Notas sobre la presentación de Koshmar (Pesadilla), de Pinie Wald

El pasado jueves 28 de marzo, a cien años de la Semana Trágica de 1919, en el pintoresco Café Hasta Trilce del histórico barrio de Boedo, se presentó una nueva edición de Koshmar (Pesadilla), de Pinie Wald. La actividad contó con disertaciones de Christian Ferrer, referente indiscutido del anarquismo argentino; Eduardo Jozami, reconocido activista por los derechos humanos; y Perla Sneh, experta en literatura y cultura ídish. Un auditorio atento, que contó con la presencia de la hija de Wald, los escuchó casi sin pestañear.
Por Nerina Visacovsky

La nueva edición de Koshmar es una iniciativa de Astier Libros, liderada por Gabriel Lerman y apoyada por un extenso estudio preliminar de Perla Sneh, quien además corrigió y agregó notas a la versión original que tradujera su propio padre, Simja, en 1987. Notas de lujo aparecen sobre el final y resignifican el valor de la obra; Christian Ferrer, Herman Schiller, Alejandro Kaufman, y un notable hallazgo: la crónica de Katherine Dreier, una publicista extranjera que se encontraba de paso por Buenos Aires en 1919 y presenció horrorizada los sucesos que luego narró para un semanario norteamericano.
En la presentación del libro, Ferrer deslumbró con un detallado relato de aquellos días de huelga motorizados por el obrerismo anarquista y el primer sindicalismo metalúrgico radicalizado. Se habló de diversos grupos étnicos detrás del sueño de una nueva sociedad. “No para apropiarse del poder, sino para demoler todo tipo de poder, para cambiar el mundo”, explicaba Ferrer. ¿Por qué la Semana Trágica no aparece en los libros de texto?, ¿por qué no se enseña en las escuelas hoy?, ¿por qué sabemos tan poco de aquellas luchas obreras de principio de siglo y de aquella masacre que comenzó con un reclamo justo y humanizado?
Recordemos, reducir la jornada laboral de 11 a 8 horas y no trabajar los domingos. Ferrer denunció un “pacto de silencio” de la clase política de aquel entonces, pero afirmó que aún, a más de cien años, ese pacto sigue vigente. Al terminar, formuló un interrogante sorprendente y polémico. Con él nos introdujo en un conflicto que estudiamos quienes trabajamos con identidad de izquierda judía en Argentina. Ferrer se preguntó por qué Pinie Wald había escrito su testimonio en ídish y no en castellano, pues, para Ferrer, Wald había sido, antes que nada, un militante de su época, convencido y brillante intelectual marxista.
La respuesta la tenía de antemano Perla Sneh, quien afirmó en su disertación: “Hay quienes abordan Koshmar sin detenerse en el hecho de que fue escrito en ídish. Subrayemos: Pinie Wald es, ante todo, un escritor judío y escribe en ídish. Desconectar el escrito de Wald de la cultura en la que arraiga, y en la que él fue tan activo, es despojarlo de sustancia viva, momificarlo. No es posible leer a Koshmar desgajada de su contexto lingüístico cultural”.
Este interesante contrapunto entre Perla y Christian llamó nuestra atención y nos convocó a reflexionar y escribir estas notas. Entonces, nos preguntamos acerca de qué pesa más en la identidad de Pinie Wald: su ideología política o su condición étnica. La mejor respuesta la brinda él mismo en un fragmento de su texto, reproducido en la contratapa de la edición de Astier. Cuando la Policía lo interrogaba por su nacionalidad respondía “judía”, cuando le preguntaban por su religión, afirmaba “socialista”. Interesante planteo que nos atraviesa a todos los judíos laicos argentinos y se resignifica generación tras generación: ¿qué valores culturales nos identifican más o mejor, la nación, la religión, la ideología? Probablemente sean condiciones inescindibles. La propia trayectoria del autor expresa que no hay posibilidad de concebir semejante escritor judío como fueran Pinie Wald, Pinie Katz y tantos otros, sin sus ideologías, y que tampoco se los puede entender simplemente como militantes, despojándolos de su historia étnica-cultural.
Por otra parte, las palabras de Eduardo Jozami, reconocido por su trabajo como director del Centro Cultural de la Memoria “Haroldo Conti” (exEsma), enfatizaron en la importancia de las iniciativas destinadas a rescatar la memoria, a revisar y generar espacios para conocer el pasado. Un poco más optimista que Ferrer, refirió al intenso trabajo de los últimos años por romper “los pactos de silencio”. Al mismo tiempo valoró enfáticamente el aporte de la cultura ídish, que gracias al pasaje al castellano y a un importante (aunque sabemos, aún insuficiente) trabajo de traducción, se hizo comprensible para los habitantes de esta tierra argentina.
Brevemente, para finalizar, diremos que el libro original fue escrito y publicado en ídish en 1929. Los hechos allí narrados sólo podían ser accesibles a quienes dominaran la lectura de ese idioma hasta que, con pluma maestra, en 1987, Simja Sneh lo tradujo al castellano y se publicó en Crónicas Judeo-argentinas (1890-1944), colección dirigida por Ricardo Feierstein. En 1998, Pedro Orgambide lo incluyó en la colección “Los Precursores” de editora Ameguino. Hoy, Lerman y Astier Libros retoman con pasión esta iniciativa.
Koshmar es una pieza literaria valiosa, pero al mismo tiempo es el cruento testimonio de nuestra historia, de aquellos días aciagos y oscuros que asolaron las calles de Buenos Aires. La crónica personal y las torturas sufridas por Pinie Wald reflejan el salvajismo y la ignorancia de quienes lo creyeron jefe de los maximalistas y “presidente del Soviet”. La huelga obrera en los talleres Vasena, la sangrienta represión policial cuyas víctimas siguen sin conocerse con exactitud (de 700 a 1300) y el violento pogromo en el barrio de Once, son los trágicos escenarios de esta no ficción.
En la calle Ecuador, entre Valentín Gómez y Sarmiento, Pinie Wald trabajaba en la sede del diario socialista Avangard, órgano de prensa del Partido Socialista Obrero Judío Bund. De allí fue arrancando a los golpes por la policía, junto a su compañera Rosa Weinsten. Lo que sigue, su (y nuestra) Pesadilla, habrá de ser leída por cada quien de acuerdo a sus convicciones, a su experiencia, a su forma de entender la historia argentina, la historia judía, o la historia obrera. Lo que no podrá suceder, de ninguna manera, es que la lectura de Koshmar resulte indiferente a nadie.