Historia

Hitler y el Mufti de Jerusalem

La historia de las intensas y complejas relaciones que mantuvieron el Gran Mufti de Jerusalem Amin al Husseini jefe espiritual de los musulmanes palestinos y el líder nazi Adolf Hitler entre 1934 y 1935 representa una de las historias de trasfondo político religioso más interesante y menos conocida de aquellos tiempos. Los motivos que impulsaron a la más alta y venerada personalidad religiosa del Medio Oriente a unir sus propios destinos a los del dictador alemán, y en general a las fuerzas del Eje, suscitan aún una indudable curiosidad abriendo las puertas a un debate que, en el actual contexto político internacional caracterizado por el recrudecimiento del extremismo islámico anti sionista y anti occidental, asume un valor más grande aún.

Por Alberto Rosselli

El compartido sentimiento que se tradujo en un programa antisemita y la común aversión hacia los judíos fueron los elementos que, hace 60 años, cementaron un acuerdo político y militar entre el nazismo y el Movimiento Arabe del Gran Mufti. Una alianza de la que todavía, poco se ha dicho y escrito tal vez a causa de un malentendido sentido de protección y respeto por la justa “causa palestina «.
Que el Gran Mufti de Jerusalem alimentaba muchas simpatías por la ideología antisemita es cosa sabida, pero mucho menos los son los documentos y cartas que testimonian de manera clara e inobjetable, el objetivo orientado por Amin al Husseini y el jefe del nazismo para crear un articulado y vasto programa de exterminio y lucha armada contra la comunidad judía internacional, y contra las democracias occidentales; un plan del cual bajo ciertos aspectos, el “príncipe del terror”, Bin Laden, parece haber tomado más que algunos puntos.
Ahora, gracias a los esfuerzos de un grupo de historiadores israelíes y estadounidenses, a los testimonios surgidos de los archivos secretos del Tercer Reich, del gobierno americano, ingleses y ex soviéticos, es posible reconstruir con exactitud (siempre que exista la voluntad, obviamente) la trama y el contenido de uno de los más perversos complots de matriz racista y terrorista que se hubieran a proyectado en el curso del Siglo XX.
Después de años de indagaciones y estudios, los investigadores del Instituto Simon Wiesenthal de Los Angeles lograron hacer surgir de los archivos del contraespionaje norteamericano buena parte de la correspondencia secreta y de los diarios personales del Gran Mufti de Jerusalem, y un cierto número de cajas que contenían documentos (en árabe y alemán) poniendo a la luz este caso tan complejo. Después de la caída del Muro de Berlín, los estudiosos israelíes y estadounidenses (apoyados también por la información provista por colegas ingleses, rusos y serbios) han revisado todo el material y los testimonios relativos a la actividad de Husseini y de los grupos árabes que, a caballo de los años ´30 y ´40, colaboraron activamente con los nazis. En la documentación se hace referencia a los numerosos dossiers redactados entre 1936 y 1945, de la Kripo (la Policía Criminal nazi) de la Gestapo, de la Sección Mesoriental de la Abwehr (el Servicio Secreto Alemán bajo el mando directo del Almirante Wilhelm Canaris) del Departamento de Asuntos Islámicos, del «Centro de Adiestramiento de Elementos Musulmanes” de las Waffen SS (bajo mando directo de Heinrich Himmler) del «Comando de Operaciones de Oriente» de la División Especial Brandeburg; del organismo dirigido por el general Helmut Felmy (encargado de enrolar en la Wehramcht voluntarios meso orientales, norafricanos, y también transcaucásicos y ruso asiáticos) y del Arab Bureau, del director de Asuntos Extranjeros Joachim von Ribbentropp.

El antisemitismo como razón de vida

Amin al Husseini (llamado también Al-Haji Amin) nació en 1897, en Jerusalem, de una familia muy religiosa que desde la más tierna edad educó al hijo según los más rígidos preceptos islámicos. Después de haber cursado sus primeros estudios en su ciudad natal, Amin prosiguió estudiando en El Cairo, desde donde fue Constantinopla. En 1910, entra en el ejército otomano, siendo asignado a una escuela de artillería. Parece ser que después de haber intervenido en las Guerras Balcánicas, Husseini había completado en una escuela coránica su preparación cultural y religiosa. Todavía muy joven, Amin mostró simpatías en el enfrentamiento del Movimiento Arabe que encabezaba el líder de La Mecca, Hussein, uno de los más importantes vasallos de la Sagrada Puerta. En 1914, a continuación de su vinculación con los servicios secretos ingleses, con base en El Cairo, y a la ayuda prometida por el Foreign Office de Londres y el Comando Supremo del Ejército inglés en Egipto, comienza a proyectar una revuelta nacionalista árabe con el intento de liberar la región del Hegiaz y la ciudad santa de Medina, La Meca y Jerusalem del yugo otomano.
Entre 1914 y 1918, Amin al Husseini sigue y participa con interés en la lucha librada contra los turcos, colaborando y dando su apoyo a través de actividades secretas de espionaje. En marzo de 1920, participa en el Congreso Panárabe de Damasco que proclama la independencia de Irak bajo el rey Abdullah y de Siria bajo Feisal, uno de los hijos del Hussein de La Mecca. En mes de abril, Amin al Husseini adhiere a la organización de una revuelta anti judía en Palestina (región bajo mandato británico) y luego de la creación de la Haganáh (la organización armada de auto defensa judía) contribuye a fundar diversas bandas terroristas anti británicas, comenzando -al mismo tiempo- a planificar una estrategia para «eliminar físicamente a todos los elementos sionistas del territorio mesoriental». En mayo de 1921, Husseini fomenta nueve manifestaciones anti sionistas. Poco después es nombrado Gran Mufti de Jerusalem, el más alto cargo religioso del Islam adquiriendo, rápidamente, gran prestigio y poder.
En 1925, favorece secretamente la creación de la Asociación Armada Arabe dirigida por el fundamentalista sirio Izz al-din Qassam. En agosto de 1929, Husseini da su bendición a una de las más violentas persecuciones anti judías con el objeto de limitar el derecho de oración de los judíos en el ‘Muro de los Lamentos’ de Jerusalem y las visitas a la Tumba de los Patriarcas en Hebrón, Husseini subleva nuevamente la población musulmana, contribuyendo a la eliminación de la comunidad judía secular de Hebrón.
En 1931, el Gran Mufti apoya la creación del Partido Arabe por la Independencia, un alineamiento donde reclama a grandes voces la unión político religiosa entre Palestina y Siria, región puesta bajo mandato francés. En 1933, después de la llegada al poder de Hitler en Alemania, Husseini confía a sus discípulos y colaboradores que puede «visualizar un nuevo, radiante futuro», y predice «el advenimiento de una nueva era de libertad para los musulmanes de todo el mundo».
Galvanizado por los resultados de la represión anti judía en los actos de los nazis, el Gran Mufti, ahora avalado por un gran número de seguidores, desencadena nuevas revueltas en Jaffa, Haifa y Nablus.
El 21 de Julio de 1934 da el paso decisivo. Con el objetivo de establecer una estrecha colaboración con el nazismo, se encuentra con el nuevo cónsul general alemán en Palestina, Döhle. En el curso del encuentro -que según él fue “muy cordial y provechoso”- Husseini confirma su incondicional apoyo a la Alemania de Hitler, preguntando al diplomático «hasta qué punto el Tercer Reich estaba dispuesto a sostener al movimiento árabe contra los judíos”.
Habiendo recibido vagas afirmaciones sobre el asunto, en 1936, Amin al Husseini envía algunos de sus colaboradores a Berlín para «producir amigables contactos con los jefes del movimiento nazi”. Al mismo tiempo, en Palestina, proclama la lucha armada contra la comunidad judía y las fuerzas de ocupación inglesas, confiando la dirigencia de la revuelta a Fawzi el Kawakij. Este último, en 1941, sostendrá -junto al mismo Mufti- el fallido golpe de estado anti inglés del líder nacionalista iraquí Rashid Alí y, en 1948, guiará a las tropas árabes irregulares contra el recién nacido Estado de Israel.
Luego de la campaña de desórdenes de 1936, Husseini incita a los musulmanes fundamentalistas a atacar también las facciones moderadas islámicas causando (según fuentes británicas) no menos de 4.000 muertos.
Informado de la revuelta por el cónsul alemán, el ministerio de asuntos extranjeros y jefe de las Waffen SS decidió prestar mayor atención a la actividad del Mufti y de sus seguidores, pero manteniendo frente al mundo islámico una actitud de profunda desconfianza. En septiembre de 1937, dos jóvenes oficiales de las SS, Karl Adolf Eichmann (que se convertirá rápidamente en el coordinador supremo de la “Solución Final”) y Herbert Hagen, fueron enviados a Jerusalem para intentar sondear el nivel de confiabilidad del Mufti y de sus colaboradores y, eventualmente, encontrar un modo de cooperación mas concreta en el plano político militar.
Las órdenes de Hitler estaban dirigidas a intensificar las relaciones entre el nazismo y el islamismo radical, pero debían proceder con absoluta cautela. Pues aunque juzgaba que era muy interesante la oportunidad de enganchar al carro nazi al Gran Mufti, el Führer -que no escondía su desprecio por toda la raza semita- no deseaba, al menos por el momento, provocar una crisis mesoriental de consecuencias imprevisibles. Mientras los dos agentes alemanes se aprestaban a partir para Palestina, las autoridades militares inglesas, que ya hacía tiempo que indagaban sobre las actividades subversivas del Gran Mufti, expidieron una orden de captura contra Amin al Husseini, obligando a éste a darse a la fuga. A pesar de ello, Eichmann y Hagen se arriesgaron a contactarlo. Las charlas secretas entre los dos agentes y el Gran Mufti se revelaron muy prometedoras. Finalmente, Eichmann ofreció a Husseini la protección de los servicios secretos alemanes y la provisión de dinero, armas, municiones y explosivos a cambio del apoyo en la lucha al lado de Alemania, para destruir al «demonio sionista» pero también para destruir los fundamentos del dominio anglo francés en Medio Oriente. Husseini no opuso ninguna dificultad, declarándose «feliz de cooperar para el triunfo de una justa causa» y prometió hacer lo mas posible, convocando también a los líderes de la comunidad musulmana de Siria, Transjordania, El Líbano e Irak.
En 1938, según el archivo de Wiesenthal, el nombre en código del Gran Mufti estaba ya registrado en el libro de pagos de la Abwehr II. Hacia fines del mismo año la Abwehr II planificó un programa para enviar a Palestina naves bajo banderas neutrales, algunas provisiones de armas y municiones destinadas a las fuerzas de Husseini. Por motivos de seguridad la carga debía ser desembarcada en un puerto de Arabia, probablemente Gedda. A último momento, sin embargo, las operaciones fueron suspendidas. Se supone que Hitler, ya comprometido con la española Legión Cóndor, al lado del general Francisco Franco, y próximo a anexar Bohemia a Alemania, prefería evitar abrir otro frente con Inglaterra, cuyos servicios secretos, entre otros, estaban ya al tanto de las relaciones entre los nazis y el Gran Mufti.
En septiembre de 1939, a la mañana siguiente de la invasión alemana a Polonia, Amin al Husseini hizo una declaración pública dando un explícito apoyo al “digno y valiente guerrero Adolf Hitler», incitando «a los musulmanes a tomar las armas al lado de la Alemania nazi”. A comienzos de 1941, desde los micrófonos de una emisora secreta, el Gran Mufti invoca «el derecho de los árabes a resolver el problema judío con la misma modalidad y los mismos medios adoptados por Hitler, y lanza una proclama para que todos los musulmanes contribuyan con las armas al triunfo de las fuerzas del Eje”. Pero como todavía no gozaba de la protección alemana y temiendo ser arrestado por los ingleses, hacia fines de 1940, Amin al Husseini decidió huir a Irak y moverse por cuenta propia, utilizando el dinero que entretanto le había enviado la Abwehr. Gracias a estos recursos, comienza a apoyar al partido nacionalista iraquí de Rashid Ali (que por otra parte controlaba buena parte del ejército). Fuertemente opuesto a los ingleses y a los judíos, la Mesopotamia se convierte en el banco de pruebas de la organización del Mufti con los marcos alemanes. Rashid Ali, que está esperando el mejor momento para desencadenar la revuelta anti británica, recibe a Husseini como un hermano y lo esconde en un refugio secreto, permitiéndole operar en maniobras de propaganda distractivas. Entre fines de 1940 y el inicio de 1941, muchos funcionarios iraquíes establecieron relaciones de cooperación secreta con el ahora fantasmal Mufti que, con mucha habilidad, eludía la búsqueda de la policía y del ejército inglés presentes también en Irak. En abril de 1941, el Movimiento revolucionario de Husseini se consolida, comenzando a recibir subvenciones económicas también de Italia, Arabia Saudita y Egipto.
En su refugio secreto subterráneo (situado -parece- entre Bagdad y Mosul), protegido por los complacientes militares iraquíes, el Mufti lleva una vida extremadamente cómoda. Disponía de un edificio muy bien protegido dotado de líneas telefónicas, una potente estación de radio, servicios y un amplio surtido de armas, municiones, víveres y medicinas. Junto a él trabajaban una docena de fieles colaboradores y disponía además de una guardia personal, casi todos provenientes del ejército iraquí. En la primavera de 1941, Rashid Alí, apoyado por el ejército nacional y las células de Husseini, dio comienzo a la revuelta anti británica. Rashid Alí obliga al Primer Ministro iraquí, el filo-inglés Nuri Said Pasha, a presentar su renuncia; luego ordena a sus tropas cerrar los grifos del largo conducto que unían los campos petrolíferos mesopotámicos al puerto de Haifa y de rodear las escasamente vigiladas bases aeronáuticas del ejército inglés.
Al mismo tiempo, el Mufti lanza, mediante un mensaje radial, la jihad (la guerra santa) contra Inglaterra. No obstante el fulminante golpe de la operación del Golden Square o «Bloque de Oro» (el brillante nombre en código con que Rashid había querido bautizar su insurrección) la maniobra se revela sin embargo, intempestiva y muy mal organizada. Tal vez porque Rashid Alí y el Mufti no pusieron al corriente de sus intenciones al Abwehr sobre sus movimientos, y en segundo lugar porque las fuerzas armadas italo-alemanas, en guerra contra los ingleses en Grecia, no estaban en posición de intervenir con la necesaria celeridad y penetración en Medio Oriente.
Hitler y Mussolini, de hecho, no podían enviar a los iraquíes rebeldes más que alguna docena de consejeros, menos de 50 aviones de transporte y combate, y como un aporte del complaciente gobierno francés de Vichy, un solo convoy ferroviario cargado de armas y municiones provenientes de Siria. Para completar el fracaso, se vio que el comando del ejército iraquí, evidentemente inepto, no se arriesgó a eliminar a los pocos oficiales ingleses que en el período de diez días, fueron socorridos por un fuerte cuerpo expedicionario proveniente de Egipto y de la India. Consolidada nuevamente su presencia en el territorio mesopotámico, los ingleses sofocaron la revuelta nacionalista Iraquí y obligaron a Rashid Alí y al Mufti a huir. Este último, cercado por los británicos, se arriesgó a ir hacia el norte del país de donde, gracias al dinero y a la ayuda de los rebeldes musulmanes, pasó a Irán y luego a Turquía. En Estambul, junto a Amin al Husseini se puso en contacto con algunos agentes alemanes que lo ayudaron a refugiarse en Alemania.
Hacia mediados de noviembre de 1941, el Mufti llega a Berlín, donde es recibido por Eichmann. Este lo lleva a las oficinas de asuntos políticos donde fue interrogado por algunos altos oficiales de las SS sobre el fracaso del Golden Square. Husseini no tiene ningún problema en adjudicar toda la culpa del desastre a la «quinta columna judía que operaba en Irak», sosteniendo que un apoyo más concreto y solícito -por parte de las fuerzas del Eje- habría evitado, probablemente, el grave desastre. La poco feliz observación del Mufti irritó a los alemanes, arriesgando la posibilidad de futuros planes de colaboración árabe-nazi. No obstante, Eichmann entra en una habitación y convence al Führer de la necesidad de continuar brindando confianza y apoyo a estos aliados. El 20 de noviembre de 1941 el ministro del Asuntos Exteriores alemán, Joachim von Ribbentrop, recibe al Gran Mufti, y en aquel encuentro se asentaron las bases para el posterior encuentro con Hitler.
La transcripción de la larga conversación entre el Mufti y Hitler fue puesta a disposición de Husseini en mayo de 1945, en una villa cercana a la capital alemana, y llevada de los archivos de los servicios secretos estadounidenses y sucesivamente a los de las Naciones Unidas, donde permanece bien custodiada y curiosamente, nunca publicada. Entrevistado sobre este tema por ‘Hadashot’, el historiador y orientalista israelí Zvi Alpeleg afirmó que la existencia de este documento (sacado a la luz hace pocos años, gracias a las investigaciones de los hombres de Wiesenthal) era sabida desde hace algún tiempo. Tanto que, en enero de 1946, por una fuga de información, el cotidiano norteamericano ‘The New York Times’ publicó un artículo sobre el tema, cuyo contenido fue desmentido por algunos gobiernos árabes, como Siria e Irak.

Científicos nazis en países árabes

Sobre este mismo caso en esa época, y por noticias siempre provenientes de la prensa norteamericana, el mundo vino a enterarse que el gobierno de Damasco y de El Cairo, con la complicidad de la Unión Soviética, habían dado refugio a algunos «consejeros» provenientes de las filas de las SS y de la Gestapo. Según el título de una crónica, y nunca probado, en los años cincuenta, la Unión Soviética había proporcionado al Estado Mayor del ejército del dictador egipcio Nasser otra «partida» de «consejeros» nazis (entre ellos físicos y químicos expertos en misilística, armas químicas y bacteriológicas) para poner a punto armas balísticas dotadas de ojivas atómicas, un gas o virus, para utilizar contra Israel. Todavía en 1966, esta vez según fuentes francesas e israelíes, el anciano Amin al Husseini introdujo secretamente en El Líbano y en Irak otros «técnicos» ex nazis que había conocido durante su larga estadía en Alemania.
En el encuentro del 22 de noviembre de 1941 entre el Gran Mufti y Adolf Hitler -que duró casi una hora y media- el Gran Mufti declaró que «los árabes debían ser considerados amigos naturales de Alemania y que “ellos estaban listos para convencer a todos los musulmanes que vivían en Africa del Norte, en la Europa ocupada y en Rusia” a enrolarse en una Legión Arabe Especial (la Freies Arabien) al servicio de la causa común anti sionista y anti occidental.
«En esta gigantesca lucha, los árabes lucharán también para expulsar a los anglofranceses del Medio Oriente y para crear las bases de un gran Estado Arabe Unido, comprendiendo la Palestina, Siria, El Líbano, la Transjordania e Irak». Por su parte el Führer (que rápidamente le manifestó, intempestivamente a Rashid Alí, que no se fiaba de la capacidad organizativa y militar de los jefes árabes) aseguró que «Alemania estaba decidida a requerir a las naciones que eran sus aliadas (Italia, Rumania, Hungría, Bulgaria, Croacia, Eslovaquia y Finlandia) su efectiva contribución a la resolución del problema judío no consideraba todavía oportuno dirigir una apelación similar a los pueblos de Medio Oriente y a los iraníes demasiado estrechamente controlados por las fuerzas inglesas y soviéticas”. Amargado por las declaraciones del Führer, Amin al Husseini trató en los meses sucesivos de persuadir a Hitler y a Mussolini para que suscribieran un documento oficial por el cual «Alemania e Italia se ocuparían en un breve lapso de tiempo, a intervenir militarmente en Medio Oriente para ayudar a los musulmanes a expulsar a los ingleses”. Declaración que los dos dictadores no firmaron porque por el momento resultaba técnicamente inviable. El Führer prefería realizar algunas eventuales acciones en la región en una fecha posterior a la conquista del Cáucaso y del Valle del Nilo por parte de las fuerzas del Eje.

La Legión Arabe

Amin al Husseini debía, por lo tanto, conformarse. «En espera de la conquista por parte de los aliados italoalemanes del frente egipcio y caucásico -anotó en su diario- a los musulmanes no les corresponde más que ponerse a disposición de Alemania, participando de la destrucción de los sionistas en Europa”.
Para contentar a Husseini, en 1942 los alemanes lo pusieron al frente de la dirección de la Oficina Arabe: un ente controlado por las SS del cual se esperaba que cumpliese con la tarea de hacer propaganda antisemita y favorecer el enrolamiento de musulmanes en la Legión Arabe, de la que se ha dicho que fue constituida por Himmler en las SS expresamente para cooptar elementos bosnios y albaneses. Estos últimos fueron a formar la 13ma Division de Montaña SS Handschar y la 21ma División de Montaña Kanderbeg, utilizando una divisa de combate bastante parecida a aquella en uso en las secciones análogas de los alemanes.
Como signo distintivo usaban el fez colorado en la cabeza y utilizaban curiosos gallardetes con el dibujo de una cimitarra islámica. No obstante el desprecio personal que Himmler mantenía hacia todas las religiones, les concedió a los voluntarios musulmanes de las dos divisiones la posibilidad de mantener una dieta especial vinculada a los preceptos musulmanes, de rezar públicamente según sus ritos y la autorización para festejar y observar las fiestas y ayunos impuestos por el Corán.
No lejos de Berlín, el cuartel general del Mufti, controlaba una extensa red de colaboradores tanto en Europa como en el resto del mundo. Esto, de hecho, extendía su autoridad a todo el Medio Oriente y al Norte de Africa, pero también sobre regiones asiáticas más lejanas habitadas por minorías islámicas. Entre 1942 y 1944, el Gran Mufti trabajó intensamente, obteniendo el enrolamiento en la Legión Arabe y en las Divisiones Waffen SS de muchos hombres. Gracias a su reiterativa propaganda, trasmitida por potentes estaciones de radio puestas a disposición por los alemanes y mediante viajes frecuentes, decenas de millares de musulmanes balcánicos se integraron a las nuevas divisiones de Himmler.
Esta unidad, conocida rápidamente por su ferocidad, fue empleada en los Balcanes en acciones anti partisanas y en la búsqueda de judíos y gitanos. En 1941, no menos de 50.000 musulmanes de varias regiones integraban divisiones de las SS. También en la Legión Arabe (la unidad sobre la cual el Mufti contaba a muchos que los consideraba elementos constituyentes de su futuro ejército), que no llegó nunca a superar los efectivos de cualquier batallón. La unidad, contrariamente a las expectativas de los alemanes, les causó una gran desilusión por el bajo nivel disciplinario y por su accionar en las batallas.

La diplomacia

En el curso del conflicto, resultó muy intensa la acción diplomática desarrollada en torno a la figura del Gran Mufti. Entre 1942 y 1944, efectuó diversos viajes por Europa, llegando a las regiones habitadas por núcleos musulmanes (Bosnia, Kosovo, Albania) para constatar la fidelidad al Reich, creando relaciones de amistad y cooperación también con los jefes de los movimientos parafascistas croatas y servios con los que tenía en común un profundo odio hacia los judíos y por las democracias occidentales.
No sólo parece que en 1942 había tomado contacto con el gobierno de Tokio, a través de la Embajada japonesa en Berlín, sino que el Ministerio de Guerra japonés quería contar con la colaboración del Mufti y sus seguidores que integraban los ejércitos para lograr la rebelión de musulmanes de la China centro occidental que debían levantarse contra Chiang Kai Shek y Mao Tse Tung, y extender ese levantamiento a la aún más numerosa comunidad musulmana de Indonesia y de las islas meridionales de Filipinas.
En su tarea de propaganda a favor de las tropas del Eje hacia las poblaciones musulmanas, el Mufti utilizó emisiones de las radios alemanas, pudiendo contar en 1942 con 6 estaciones. Pero Husseini amaba mucho más hablar delante de las grandes multitudes.
En junio de 1943, en Berlín, en ocasión de un importante acto nazi, el Mufti lanzó dardos contra la Declaración Balfour, diciendo que fue establecida gracias a la «conspiración anglo sajonamasónica judía». Les dijo a los altos oficiales de las SS presentes: «El Tratado de Versailles no fue sólo un desastre para ustedes los alemanes, lo fue también para el pueblo árabe. En cada caso, hoy sabemos cómo poner las cosas en su justo lugar y sobre todo, hoy somos técnicamente capaces a un grado tal que podemos eliminar de la faz de la tierra a todos los judíos”.
Entre 1941 y 1943, el Mufti y los servicios secretos alemanes enviaron a Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Palestina, Siria y Transjordania un gran número de folletos y de material propagandístico anti inglés, pero sobretodo anti sionista.
Cuando la armada del Reich debió abandonar las estepas rusas y Africa del Norte, retrocediendo hacia las fronteras alemanas, Husseini continuó luchando, lanzando mensajes a las poblaciones meso orientlaes, africanas y a las minorías árabes residentes en Asia y en los Estados Unidos, incitando al combate contra el demonio sionista y plutocrático. El 1° marzo de 1944, en el curso de la enésima transmisión radiofónica, el Mufti demostró su odio inmutable en su enfrentamiento con los israelitas: “¡Arabes!, levántense como un solo hombre y combatan por vuestros sacrosantos derechos. Maten a los judíos donde los encuentren. Matándolos harán una cosa grata a Alá”
Pero el nazismo perdió la guerra, el Mufti fue capturado en abril de 1945, en una pequeña ciudad de Alemania Occidental por las tropas estadounidenses, Al Husseini fue transportado a una cárcel francesa de donde logró evadirse en 1946, refugiándose primero en El Cairo y luego en Beirut. En esta ciudad dedicó el resto de su existencia a elaborar planes y estrategias a fin de destruir al pueblo judío y al Estado de Israel, con inmutable odio y perseverancia, sosteniendo material y moralmente a todos los enemigos del sionismo.
Venerado por los jóvenes y líderes del terrorismo islámico, el ex Gran Mufti de Jerusalem Amin al Husseini, murió en la capital libanesa el 4 de julio de 1974.