La causa AMIA y algunas razones para el escepticismo

Ensalada de Bin Laden y Berro

Muchos de quienes seguimos, desde hace años, las alternativas jurídicas y políticas de la investigación de los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA guardábamos la esperanza en que tras más de una década de historias inventadas, anuncios rimbombantes y posteriores decepciones, primaría la mesura y se desterrarían prácticas destinadas a distraer las legítimas demandas de justicia, como aquellas descriptas por el Tribunal Oral Federal Nº 3 en su detallada sentencia. El show mediático con el que -con total seguridad- los fiscales días atrás anunciaron tener definitivamente esclarecida “la identidad del suicida que se inmoló en la AMIA”, evoca escenas anteriores similares, cuyo resultado deberían tener presente quienes acompañan con bombos y platillos cualquier anuncio respecto de la causa, sin un mínimo de cautela. Fuera de la inconsistencia de las supuestas pruebas dadas a conocer sobre la participación de Ibrahim Berro en el atentado, es útil recordar el surrealista y similar momento en que, en pleno juicio oral y cuando se caía a pedazos la “historia oficial” -ayer nomás-, la querella oficial junto con fiscales y otros funcionarios judiciales, con la activa colaboración de sus voceros de prensa, anunciaron con el mismo énfasis actual que el atentado fue obra de Bin Laden.

Por Horacio Lutzky

Transcurrían los primeros días de octubre de 2001, y Menem cumplía prisión domiciliaria en la casaquinta de su amigo Gostanián. A raíz de la denuncia de Lifschitz, ex prosecretario del juez Galeano que reveló muchas de las graves irregularidades y delitos ocurridos en la investigación, que finalmente le costarían el cargo a dicho juez, en el juzgado del juez Bonadío habían comenzado a realizarse audiencias donde estaba saliendo a la luz el escandaloso tema del video. Se trataba de la cinta en el cual se veía a Galeano departiendo amistosamente con el acusado Telleldín antes que éste modificara su declaración mediante el pago de una importante suma de dinero. En una de las audiencias matinales, las preguntas de algunos abogados, además, habían tocado la presunta participación del ex titular de la DAIA, Rubén Beraja, en la oscura negociación del pago a Telleldín. Era un tema sumamente polémico, destinado a figurar en los titulares de los periódicos del día siguiente. En el equipo oficial (juzgado-fiscales-querella DAIA-AMIA) había preocupación por que no se instale esa polémica “que distrae los esfuerzos del tema central”. Como siempre, la audiencia de la Causa AMIA ante el Tribunal Oral comenzaba más tarde, después del mediodía.
Había que sacar de la galera con urgencia otro tema fuerte que ocupara las primeras planas del día siguiente.
En horas de la tarde, al finalizar uno de los cuartos intermedios, la abogada de la DAIA, Marta Nercellas, regresó agitada del despacho del juez Galeano, ubicado en el mismo edificio de la calle Comodoro Py. Traía para anunciar una noticia impactante: ¡se descubrió que el atentado a la AMIA lo hizo la organización Al Quaeda conducida por Osama Bin Laden! Después del atentado a las Torres Gemelas, semejante novedad estaba destinada a ganar las tapas de los diarios por encima de cualquier discusión “menor”. Y así fue. La prueba de que el responsable del atentado a la AMIA era el barbudo multimillonario estaba constituida por unas llamadas anónimas recibidas el año 2000 en el contestador telefónico de la Embajada argentina en Arabia Saudita, “presuntamente” de Al Quaeda, donde se adjudicaba una “explosión” en Argentina y amenazaba objetivos de Estados Unidos.
El descubrimiento lo había hecho el año anterior el Embajador Juan José Echegoyen. Los medios rivalizaban por anticipar y adjudicarse la sensacional noticia. A tal punto, que la publicación especializada “Diario Judicial.Com” sacó un importante aviso en diarios nacionales para mostrar que ellos dieron primero la noticia. Vale la pena transcribir el anuncio, porque evidencia el clima generado con la “revelación”:
“La noticia del día antes.18/10 (18:42 hs) Diario judicial.com: Bin Laden sería el autor del atentado a la AMIA”. 19/10, La Nación: Al-Qaeda se atribuyó el ataque a la AMIA y anticipó el atentado en EEUU. 19/10, Clarín: Denuncian un nexo entre Bin Laden y uno de los atentados en Buenos Aires. 19/10, Ambito Financiero: Al-Quaeda se atribuyó el atentado contra la AMIA”.
Los diarios de esos días refirieron que Echegoyen aclaró que “hace unos días recordó sus comunicaciones a la Cancillería ante la sospecha que ese importante dato no hubiera sido comunicado al juez Juan José Galeano, quien investiga el atentado contra la AMIA”.
La polémica se instaló con los abogados de Memoria Activa que salieron al cruce. El diario ‘Crónica’, bajo el título “Dudan que Bin Laden haya hecho volar la AMIA”, al igual que otros diarios, dio cuenta de la divergencia: “Es una nueva cortina de humo para tapar la investigación deficiente del atentado a la AMIA, sentenció el abogado Alberto Zuppi, de Memoria Activa, en tanto que Marta Nercellas, de la DAIA, sostuvo que a los supuestos mensajes de Al Qaeda le dieron carácter de muy serios en Estados Unidos”.
Además, tal como consignaba ‘Diario Popular’, la abogada señaló que “la hipótesis confirma la línea investigativa seguida por Galeano y con la cual concuerda esta parte de la querella”.
La cuestión ocupó varios días los titulares de los diarios, dando la impresión que había novedades, y desplazando la atención del entramado del encubrimiento local a remotos parajes del Medio Oriente.

¿Qué verdura vio la testigo Nicolasa?

Por estos días se reflotó a la supuesta testigo del paso de la camioneta Trafic que los fiscales sostienen era conducida por Berro cargada de explosivos para ser estrellada contra la AMIA.
La realidad es que los dichos de la enfermera María Nicolasa Romero, desde la primera vez que fue instalada en la causa y hasta la actualidad, son tan contradictorios en sí mismos y entre las distintas declaraciones que la misma prestó, que es poco serio presentar algunos de ellos como presunto reconocimiento del “conductor suicida”.
Además de todas las sugestivas circunstancias que rodearon su aparición en la causa y sus primeras inverosímiles declaraciones, puestas de manifiesto hace años separadamente por Juan Salinas y Gabriel Levinas, quienes asistimos a su interrogatorio ante el Tribunal Oral el 29 de octubre de 2001 -esta vez en presencia de decenas de abogados, partes, funcionarios judiciales, y algunos periodistas- pudimos ver frente a la proyección en la pantalla del dibujo o identikit que se le atribuye, que no lo reconoció, y entre muchos “no recuerdo” dijo que no se parecía al presunto conductor de la camioneta. Frente a distintas preguntas, su relato de los hechos inmediatamente posteriores al estallido tampoco contribuyó a cimentar su credibilidad, cuando -por ejemplo- contó que tras la explosión que la tomó en Tucumán y Pasteur, continuó caminando su trayecto hacia el jardín de infantes donde iba a llevar a su hijo (unas 15 cuadras que supuestamente hacía a pie, incluyendo una extraña vuelta que le hacía pasar justo por AMIA), pese a que anteriormente había dicho que el nene recibió una esquirla en una nalga. Frente a las repreguntas y a un pedido de mayores explicaciones sobre ese llamativo punto, terminó aclarando que, en realidad, el daño fue “en la campera”, y que luego de dejar al nene en el jardín, se volvió a su casa sola a bañarse porque habían quedado “llenos de polvo”. Afortunadamente, el niño no faltó a clase, a pesar de la imaginable conmoción por la destrucción y el desastre, y del comienzo de las vacaciones de invierno que tuvo lugar ese lunes 18 de julio.
Igualmente extraña resulta la “visualización” de la testigo de la cara del terrorista al comando de la camioneta, que iba tan despacio como para que intercambiaran miradas insultantes, según contó. Y al mismo tiempo tan rápido como para “casi atropellarla” y cargar contra el edificio subiendo a la vereda con todo su peso.
El principio de no contradicción fue derogado por decreto en la causa AMIA.
Mejor hablemos de Berro.