La ñata contra el arbolito

A los judíos nos da cosa la Navidad. Nos sentimos medio afuera de la movida. Uno o dos días antes empieza el ataque de películas que se llaman “Un milagro de Navidad”, “Un amor en Navidad”, “Una novia para Navidad” y todo así. Y mientras hay 49 de térmica y uno se abanica con el diario, en todos los canales hay NIEVE. Nieve y gente que patina por Central Park. Esto al menos nos hermana con nuestros compatriotas argentos no judíos. Ellos también se mueren de calor y ven las mismas películas de cuarta que nosotros.
Por Laura Kitzis *

A Philip Roth, Z”L

Envidia
Mi primer recuerdo de un sentimiento asociado a la Navidad. Tengo en la retina el primer pesebre que vi: Los minúsculos camellos, un espejito de polvera haciendo de lago, José y María (muy bella con un manto azul y labios carmín) una mesita con ánforas, cuencos y platitos y en el centro, un pequeño bebé que extendía unos brazos y piernas regordetas hacia arriba. Me encontré con esa maravilla en la casa de una familia amiga de mis padres que tenían una hija de mi edad. La imaginaba retocando con un pincel los colores de los muñecos, diseñando estratégicamente la ubicación de los camellos, arrancando pasto del jardín para el piso, amasando la Crealina para los utensilios y moría de la envidia.
Después, a lo largo de mi vida, tuve ocasión de ver varios pesebres: Pesebres latinoamericanos con guanacos en vez de camellos y Reyes Magos de rasgos originarios, pesebres GLBTQ (sé q se le van agregando letras, pero yo llegué hasta ahí, sepan disculpar) con dos Marías o dos Josés… y por supuesto, el infaltable pesebre K con un pingüino en el lugar del Niño Jesús. Pero jamás olvidaré ese primer pesebre de mi infancia. Mi envidia judía inaugural, mi primera tentación goy.

Solos en la madrugada… (del 24)
Presente en Alicia Steimberg, “Músicos y Relojeros”, en Marcelo Birmajer, “El Alma al Diablo”, o en el film de Daniel Burman, “Esperando al Mesías”; muchos textos argentinos exploran el sentimiento judío de extrañamiento, soledad y ajenidad del 24 de diciembre. Sentimiento que entra por el balcón junto a los fuegos artificiales y al pan dulce que, en reemplazo de las facturas, acompaña al mate de la tarde en estos días. Sin embargo, fue un escritor estadounidense, el que con más dramatismo padeció el exilio en estas fiestas. Me refiero por supuesto, al monumental, único, fáustico, neurótico y siempre amado por la que suscribe, Philip Roth:
“En Navidad, cuando no tengo clase y puedo salir a patinar de noche bajo las luces, veo parpadear los árboles por entre las cortinas. No en nuestra cuadra -¡Dios no lo quiera!- … aquí hay un goy, y allá otro, y otro más en el otro lado…, es simplemente terrible: no sólo hay un árbol resplandeciendo visiblemente en cada sala, sino que las mismas casas están contorneadas por una hilera de bombillas de colores anunciando el cristianismo, y los fonógrafos proyectan a la calle “Noche de paz” como si -¿Como si?- fuese el himno nacional, y sobre los nevados céspedes se ven pequeñas figuras representando la escena del pesebre… son las gentes para quienes Nat ‘King’ Cole canta todas las Navidades ‘castañas asándose en una fogata’… Una fogata, ¿en mi casa?… esos cristianos de rubios cabellos son los legítimos residentes y propietarios de este lugar, y pueden volcar en las calles cualquier canción que les dé la gana, y nadie se lo va a impedir. ¡Oh, América! ¡América! Quizá hubiera oro en las calles para mis abuelos, quizá hubiera una gallina en cada puchero para mis padres, pero para mí… América es una shikse acurrucada bajo el brazo y murmurando amor, amor, amor, amor, amor.” (“El Lamento de Portnoy”).
Y si bien la familia de Alex Portnoy ha contribuido a la gloria de América, regando la tierra de la Libertad con la sangre del primo Heshie, muerto en la guerra, los “legítimos residentes y propietarios de América” son los otros, niños que no se llaman Heshie o Aaron o Marvin; sino Billy, Jimmy y Tod. Los niños cuyos nombres parecen sacados “del libro de lectura de la escuela”. Tentaciones cristianas de un muchacho judío de Nueva Jersey en la década del ’50… Jingle Bell, Bing Crosby y “Navidad Blanca” pero también “la chica de al lado”, Doris Day o Debbie Reynolds. Sexualidad, muchachas cristianas y árboles de Navidad. El tránsito a la exogamia. El deseo y el desencanto.
Todavía son los años felices. Todavía no hay Malcom X, ni Reverendo King, mucho menos Stonewall y la cuestión gay, y –aunque les va muy bien en Hollywood- todavía no es cool ser judío. Todavía los WASP (los blancos anglosajones y protestantes) son el paradigma de la norteamericanidad. Les va a durar poco.

Las navidades de Krusty y Kyle
El verdadero nombre de Krusty, el genial y bizarro payaso de “Los Simpsons”, es Herschel Schmoikel Pinkus Yerojam Krustofsky. Hijo del rabino Hyman Krustofsky, Krusty es un judío no practicante: mujeriego, bebedor, fumador, jugador, adicto a la cocaína y a los ansiolíticos. Hombre de excesos. Lejos del tropos del ‘judío- padre- de-familia’, tiene una hija no reconocida, Sophie, criada por su madre como cristiana. En el capítulo “La Navidad de Krusty”, él intenta vincularse con ella, para lo cual considera la posibilidad de convertirse. En el momento del bautismo en el río, cae al agua y su corazón deja de latir. En esos segundos, Krusty se encuentra con el espectro del Rab Hyman Krustofsky -Ninguna religión te hará un buen padre, llega a decirle a su hijo- mientras el Reverendo Alegría (que por fin puede darse el gusto de ser, como el Crucificado, pescador de hombres) lo iza –precisamente- con una caña de pescar.
Kyle Broflovsky, es uno de los protagonistas de la serie animada estadounidense “South Park”. Escatológica y políticamente incorrecta, cuenta la historia de cuatro niños que viven en la ciudad ficticia del mismo nombre. En la primera temporada Kyle canta la canción “The lonely jew on Christmas”: “Soy judío muy solito en Navidad/ Januca me gusta pero ¿Por qué Santa Claus no para en casa ni una vez?/ En vez de buen jamón, como bolas de pescado/ En vez de ‘Noche de Paz’ canto ‘El Violinista en el Tejado’”.
Desde que en los ’70 Woody Allen filmó “Annie Hall”, el judío puede ser intelectual o ágrafo, demócrata o republicano, gay o hétero. Pero ya es paradigma de la norteamericanidad como cualquier WASP. Sigue siendo, eso sí, un inadaptado, pero a diferencia de Woody, ya no se psicoanaliza.

Lejaim disruptivo
Y a todo esto más de 13 millones de nuestro pueblo por debajo de la línea de pobreza. ¿Qué sueñan Billy, Jimmy y Tod en Navidad? No lo sé. Tal vez Philip Roth lo supo. O no. Quisiera, si pudiera, decirle que no se haga tanta judía malasangre. En estas Navidades, pibes que viven a 10 minutos de bondi de mi cuadra soñarán –si se puede “¡Sí-se-puede!” ¿Se acuerdan de esa burla?- tan sólo con comer. El sentimiento de desesperanza, la angustia, la violencia, la ansiedad. Los miles de síntomas y somatizaciones de la inseguridad laboral, económica y alimentaria, ya están entre nosotros. Dolor País. El dolor se sentará, con nosotros, a las mesas del 24 y del 31, y hay que mirarlo de frente. Y aun así… Felices Fiestas queridos amigos y compañeros. Sigamos brindando por la vida. Y, –con pesebre o sin pesebre, con arbolito o sin arbolito- digamos ¡Lejaim! por un 2019 de coraje, resistencia, esperanza y lucha.

* Psicoanalista UBA