Argentina

Duhalde Way

Doce años atrás, el director de cine Brian de Palma estrenaba “Carlito’s Way”, una película protagonizada por Al Pacino que narraba la vida de Carlito Brigante, un mafioso que se había dedicado al tráfico de drogas, pero, ya retirado, tenía como único objetivo no volver a enredarse con un mundo que quería dejar definitivamente atrás. Sin embargo, a medida que los acontecimientos se desarrollaban, no sólo Brigante sino también los espectadores, comprendían que por más buena voluntad que el protagonista pusiera en lograr abandonar -de una vez por todas- el mundo que había ayudado a crear, su tarea era definitivamente imposible, pues a esa altura, ya era el mundo el que se resistía a abandonarlo a él...

Por Julián Blejmar

Luego de acompañar durante diez años a Carlos Menem, primero como vicepresidente del candidato que prometía el salariazo, la revolución productiva, y la defensa de las empresas estatales, y seis años más tarde desde la provincia de Buenos Aires, ya como Gobernador del Presidente que privatizó todo tipo de empresa pública -ineficiente o no-, destruyó las PyME locales, llevó el desempleo a niveles record del 15% de la población económicamente activa, aumentó como nunca en la historia la brecha entre los ingresos del sector más acomodados y el de menores recursos, y es sospechado de encubrir el peor atentado experimentado en el país -la bomba que explotó en la sede de la AMIA hace doce años-, Duhalde pareció mostrar un cambio en su concepción del poder y de la política, fundamentalmente a partir del estallido social que vivió la Argentina a fines del 2001.
En rigor, la disputa con Menem comenzó allá por 1999, cuando el ex Presidente buscaba su segunda reelección, pero Duhalde sentía que ya era su hora. La confrontación de Duhalde fue vivida como una traición para Menem, por lo que, rápido de reflejos, inventó a Ramón “Palito” Ortega como el candidato a competir con Duhalde, pero este último logró birlárselo proponiéndole la candidatura a la vicepresidencia en la fórmula que finalmente perdería con la Alianza liderada por Fernando De la Rúa y Carlos ‘Chacho’ Alvarez.
A partir de ese momento, no hubo retorno, y la grieta entre Duhalde y Menem se abrió más que nunca, al punto que unos años más tarde, el primero haría lo imposible por impedir la vuelta al poder del segundo, reuniendo al Congreso del PJ para frenar la interna justicialista que ya había sido convocada por el Consejo partidario hegemónizado por Menem, el cual proclamaría como único candidato del peronismo al ex presidente.
Ganada esa batalla, encontró un delfín dentro del peronismo para enfrentarlo en las elecciones presidenciales de mayo de 2003, en las cuales logró llevar a Néstor Kirchner a la presidencia, desterrando los sueños de un Menem visiblemente agotado por una batalla que sabía pérdida.
Pero cuando todos esperaban el “cobro” a Kirchner por haberle regalado la presidencia, Duhalde se llamó a silencio, aportó al gobierno sus mejores hombres (Roberto Lavagna, Aníbal Fernández, Ginés González García), no cesó de apoyar públicamente la gestión del actual Presidente, -aún cuando el periodismo buscaba desesperadamente el surgimiento de la nueva interna-, y aceptó ser parte del actual Gobierno, bajo el cargo de Presidente de la Comisión de Representantes Permanentes del MERCOSUR.
No eran los primeros gestos de Duhalde, pues ya había reconocido tiempo atrás que el país estaba en una crisis fulminante por “la dirigencia de mierda que tenemos, en la cual me incluyo”, y había realizado una serie de autocríticas de su gestión junto a Menem durante los ´90, las cuales hacían pensar que sus palabras no sólo tenían como objetivo defenestrar a su rival, sino también exhibir falencias propias que pocos políticos se animan a hacer públicas (y posiblemente privadas).
Pero como a Carlito Brigante, a Duhalde pareció llegarle el tiempo en el que comprendió que era demasiado tarde para renegar de su mundo, aquel que construyó y luego lo llevó al poder, y que hoy reclama no perderlo. Su mundo, el del famoso “aparato del PJ bonaerense”, integrado por punteros políticos, manzaneras, barras bravas, comisarios de la Bonaerense, empleados públicos fantasmas, beneficiarios de planes sociales, y aspirantes a cargos políticos, hoy le pide mantener sus privilegios en la Provincia de Buenos Aires, privilegios que el kirchnerismo amenaza seriamente con cercenar y tomar para sí, mediante sus propios candidatos a senadores y diputados en la Provincia.
Por eso, un cansado, pero aún no derrotado Duhalde, parece estar dispuesto a dar pelea, porque en lo más íntimo de su ser, sabe muy bien que cualquier espectador que viera la película completa, simplemente lo comprendería.