El ataque palestino del pasado 17 de octubre, cerca de los asentamientos de Gush Etzion, fue el más mortífero desde el pasado julio y siguió a las advertencias de los servicios de Inteligencia israelíes de que los militantes palestinos, que sostienen que expulsaron a Israel de la Franja de Gaza, se centrarán ahora en Cisjordania.
Las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, brazo armado del partido de Gobierno Al Fatah, reivindicó su responsabilidad en el atentado. Sin embargo, la prensa israelí cita a responsables militares que aseguran que el movimiento islamista Hamás también podría estar implicado.
El negociador palestino, Saeb Erekat, dijo que los tiroteos fueron «desafortunados» y acusó a los militantes de intentar sabotear los esfuerzos para reanudar las conversaciones de paz. Llamó a Israel a reconsiderar las restricciones de viaje y la suspensión de contactos, argumentando que «mensajes de ira, el castigo colectivo y la violencia sólo se sumarán a la complejidad» del conflicto.
Israel respondió a estos últimos atentados con nuevas limitaciones a la libertad de movimientos en Cisjordania.
Las ciudades cisjordanas de Hebrón y Belén, cercanas al ataque de Gush Etzion, fueron blindadas y los vehículos privados palestinos no podían utilizar la principal ruta norte-sur de Cisjordania.
«La Autoridad Palestina tiene que pasar de hablar a actuar. No seremos capaces de continuar el proceso si la Autoridad no toma medidas concretas contra los grupos terroristas», indicó el ministro de Defensa israelí, Saul Mofaz.
Abú Mazen condenó el ataque palestino en Cisjordania: «Estos actos provocan un enorme perjuicio al alto el fuego que todas las organizaciones palestinas se han comprometido a respetar».
