Frente a esto, las instituciones de la comunidad judía pretendían que se condene a los acusados y en esa misma tesitura están algunos de los familiares de las víctimas.
Desde el punto de vista legal no se puede condenar a nadie como cómplice del atentado basado en semejante expediente, y este tribunal así lo pensó.
Pero por otra parte, si el tribunal fue capaz de desoír presiones de familiares y de la querella oficial, esto habla de la valentía de su veredicto.
Lamentablemente, la independencia del tribunal es inversamente proporcional a la voluntad y los deseos de los principales damnificados. Paradójica situación porque la estupidez o complicidad, depende el caso, desde el principio de la causa y la incapacidad de autocrítica de la dirigencia de la colectividad después obstruyó el camino y hará incluso -a futuro- más difícil aún llegar a la verdad algún día.
La causa, armada con irregularidades que llegaron hasta el pago por un testimonio falso de cuatrocientos mil dólares al principal imputado, Carlos Telleldín, sigue siendo defendida a rajatabla por gran parte de la querella y lo que sabremos ahora -conocido este fallo que considero justo- es también hasta dónde llega la irresponsabilidad de nuestra dirigencia y la paciencia de la comunidad en aceptar que estos ineptos nos sigan representando y hablando en nuestro nombre.