanzada en el desarrollo y crecimiento económico, no dio cuenta de diversos fenómenos que van desde una pérdida de los sentidos comunitarios, con el desprestigio de la política y las instituciones, hasta la sensación de que el Estado no es capaz de garantizar derechos sociales mínimos, como un sistema de pensiones, acceso a salud oportuna, una educación de calidad y un mercado laboral que dé garantías al mundo del trabajo, todo ello sumado a un excesivo centralismo, a la incapacidad de reconocer la diversidad de pueblos originarios, de demandas de organizaciones de mujeres, ecologistas, pequeños productores y etc., demostrando que el milagro chileno, fue uno de grandes cifras, pero de muchas desesperanzas e inequidades.

Nada de esto ha podido ser comprendido por el mundo político ni por las tradicionales organizaciones sociales y gremiales. Así hoy día, es este un movimiento inorgánico, diverso, amplio, joven, alegre, transversal, sin un pliego de peticiones claramente definido, el que tal vez solo expresa un deseo de ruptura de este orden no deseado aunque ello implique hoy, la no visualización de horizontes orientadores.
Tal vez sean estos los brotes que permitan la construcción de un nuevo pacto que dé cuenta de sociedades integradas y de derechos sociales reconocidos. Tal vez.

* Expresidente del Centro Progresista Judío – Meretz Chile.