Aparecido en ‘La Razón’ de Madrid -4 de noviembre de 2005-:

Todo mal sin Rabin

El asesinato del Primer Ministro israelí hoy hace 10 años, en un momento decisivo para la paz, supuso un retroceso que todavía no se ha salvado

Por Macarena Gutiérrez

“Esta manifestación debe enviar un mensaje al pueblo israelí, al pueblo judío de todo el mundo, a los muchos pueblos del mundo árabe y, de hecho, a todo el mundo, de que el pueblo israelí quiere la paz y la apoya. Por todo esto, os doy las gracias”.
Estas fueron las últimas palabras pronunciadas en público por Yitzjak Rabin antes de caer muerto por tres disparos. Era sábado, cuatro de noviembre de 1995, y Rabin presidía una multitudinaria manifestación en favor de la paz en la Plaza de los Reyes de Israel, en Tel Aviv.
En estos diez años las cosas han dado muchas vueltas en Israel. El proceso de paz se ha estancado, ha avanzado y ha vuelto a retroceder, pero, en definitiva, nos encontramos en un punto muy parecido a aquél en que lo dejó Rabin. Y es que el círculo vicioso de la violencia no se ha roto. El ‘rais’ histórico, Yasser Arafat, ha muerto, su viejo enemigo, Ariel Sharón, está en el poder, y la retirada de Gaza se ha completado. Sin embargo, ni por asomo puede hablarse de un atisbo de paz en esa convulsa zona de Oriente Medio.
Los disparos, los proyectiles de mortero, los bombardeos aéreos y la muerte han vuelto a la franja que baña el Mediterráneo y a Cisjordania. Israel trata al nuevo presidente palestino, Mahmoud Abas (Abu Mazen), como lo hiciera con Arafat, al que consideraba cómplice del terrorismo palestino. Mientras, los radicales del Yihad Islámico y Hamas han roto la tregua alcanzada en marzo en lo que parece una torpe maniobra que da la razón a un Gobierno israelí carente de contención alguna.
Si existe una diferencia entre la situación actual y la de hace diez años ésta pasa por el interés de la audiencia internacional hacia el conflicto entre palestinos e israelíes. Cuando el joven ultra judío Igal Amir asesinó al que fuera Premio Nobel de la Paz (compartido con Simon Peres y Yaser Arafat), el Acuerdo de Oslo firmado en Washington en septiembre de 1993 todavía humeaba.
Todos querían hacerse la foto con los «artífices» de un proceso que iba a traer la ansiada paz a los israelíes a cambio de territorios para los palestinos después de cincuenta años de guerra. Ahora, la política internacional parece ir por otros derroteros debido al giro que produjo el 11-S y, por qué no decirlo, a un cierto hastío provocado por el enquistamiento del conflicto. Aunque EEUU no ha abandonado a su extensión en Oriente Medio, los ojos se vuelven hacia lo que va a ocurrir en países como Irak, Irán y, más recientemente, Siria.
La ‘animación’ que produjo en cierto modo la retirada israelí de Gaza se ha desinflado con los últimos acontecimientos sobre el terreno. Como Rabin, Sharón se ha empeñado en una maniobra que le ha granjeado la oposición y hasta el odio del sector más derechista de Israel. También el actual primer ministro recibe amenazas de muerte y fue conminado a permanecer en su despacho lo más posible para esquivar posibles atentados de judíos radicales mientras duraba el repliegue. Finalmente la sangre no llegó al río y la salida de los soldados hebreos de la franja se produjo sin graves incidentes.
Según declaraciones del que fuera jefe del Shin Bet (servicio interior de Seguridad) en el momento del asesinato de Rabin, “los odios de la ultraderecha están hoy dirigidos a otra persona, a Ariel Sharón”. Carmi Gillon, que dimitió después del magnicidio, cree en la teoría de que “un nuevo asesinato político se cierne sobre nosotros”. El Acuerdo de Oslo de Rabin podría ser el Plan de Desconexión de Gaza de Sharón.
Como cada año por estas fechas, el magnicida sale de la oscuridad de su celda al primer plano de la actualidad. Amir tiene toda la intención de pedir un nuevo juicio porque considera que las «últimas investigaciones» del caso podrían exculparle. A través de su familia asegura que fue una «tercera bala» disparada a muy corta distancia, mucha más cerca de donde él se encontraba, la responsable última de la muerte. Aunque nadie cree que el recurso tenga la más mínima posibilidad, supone un soplo de protagonismo para el reo, condenado a cadena perpetua.
En su página web, mantenida por su familia para pedir su excarcelación, se puede leer que “Rabin era un criminal y por eso una ofensa cometida contra un criminal se merece un castigo menor que una ofensa contra una persona honrada”. Los padres del asesino creen que su hijo ya ha pagado “suficiente” con diez años de cárcel y que, en todo caso, “la actual situación de seguridad en Israel prueba que Rabin cometió un crimen contra su pueblo cuando entregó nuestras vidas y nuestro bienestar a nuestro más acérrimo enemigo”. Desde luego, parece que Amir sí se salió con la suya.