Tu Bishvat 5766:

Reflexiones en torno a un árbol

"… ya que el hombre es como el árbol del campo…", (Dvarim 20-19). Cuenta el Midrash que para los hombres de la tierra, el Creador había plantado un árbol con el objetivo de que todos se junten bajo su sombra. Era allí donde la gente encontraba su lugar de consuelo, su sabiduría y su seguridad.

Las raíces de éste se extendían y penetraban en la Madre Tierra; sus ramas se alzaban como manos que enviaban las plegarias al cielo.
Los frutos del árbol eran esas cosas buenas que el Todopoderoso había otorgado a su pueblo: el amor, la preocupación, el interés por el prójimo, la generosidad, la paciencia, la sabiduría, la equidad, el coraje, la justicia, el respeto, la humildad, la fe y todos los demás dones valiosos.

Nuestros sabios antepasados nos enseñaron que la vida del árbol era la vida del pueblo. Si éste se apartaba mucho de la seguridad del árbol, si olvidaba «comer» de sus frutos, o si se volvía contra él, y trataba de destruirlo, un profundo sentimiento, mezcla de tristeza, congoja y soledad, se apoderaba de la gente.
Muchos se afligían; el pueblo, en casi su totalidad, perdía su poder de accionar, dejaba de soñar y de anhelar, empezaba a discutir por trivialidades, ya no quería, ni podía, decir la verdad ni ser honestos los unos con los otros.
Se olvidaba de cómo vivir mejor en su propia tierra.
Su vida se llenaba de ira; poco a poco, se envenenaba a sí mismo y a todo lo que lo rodeaba.
Mucho tiempo antes de nuestras «triunfadoras» conquistas y de la opresión al prójimo; mucho antes de que nuestros actuales falsos Mesías destruyan sistemáticamente los olivares ajenos -a pesar de que la Halajá lo prohíba estrictamente- aquellos sabios, que nos precedieron, advirtieron seriamente de que esto, alguna vez, podría suceder, pero también nos enseñaron que si regresáramos a la cordura, el árbol no moriría jamás. Y mientras viviera el árbol viviría el pueblo.
Dijeron que llegaría el día en que el pueblo despertaría de nuevo, como de un largo y desagradable sueño producido por una droga; empezaría nuevamente a buscar al árbol.
Al principio su búsqueda sería temerosa, dubitativa, cautelosa, pero, poco a poco, entendería cuán importante es su misión.
El lugar del árbol y sus frutos se ha cuidado y preservado con esmero en las mentes y los corazones sabios de nuestros profetas; sus mensajes continuarán guiando a cualquiera que busque, honesta y sinceramente, el camino que conduce a su sombra protectora y a los frutos de la tolerancia y la cordura.