Miguel Wiñazki:

“Los muertos, en Argentina, están diez mil veces muertos”

“Oculta, y se oculta a sí misma, la magnitud de lo acontecido, la magnitud nacional, geopolítica, trasnacional y lo relacionado con la condición humana de la tragedia” afirma, respecto a la opinión pública, el periodista Miguel Wiñazki cuando se le pregunta cómo ésta aborda el atentado a la AMIA. El autor de ‘La noticia deseada’ (su último libro referido a las creencias de la opinión pública más allá de lo publicado por los medios y la verdad de los hechos producidos en un acontecimiento) afirma que la opinión pública “negocia su eterna inocencia”. “Hay una verdadera presión de la opinión publica -dice Wiñazki en esta entrevista- cuando sus actos trascienden y permanecen. Pero si la presión es simbólica, y los actos se atenúan, quiere otra cosa que lo que manifiesta” y “negocia su eterna inocencia”.

Por Por Guillermo Lipis

En su libro, usted instala la idea de que la opinión pública cree lo que quiere, arma su realidad independientemente de lo que los medios opinen. Pero, además, también los medios apuntan a reforzar lo que la opinión pública quiere pensar sobre algunos temas.
¿Cómo podría aplicar estas ideas en el atentado a la AMIA?

Tanto el atentado de la Embajada de Israel como el de la AMIA fueron minimizados por la opinión pública. Me parece que el deseo, aquí, está articulado con una invisibilidad. Como que esto no pasó en tanto y en cuanto no hay una acción desde algunos sectores comunitarios hasta las dimensiones sociales de la Argentina tendientes a desocultar lo sucedido. No hubo deseo de verlo.

¿Eso ocurrió desde el establishment nacional, desde la comunidad, desde los medios, desde la opinión pública…?

Desde todos esos actores juntos. Generalizando, y siendo un poco injusto al hacerlo, no se quiso ver la magnitud de lo acontecido y de su gravedad. De tal forma que no hay una voluntad social, comunitaria, institucional, mediática y gubernamental más allá de los cambios observados últimamente. Es asombroso que no se haya descubierto nada.

¿Podría hacer una breve descripción de qué cree que le corresponde a cada una de estas instancias que conformaron -por acción u omisión- las obstrucciones o el ocultamiento?

Vamos a empezar por uno de los temas más complejos que, a mi juicio es el de la opinión pública, porque ahí existe cierto de estereotipo y acusaciones contra el judaísmo que también remiten a la época de la dictadura y al “por algo será”.
Recuerdo que en el caso de la Embajada se hablaba de que había un arsenal adentro del edificio. Eso era como decir “fueron ellos mismos porque son muy malos”. Este prejuicio, en cierta manera, sigue existiendo; de modo que hay cierta responsabilidad de la opinión publica por no insistir -en términos masivos- en que cosas tan horrendas sean desocultadas.
La presión de la opinión publica, cuando trasciende los actos puntuales, cuando permanece a través de los años, es una verdadera presión. Pero si esa presión es meramente simbólica, y los actos se atenúan, entonces la opinión publica quiere alguna otra cosa de lo que manifiesta.
En los casos de la Embajada y la AMIA, aunque suene antipático, no descartaría que el antisemitismo juegue en estas historias de ocultamiento.

¿Una especie de ocultamiento promovido por la opinión pública?

Claro. La opinión pública oculta y se oculta a sí misma la magnitud de lo acontecido, la magnitud nacional, geopolítica, trasnacional y aquello que tiene que ver con la condición humana de la tragedia.
Me da la impresión, de todas modos, que cuestiones como estas generan la posibilidad de un cierto protagonismo mediático de personas vinculadas a la comunidad vacías de fondo. Noto, como periodista, palabras grandilocuentes -de parte algunos sectores comunitarios- y figuras que deben de haber tenido compromisos muy estrechos con lo peor del poder en la Argentina. Ahí es cuando se cruza una suerte de asociación entre los intereses de los gobiernos de turno con los dirigentes comunitarios de turno para los cuales no es (o no fue) funcional avanzar en esta investigación. No entiendo por qué habría que negociar con un gobierno cuando lo que hay que hacer es descubrir lo que ocurrió.

¿Y qué cree que negocia la opinión pública tapando estas cosas?

Negocia su eterna inocencia.
Una vez, por ejemplo, un taxista me comentaba que en su edificio había un tipo que era judío, y que se habían juntado con el consorcio para ver qué se hacia con él, porque “no nos iban a complicar la vida a nosotros”, decía. Ese es el tema: hay un ‘nosotros’ y hay un ‘ellos’ de tal modo que el ‘nosotros’ es siempre inocente, enajenado y no responsable respecto a la resolución de lo que le acontece a una minoría.

¿Para que serviría?

Para ocultar el imperativo moral que implica darse cuenta que sí tiene que ver con eso y que no debe conformarse con lo que está leyendo porque, quizá, encubre más que descubre. Y que debe debatir y llevar el tema a todos los espacios de discusión posibles. Pero la opinión pública se aleja de eso como se aleja de cualquier modo de vinculación con el menemismo diciendo que a Menem Jr. lo mataron algunos señores que son ‘otros’. Como si el mal estuviera siempre afuera nuestro.
Esto es muy importante para algo que se denomina “salud social”. Hay una preservación del inconsciente porque es casi como el “yo no vi nada” en la época de la dictadura.
Esto es lo que, en lo profundo, no ha cambiado. “Yo no vi”, “yo no sabía”, “yo no tengo nada que ver”, de tal modo que yo soy la víctima.

Cómo se mantendría este concepto de negligencia del “yo no fui” reconvertido en “salud social” en los actores de gobierno y en los medios. Parece que los muertos, no sólo por los de la Embajada y la AMIA, terminan cayendo en un agujero negro.

Los muertos en la Argentina están diez mil veces muertos. Y por eso persisten como fantasmas: porque la muerte también se enajeniza. Siempre es del otro.

Si no son los muertos de la opinión pública, no son los muertos de los medios -porque no investigan y siguen la verdad oficial- y no son los muertos del Gobierno, porque no se hacen cargo…

Como si no tuvieran nada que ver con nosotros y, sobre todo, no queremos saber quiénes tuvieron que ver.

¿Le parece que eso se mantiene hasta hoy, incluso con el cambio de Gobierno?

Parecería haber algunos gestos diferentes, pero es una responsabilidad conjunta y muy compleja que hay que medir por resultados y no por lo que sucede en el palco cada 18 de julio.
Me parece que no es lo mismo el menemismo que este Gobierno, pero los resultados dirán. La voluntad concreta debe materializarse. No estoy de acuerdo con elogiar a priori a nadie públicamente.

En la causa AMIA, ¿por qué los medios tomaron la verdad oficial al dedillo y no produjeron investigaciones paralelas que rompieran ese equilibrio?

Por múltiples razones: por seguidismo de la opinión pública, por vinculaciones con sectores oficiales, por falta de calidad periodística -que no es un tema menor-, por los estándares de calidad de los propios medios, por la capacidad de investigación, el tiempo o el dinero necesario para investigar (que en la Argentina no es el ideal ni mucho menos).

Sin embargo hubieron hipótesis alternativas, y sabiendo los periodistas que éstas existían, sus editoriales no las consideraron.

Le voy a responder con otro ejemplo. Yo trabajaba en la revista ‘Noticias’ cuando asesinaron Cabezas. En un momento supe que las tapas de Cabezas ya no le interesaban a nadie. Este era un compromiso muy interesante de sus compañeros porque estábamos dispuestos a avanzar radicalmente con la investigación y propagarla periodísticamente. Pero los consumidores dejaron de leer estas noticias.

¿El parámetro de medición era la venta?

Hay diversas formas de medir… pero sea como fuere, implicaba cambios editoriales que una empresa con fines de lucro debía hacer. Esto es el periodismo real y no lo voy a discutir. Es periodismo masivo, y es así en todas partes del mundo. Si el interés de la opinión pública decrece notablemente, la voluntad de investigación de los medios también.

Más allá de que decrezca, siempre queda una meseta. ¿Con qué llenan ese espacio?

Otro ejemplo: el juego de Truco de ‘Clarín’ vende más que una noticia.
Entonces hay una coproducción mediática que se ve reflejada en el hartazgo producido sobre las noticias horrorosas. Me da la impresión que en la Argentina, la investigación periodística es personal.
Yo escribí un libro sobre los Rodríguez Sáa y estuve 5 años investigando. No quiero ser auto referente, pero si esta investigación no la hubiese hecho por mis propios medios, nadie la hubiera financiado.
La investigación periodística a full, la emblemática, la que ha cambiado la historia es producto de voluntades individuales. Hay aportes importantes de los medios, pero son los periodistas, cuando tienen una pista, una verdad, cuando se animan a cosechar más rechazos que apologías, no hacen clientelismo y se bancan hacer un libro a pesar de todos los riesgos -y aunque venda poco- quienes cambian la historia.

¿Recuerda algo en particular que valga la pena rescatar vinculado con el tema AMIA?

Los fuertísimos vínculos entre el menemismo y la comunidad. Una vez pusieron presos a unos modelos contratados por ‘Noticias’…

… ¿Es el caso de la Trafic que pasó por la sede de Macabi?

Sí, fue un error periodístico. Pero sea como sea, esa acción de la revista fue anunciada previamente a las autoridades del Gobierno, del Ministerio del Interior y de la Policía. La cuestión es que estos pibes terminaron presos igual, a pesar de haber tomado todos los recaudos. Antes de publicar la revista contando todo lo sucedido, altísimos allegados a funcionarios del menemismo sabían lo que se iba a publicar, sabían a quién le habíamos pedido columnas

Pero esa es una filtración desde el medio…

O de los dirigentes comunitarios que comentaron lo que iban a escribir.

Vamos de nuevo, la revista pidió columnas a dirigentes comunitarios, y usted dice que la filtración al menemismo fue por intermedio de los dirigentes comunitarios?

Me dio la impresión que sí.

¿Y no pudo ser una filtración desde ‘Noticias’?

No, ‘Noticias’ estaba totalmente enfrentada con el menemismo, los que hacían esa nota no eran tipos con canales de diálogo abiertos con esos sectores del Gobierno.

¿Recuerda a quién le habían pedido columnas?

A gente de la más alta jerarquía comunitaria del momento.

¿Cree que se puede romper este círculo vicioso entre la opinión pública y los medios?

En la Argentina no por ahora.Es como ir contra la ola mayoritaria.¿Cuánta verdad es capaz de tolerar la sociedad argentina y seguir comprando un medio? ¿Cuánta insistencia temática que aleja a la gente de su sendero bifurcado de la realidad puede resistir un medio?
Muchas veces los estudios sobre la hostilidad de la opinión pública sobre los medios tienen que ver con razones diferentes a las que se manifiestan. Las encuestas de opinión se responden desde el deber ser.
El lector dice: la nota que yo mas leí fue la de la AMIA, pero cuando tratás de comprobarlo la nota más leída termina siendo, por ejemplo, la de Maradona.
En general, el escalafón viene así: fútbol, sexo, poder y farándula; y muchísimo más abajo lo que la gente dice que lee. El 90% dice que lee notas de investigación pero la gente quiere entretenerse. Y no culparía ni a la opinión pública ni a los medios, es un hecho.

Es un hecho, pero convengamos que los medios dejan de responder a un enfoque pedagógico, dejan de ser educativos.

Cumplen funciones múltiples. Sobre todo los diarios de referencia. Es una función cultural, pedagógica. Tienen que investigar, hablar de política y entretener.
Respecto a la autocrítica de los medios, me parece que hay una cierta evolución, una deliberación muy incipiente. A corto plazo no va a haber cambios radicales pero hay una profesionalización del periodismo, hay diálogo, hay algún tipo de posibilidad.
Igual la organización socio mediática apunta fuertemente al entretenimiento, sobre todo en los medios electrónicos. El programa de Maradona, que parece secundario, tuvo 40 puntos de raiting; la gente tiene ganas de divertirse. Y hay otro tipo de cuestiones irresueltas, como la causa AMIA que no mira o no lee.
Es todo muy raro. De todas formas, lo que me interesa remarcar es esta enfermedad social y esta co producción mediática-social. Es escalofriante que en el caso AMIA y Embajada no haya ocurrido nada salvo ocultar, ocultar y ocultar.