AMIA,10 años. ¿Y ahora qué?

El tercer atentado: la instrucción de la causa AMIA

El “síndrome de Estocolmo” es el sentimiento de simpatía que puede producirse por parte de una persona secuestrada con respecto a sus secuestradores, a causa de una larga convivencia entre ambos. En el mejor de los casos, ese patológico cuadro definiría el tipo de relación entre cierta dirigencia comunitaria y los perversos responsables del encubrimiento en la masacre de la calle Pasteur. En el peor, la explicación habría que buscarla en otros intereses aún más promiscuos. Bajo cualquier punto de vista, el apoyo incondicional que la DAIA ha comandado hasta la actualidad respecto de las barbaridades perpetradas en torno al juicio por el juez Galeano y el gobierno de Menem -seguida mansamente por la AMIA- denota un estado de descomposición institucional sin precedentes. La verificación de la imposibilidad de cambiar en algo el curso del “Titanic” judicial capitaneado por la querella unificada, me determinó a presentar, con fecha 23 de abril de 2002, la renuncia al cargo de vocero de la AMIA, en atención a las inconciliables diferencias respecto de la causa.

Por Horacio Lutzky

Misión imposible

Tras diversos cabildeos, mi breve desempeño como vocero de la causa comenzó pocas semanas antes del comienzo del juicio oral, rodeado de polémicas desde el mismo inicio de la gestión. La propuesta -aceptada por la Comisión Directiva de AMIA- consistía en propiciar una fuerte diferenciación de la institución respecto de la DAIA, por cuanto esta última estaba inmersa en sus propias e impresentables necesidades de justificar su actuación en los años del menemismo.
En particular, siendo que la misma letrada que representa en la causa a la DAIA, defiende penalmente al procesado ex titular de la misma Rubén Beraja con relación a ilícitos de repercusión pública y connotaciones políticas.
En el mes de septiembre de 2001, días antes de la primera de las audiencias, frente a toda la Comisión Directiva, en reunión oficial y en presencia de más de veinte dirigentes de la AMIA sostuve abiertamente que la dirección que -sin dudas- continuaría imprimiendo la DAIA al proceso arrastraría a la mutual al desastre, en una causa donde lo único fehacientemente comprobado es el encubrimiento y la inusitada vastedad de irregularidades e interferencias políticas. Dicha reunión, además de contar con calificados testigos, fue grabada como se hace con todas las sesiones de Comisión Directiva.
Los hechos posteriores no hicieron otra cosa que ratificar esas apreciaciones. La DAIA rápidamente se convirtió en virtual vocera de prensa del juez Galeano, en defensa de intereses concurrentes. Así ocurrió cuando el juez Bonadío comenzó a tomar declaraciones respecto de la denuncia por serias irregularidades en la instrucción a cargo del juez Galeano, y en particular el día en que se ventilaba el escabroso asunto de los U$S 400.000 pagados al delincuente Telleldín por el gobierno menemista a través del juez, para comprar su prefabricada declaración, con la presunta intervención del ex presidente del Banco Mayo.
Entonces, en horas de la tarde, mágicamente apareció otra noticia “más” importante, que ganaría las tapas de los diarios del día siguiente: según unos recientemente detectados llamados anónimos, el atentado a la AMIA fue obra de… la gente de Bin Laden!
La información fue bajada del juzgado de Galeano por representantes de la DAIA y multiplicada por los mismos frente a cuanto sujeto con aspecto de periodista anduviera por los tribunales de Comodoro Py.
Después de la conmoción del 11 de septiembre, este tema “vendía” mucho más que la cuestión de los “dinerillos” pagados al proxeneta y reducidor de autos robados, y logró el objetivo.
La DAIA tuvo una nueva oportunidad de demostrar fidelidad a viejos compromisos, cuando la diputada Nilda Garré -por entonces titular de la Task Force de seguimiento de las investigaciones del atentado a la AMIA – comenzó a meterse en aspectos “poco convenientes” como la llamada “pista siria”, y en un reportaje habló del “encubrimiento menemista”.
El entonces ministro de justicia y hermano presidencial Jorge de la Rúa le pidió, confidencialmente, a Garré que “bajara los decibeles”. La sagaz familia De la Rúa suponía que podía negociar la gobernabilidad pactando con el menemismo y concediendo la libertad de Carlos Saúl a través de un milagroso fallo de la Corte Suprema que, casualmente, ya se encontraba casi “a punto”.
Pero había que remover a la díscola funcionaria, sin despertar susceptibilidades respecto de la impoluta causa del atentado. Nada mejor, entonces, que inventar una absurda imputación de violación de secreto a Garré y encomendar el pedido de linchamiento al propio presidente de la DAIA Dr. José Hercman, que se cansó de declarar ante los medios reclamando la renuncia de la imprudente frepasista, ante lo cual al estadista Fernando de la Rúa… no le quedó más remedio que acoplarse al espontáneo pedido del brazo político de la comunidad judía.
La AMIA no se sumó a la maniobra, y fue aclarado ante los medios que no participaba del pedido de remoción. Con posterioridad a su alejamiento, Nilda Garré concurrió a la mutual para explicar personalmente los hechos.
Pero como no hay postre sin frutilla en la crema, todavía faltaba lo mejor: la entrega por la DAIA de una placa a la Policía Federal por su lucha contra el terrorismo y por “la tarea de investigación realizada con respecto a los atentados terroristas contra la embajada de Israel y la AMIA”.
Esta entrega fue la representación viva del “sindrome de Estocolmo”, o el colmo de la entrega. El jefe de la policía, Rubén Santos, declaraba a los medios que “este gesto de la DAIA limpia la imagen de la institución”, en cuya jurisdicción ocurrieron las dos masacres, incluyendo una muy evidente “zona liberada” en el caso de la Embajada tal como ya consta en uno de los dictámenes de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados. El acto se realizó el 16 de noviembre de 2001, un día viernes, con especial sentido de la oportunidad. El martes siguiente debían comenzar a prestar declaración, ante los tres jueces del Tribunal que interviene en el juicio oral por el atentado a la AMIA, los policías que debieron custodiar la mutual de la calle Pasteur y no sólo no la protegieron, sino que dejaron flotando espantosas impresiones, que en caso de profundizarse por los severos magistrados Larrambebere, Pons y Gordo, darán lugar a gravísimas imputaciones.
Para describir el cuadro completo falta agregar que en el brindis de homenaje, realizado en la sede de la Dirección General de Terrorismo Internacional y Delitos Complejos de la Policía Federal, se hizo presente un invitado muy especial: el juez Juan José Galeano.
Semanas después, la tormenta de fin de año arrastró a la familia De la Rúa, a los miembros de su Gobierno, y a los jefes policiales. Sólo a ellos.

En la AMIA

Al mandar información sobre juicio para el sitio de Internet o página WEB de la AMIA, en el espacio reservado al juicio, envié el cable con la novedad del acto referido con el título “La Entrega de la DAIA”. Curiosamente, en el camino el título -que era de mi responsabilidad- sufrió una anónima “transformación”: pasó a ser “El Reconocimiento de la DAIA”, tal como consta hasta la actualidad. Formulé ante el Presidente y Secretario la denuncia del hecho, dando lugar a la formación de un engorroso sumario interno donde, finalmente, todo apuntaba a adjudicar la alquimia a un problema técnico.
Por motivos que cuesta comprender, poco a poco, lejos de profundizarse el debate sobre las posibilidades de diferenciación con la DAIA, en la sede de la AMIA y en su querella renacieron nuevos bríos para cerrar filas y acallar cualquier disidencia, continuando con el aval a libro cerrado sobre las irregulares actuaciones del juez Galeano y de prominentes figuras de la colectividad.
Recientemente, y convocado por el Presidente de la institución, se constituyó un “comité de apoyo” a la querella, fogoneado por el abogado Luis Dobniewski, quien fuera impulsor de la causa AMIA en diversos tramos que hoy se encuentran bajo crítico análisis ante el Tribunal Oral, oficiando actualmente, de consultor extraoficial de AMIA sobre la línea a segu