Film documental de Miguel Kohan

La Experiencia Judía, de Basavilbaso a Nueva Amsterdam

Descubrir un cementerio oculto debajo de la exuberancia de la selva jamaiquina y en medio de un calor insoportable no es una experiencia ordinaria. Para la arqueóloga Rachel Frankel y su equipo fue el resultado de un largo proceso de investigaciones e interpretaciones tras las huellas de antiguas poblaciones de inmigrantes judíos en el Caribe y en otros sitios insospechados del continente americano. Para el realizador cinematográfico Miguel Kohan, una de las tantas perlas grabadas por su cámara para el documental La Experiencia Judía, de Basavilbaso a Nueva Amsterdam.
Por Laura Haimovichi

Inspirado en la frase de Michelangelo Antonioni: “Las películas no están solamente para ser comprendidas sino para ser experimentadas”, el director Miguel Kohan fue testigo de ese momento casi mágico en que aparecen las tumbas y sus textos en hebreo, ladino y holandés, para convertirse en eslabones con la historia de una comunidad viva.
En la cinta podemos ver a una muchacha de piel oscura que estudia arqueología en la universidad de Brandeis, Estados Unidos, entusiasmada con su tesis sobre los judíos negros mientras limpia un basural en un pueblo del interior de Jamaica buscando rastros del pasado. También, nos encontramos con un descendiente de esos judíos exiliados en Entre Ríos de las persecuciones antisemitas, quien dice: “Nosotros no tenemos árbol genealógico, es una enredadera”. En otro paisaje del documental, en el norte de Sudamérica, cerca de una canchita de fútbol, aparece una familia encendiendo las velas y rezando.
Parientes vestidos como gauchos. Esa era la imagen cercana pero extraña que guardaba Miguel Kohan de sus familiares de Basavilbaso, Entre Ríos, adonde viajaba con frecuencia cuando era un chico, porque allí fue donde nació su padre y vivía parte de su familia. Y hace unos dieciocho años, esa postal recurrente, fue el punto de partida de un deseo: filmar la historia del exilio de sus antepasados.

Una diáspora judía inesperada
Lo que parecía el grado cero de ese trabajo, el cuarto documental de Kohan, fue cambiando. El realizador de El Francesito, un documental (im)-posible, sobre Enrique Pichon Riviere, y de Café de los Maestros, la película que rescató a músicos de tango veteranos, amplió los márgenes de su pura vivencia personal porque transformó su proyecto en una indagación sobre una diáspora judía inesperada, esa que constituyó desde el siglo XVII distintas comunidades en Brasil, Jamaica, Surinam y la isla de San Eustatius, de cinco por siete kilómetros, donde se instaló una inmigración que cambió la agricultura por el comercio de, entre otras cosas, armas para la independencia de los Estados Unidos.
Hubo dos historiadores que fueron claves en la génesis de La Experiencia Judía: Mario Cohen, que le regaló a Kohan un libro suyo sobre los sefaradíes que se refugiaron en América Colonial y el autodidacta Mordechai Arbell, quien le contó en Jerusalén acerca de la investigación que había realizado sobre el mismo tema. Los datos que le proporcionaron fueron los que impulsaron a Kohan a trascender más allá de la mera historia familiar e ir a otros lugares de América.
Con música de César Lerner y coguionado por Kohan e Inés de Oliveira Cézar, el filme –un trabajo eminentemente antropológico- tuvo su premiere mundial en el último festival de cine BAFICI, de Buenos Aires. Allí, en el programa, podía leerse: “El director avanza sobre su tema como un filólogo o un detective; su historia personal está ahí también. De modo que sigue trazos temblorosos que atraviesan continentes, voces perdidas que han cruzado el mar y que hay que pescar delicadamente, a veces con un sentimiento de desesperanza, como si la tarea emprendida mostrara, cada tanto, signos de estar condenada al fracaso. Los gauchos judíos con su mutismo fatal –“no contaban nada”, dice de ellos uno de sus descendientes- o la diáspora inconcebible por el Caribe develan las ramificaciones infinitas de la empresa pero en los testimonios se advierten también una obstinación que alumbra la película, cuya amabilidad traslada al espectador”.

Desdibujar fronteras
Para el director, fueron casi dos décadas de recorrido, de lo interminable al encuentro con lo terminable, para concretar la película que tuvo su puntapié inicial en evocaciones de infancia en Basavilbaso.
La pregunta sobre la identidad judía y su capacidad para adaptarse a una diversidad de contextos muy hostiles, en distintos lugares y diferentes tiempos, el sorpresivo descubrimiento del legado judío sefaradí como parte del tesoro simbólico de los indígenas Arawakas, convierten a La Experiencia Judía en una película fascinante.
Incluso el nordeste de Brasil con sus campesinos, nuevos cristianos, que se descubren judíos descendientes de aquellos que huyeron de la Inquisición, instaló el rodaje “en algo más tangible, y mágicamente presente”, señala Kohan, trazando un puente desde el pasado a la actualidad, y trayendo interrogantes sobre una realidad del pueblo judío que se repite a través de la historia y sus múltiples devenires: la necesidad de desdibujar fronteras, de hacer del éxodo su asiento y también su certidumbre para poder sobrevivir.”