De la investigación, realizada con 2.750 jóvenes encuestados radicados en las ciudades de Hertzliya, Haifa y Jerusalem durante los años 2003 y 2004, puede concluirse que la exposición al terrorismo provoca depresión. Una gran cantidad de estos muchachos reconoció haber tenido diversas reacciones emocionales y a una minoría de ellos se le diagnosticó síndrome postraumático.
Por ejemplo, un 83,2% de los jóvenes de Haifa indicó encontrarse «más nervioso» y más asustado «por cada movimiento pequeño» desde los atentados, mientras que un 73,2% admitió asustarse y tener miedo cada vez que piensa en los atentados.
Un 40% de los jóvenes de Haifa y un 50% de los de Jerusalem padecieron «síntomas depresivos que les exponen a las consecuencias de una depresión emocional», advirtieron los investigadores en el informe.
En Jerusalem, más de un 70% de los jóvenes conoce al menos a una persona que estuvo presente en un atentado; un 60% tiene relación con al menos un herido en un atentado, mientras que un 50% perdió a algún conocido en algún acto violento.
Una quinta parte de ellos tuvo algún familiar herido en algún ataque.
La investigación también señala que existe una «relación clara entre el estilo y la fuerza de la exposición al terror (por una parte) y la depresión emocional. Quien estuvo presente en la escena del atentado, muestra una gran depresión», afirma.